En pocos años, Coppelia se ha convertido en una leyenda llena de historia: en ese terreno existió un hospital; más adelante, un pabellón de turismo que reprodujo las montañas de la Sierra Maestra, con lagos artificiales, escenario flotante, bar, cafetería restaurante y lechonera para 500 usuarios. Después habilitaron un centro nocturno llamado Nocturnal.
En 1966 se acercaba un evento internacional en el Hotel Habana Libre y encargaron a Celia Sánchez atender el proyecto de una heladería gigante, pues había que darle categoría a un lugar tan céntrico, que ya era muy popular en la ciudad. El diseño fue encargado al arquitecto Mario Girona. “Concebí el croquis en una semana, posiblemente con cierta influencia formal de Guamá, una obra mía en la Ciénaga de Zapata. Fue una tarea gigantesca en tiempo récord”.
Los sabores de Coppelia es otro de los mitos: casi todos aseguran que fueron más de 50, cuando en realidad solamente fueron 26, que resulta bastante.
Otros de los acontecimientos en la zona de Coppelia fueron las memorables tertulias que se formaban todas las noches en la heladería con el trovador Silvio Rodríguez a la cabeza, junto al cineasta Jorge Fuentes, Luis Rogelio Nogueras (“Wichy el rojo”), Victoriano de las Casas (Víctor Casaus), Guillermo Rodríguez Rivera y otros.
“Hace años (sobre 1967) —manifiesta Silvio—, casi todas las noches nos dábamos cita en la heladería Coppelia un grupo de amigos. La hora del encuentro era aproximadamente la medianoche. Allí, en las mesitas al aire libre (las más cercanas a la calle 23), bajo los árboles y las luces ocasionales de los murales lumínicos del Habana Libre, saboreábamos interminables granizados de chocolate bizcochado, intercambiábamos poemas, relatos, canciones. Era una época de descubrimiento, el mayor de nosotros no tenía más de 23 años y éramos una suerte de ciclones, nos había picado el bicho de la poesía. Descubriendo mediterráneos y echándole el ojo y la garra a cuanto había en el mundo. Yo en esa época lo único que bebía era helado y leche fría. Me acuerdo de los pelúos, con pantalones muy estrechos, la onda hippie, los hombres con sandalias con medias Rampa arriba, Rampa abajo, algún día escribiré algo sobre toda esta historia".
Por esa fecha también Juan Formell invitaba a Elena Burke a tomar helados, después de las presentaciones en el cabaret Caribe del Habana Libre, donde se presentaba la revista Madame pa´cá.
Muchos músicos que participaron en el boom de la salsa cubana, en la década de 1990, se daban cita en Coppelia para de allí partir a los bailes populares y masivos. Los salseros decían: “Coppelia es la especulación de La Habana”.
La parte inicial de la película Fresa y chocolate (nominada al Oscar), dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío en 1993, se filmó en el área de Coppelia más cercana a la Escuela de Economía.
La Habana no sería la misma sin esa heladería a la cual el trovador Frank Delgado dedicó una canción grabada por Xiomara Laugart: “Hay que mirar con amor a Coppelia. / En la cima, en el talud, sus aristas, / un espectro tan variado de conquistas, / y vivirán, y vivirán, y vivirán. / Y vivirán para siempre proxenetas con marchantes / y bohemios con artistas. / Coppeliame. // (montuno). Hay que mirar con amor a Coppelia”.
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