Durante los últimos días, no pocos de los que nos sentamos ante la TV en busca de noticias sobre la COVID-19 en Cuba, escuchamos una y otra vez la referencia a “la falta de percepción” de algunos conciudadanos sobre el drama que constituye y puede acarrearnos la pandemia del nuevo coronavirus, que ya tiene dimensión universal.
Y ciertamente, no se puede estar tranquilo frente a semejante dejadez, indiferencia e irresponsabilidad de ciertas personas, porque estamos abocados a un dilema donde las vidas de muchos estarían en juego si el patógeno encuentra en Cuba un nicho más allá de los casos que hoy se reportan, y que está ligados, en su mayoría, a foráneos y nacionales precedentes del exterior y a sus contactos en el país.
Y un pueblo que mayoritariamente se preocupa y se ocupa por preservarse y ayudar a otros a hacerlo, no merecería la peor de las suertes a cuenta de quienes pareciera que viven por vivir, y que lo demás no les importa ni les resulta trascendente.
En nuestro caso no se puede hablar de insuficiente información, explicación, persuasión y divulgación. Apuesto que en el mundo sobran dedos de la mano para sumar los gobiernos que, como el nuestro, desde el presidente hasta el último de los ministros, se presentan casi a diario en los medios de información a divulgar planes, analizar su implementación, advertir, razonar, brindar elementos, y exhortar a cuidarnos y cuidar a los demás.
Los partes epidemiológicos actualizados se suceden de forma permanente y sistemática, y la amplia difusión de la catástrofe humana a escala mundial nos muestra la magnitud y crudeza de no actuar a tiempo o asumir valoraciones equivocadas. Y todo ello debería bastar para sensibilizar y alertar de manera aplastante a cualquier persona perceptiva y objetiva.
Pero en nuestras ciudades y poblados no todo es seriedad y responsabilidad. Muchos pidieron alarmados, por ejemplo, la suspensión de las labores docentes a causa de la COVID-19, y contradictoriamente, en medio de un indicado recogimiento nacional, salen a las calles con sus hijos en busca de “diversión” como en el más límpido día de verano, se van de compras con ellos, o sencillamente les permiten a infantes, adolescentes y jóvenes coquetear con el peligro en sus periplos impensados por plazas y parques, sin contar el desborde en las playas del litoral.
Mientras, los acaparadores y mercaderes inescrupulosos de casi siempre, socavan los esfuerzos nacionales para garantizar los abastecimientos claves a la población, metiendo sus pezuñas por cada resquicio que dejan la falta de control, la carencia de exigencia, la abulia, la simulación, y la incapacidad que apuntan a corroer el programa nacional de lucha contra la pandemia.
Otros ciudadanos deambulan de un lado a otro sin razones de fuerza mayor que justifiquen tales traslados, en instantes en que en la región italiana de Lombardía, asfixiada por la infección y donde hoy trabajan nuestros médicos, expertos chinos de la ciudad de Wuhan, también llegados como ayuda solidaria, señalaron a la prensa local que la falta de un “aislamiento riguroso de la población, el uso indiscriminado del transporte público y una equívoca percepción social acerca de la COVID-19 contribuyeron a la actual tragedia local y nacional.
Son, sencilla y claramente, cuestiones y ejemplos que no pueden pasarse por alto cuando aún los cubanos tenemos tiempo de no tropezar con piedras ajenas.
Cada minuto es vital entonces para prepararnos, fortalecernos, escudarnos, atrincherarnos, y, sobre todo, evitar que por la indiferencia y la inobediencia de unos cuantos, paguemos justos por pecadores.
Sigamos la labor informativa, explicativa y persuasiva, pero de una vez, y en razón de que vamos contra reloj, accionemos con toda firmeza y contundencia los mecanismos restrictivos y legales que saquen de juego a los infractores. Ellos, sino los atajamos como debe ser, resultarían sin dudas de los que pueden abrirnos definitivamente las puertas a cuadros sanitarios y humanos que no queremos ni imaginar en ningún rincón de nuestro Archipiélago.
El equilibrio y el respeto que caracterizan a nuestras fuerzas del orden y nuestras instancias judiciales, no puede coartar su actuación pronta, firme, e intransigente en la defensa de la integridad ciudadana, y sin dudas habrá más aplausos que caras adustas cuando la mano de la ley actúe con contundencia para hacer realidad la letra de los edictos. Esa es la razón de ser de ambas instancias.
Estamos en una guerra contra un enemigo mortal que ni siquiera podemos ver ni rastrear, y en situaciones excepcionales hay un límite para las exhortaciones cuando no todos responden. De manera que quien quebrante las defensas debe pagar por su culpa. Y el tiempo…el tiempo se nos puede acabar mañana.
Lázarito
30/3/20 12:43
A pesar de todo el muy meritorio esfuerzo que está haciendo el pais. Todavia es baja la precepción del riesgo en la población, sobre todos en los que no estan bien informados los qie piensan que a ellos no le va a tocar y esto es un asunto de TODOS incluso de todos en el MUNDO...
Tengo que informar que vivo a pocas cuadras de GIRON (escuela de medicina) y veo con alarma como estudiantes de MEDICINA sobre todos los extrangeros andan merodeando sin nazobucos o mal empleados como si no estuviera pasando nada... esto debe parar pues ellos son los primeros que deben ser ejemplo...
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