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jueves, 7 de noviembre de 2024

Colas (+Caricaturas)

Mandan a organizar la cola, a que todos se pongan de pie, porque lo “bueno” –y hágale caso a las comillas– está por comenzar...

Mario Ernesto Almeida Bacallao en Exclusivo 11/08/2019
5 comentarios
Colas Cuba 3
Las colas son para nunca acabar...

Son las cinco y treinta de la madrugada y, mientras camino apresurado por las calles oscuras, pienso en colas. Cavilo en que no importa de qué tipo se antojen: si del dentista, de las papas, de las entradas del ballet o si del carnet de identidad; se parecen en algo, en varias cosas, son idénticas… porque, al final, todas las colas existen para lo mismo.

A las cinco y cincuenta, llego a mi destino y descubro –¡Oh… revelación demoníaca!– que apenas hago el lugar veinte. Un tipo, desde las penumbras, medio escondido, pregunta algo en plan bisnesy, sin entender ni pedir reiteración, respondo que no.

Mi antecesora también se acerca con la mirada fija y cierto halo de misterio: “¿Nené, tú te vas a quedar?” Tampoco comprendo el sentido de lo que cuestiona pero agrego que sí. Entonces, ella, noble, cara de señora tierna que madruga para marcar, dice que regresa en minutos, que va a la otra esquina a tomar café.

“¡Qué bien!”, pienso. “Cuando regrese voy yo”; la inocencia… la inocencia.

“¿El últimoooo? (…) ¿Detrás de quién?”

“Jum. De una señora que –¿cómo era la mujer?– no sé, ahora viene para acá”, y le hago el cuento del café.

Pero la gente llega y llega y sobre las 6:17 am el cielo empieza a aclarar y las personas aparecen y continúan apareciendo con sus caras desconocidas y nuevas de paquete, como de quienes han dormido un poco más y un poco más a medida que asoman. El día prende luces y la cola engorda y son tantos que, al fin, sonrío y suspiro aliviado y qué bueno que madrugué y al menos logré un turno cercano al veinte.

En la cola se escucha de todo porque el hombre (como especie) –dicen– es un ser social y, cuando se aburre –algo que ciertamente suele ocurrir en colas de distinta índole–, le da por hablar con quién no conoce y hasta de lo que no sabe.

“Los trenes nuevos…”. “ No, que las locomotoras…”. “Oye, que cancelé el pasaje y no me reintegraron los tantos pesos de la merienda”. Que si “los leones”, que si “los cocodrilos”, que si “los gatos con traje de reptil”, que “este año quizás no y el que viene tampoco, pero para el otro más arriba… mi hermano, tú verás que sí”. Nada; la gente se desahoga con la pelota, el Real, el Barça y el transporte.

(Caricatura: Semanario Vanguardia)

También está la publicidad costumbrista y mega-efectiva. “Pasteleeee. Vamo Pasteleee. El que compre pastelito no viene más al dentistaaa, vamooo”, o “el que lleve chicharroneee sale bonito en la foto de carneeé”, y cualquier cosa que se les ocurra a los vendedores de colas para que uno, por hambre, cansancio o simpatía, les deje caer los quilos. Y de verdad los termina por soltar –si los tiene.

A las ocho y treinta, de algún sitio desconocido emerge un líder y con par de gritos manda a organizar correctamente la cola, a que todos se pongan de pie, porque lo “bueno” –y hágale caso a las comillas– está por comenzar.

“Socio… ya han pasado dos horas y la señora no regresa del café”, recrimina el que va después de mí. Yo encojo los hombros porque no recuerdo su cara o algún rasgo específico que me haga decir, felizmente: “mira, acere, es ella”.

Se van otros tantos minutos y la mujer llega con que “¡Mi niñooo!, llevo horas buscándote y no te veía”. Entonces nos miramos cuatro o cinco con cara de “sí, sí, cómo no”. Sin embargo, no le basta con haberse ido a dormir y suelta el bombazo: “Acuérdate…  te dije que venía con tres personas más, aquí hay dos. Ahorita llega la otra”.

A esa hora, la duda de si lo habrá dicho o no aflora como un pequeño diablo danzando sobre mis hombros. No dejo de cuestionarme si algún fugaz estrujón de labios a oscuras pudo haber significado eso. Pero, en fin, son solo tres, ya, si al final…

(Caricatura: Semanario Vanguardia)

La amarga situación se multiplica o, para hacerle honor al español, la multiplican, cuando reparas con tus sentidos somnolientos en las nuevas características de esa cola de la cual te sentías padre fundador.

De pronto, no haces el veinte o el veintitanto, sino que existen docenas y docenas de rostros –nuevos, vale aclarar– en la punta de la cola. Eres el cuarenta o el cincuenta y a tu lado un histérico que “ay, mi madre, a veces dicen `hasta aquí, que hoy no atendemos a más personas´ y queda bulto de gente en esa”.

Y uno, dialéctico materialista, que busca entender los fenómenos desde su origen, rememora las tempranísimas horas en las que abandonó la casa y se dice “contra, pero ¿esto cómo es? Si, cuando salí, La Habana estaba dormida”. Sucede que a veces se pasa trabajo para arribar al pollo de la cuestión o, lo que es lo mismo, llegar al final de la cola, salir de ella, aunque pueda significar entrar en otra.

Comienzan a aparecer presuntos dueños de la fila y aquel señor, que me había preguntado no sé qué desde la intrigante oscuridad, empieza a meter más personas al frente, siempre al frente, y luego masajea sus bolsillos. “Porque me da la gana”, responde a algún solitario que le reprocha. “¿A la policía? Llama a quien tú quieras”.

Ello acontece ahora, después y más después todavía… hasta que el tipo de atrás de mí da un grito de locura, de cansancio, de razón. “¿Hasta cuándo?”, y lo repite varias veces. “¿Qué es esto?, ¿pero aquí no hay sangre?”, y también lo reitera. Acto seguido contrataca con “¡Vivan pero dejen vivir!”.

(Caricatura: Semanario Vanguardia)

Vuelve –mejor alimentada esta vez, con más fuerza– la interrogante de si “aquí no hay sangre” y los colados se paralizan. Baja la cabeza un gordito, entre los primeros, con ojos y cachetes de sueño angelical e ininterrumpido de diez horas. Después la levanta, sonríe, se burla… y a mí se me cocina lo que me queda de refresco de azúcar prieta en el estómago.

La cola resulta todo un muestrario sociológico. En la punta –la de adelante– están los de las llamadas ropas de marca, las de exuberantes aretes dorados y finas cadenas de plata, los del teléfono último modelo y audífonos sofisticados de nombre raro; gente que, por lo menos en estas lides, no miran con humildad ni sacan el chicle de la boca.

Al final de la hilera, da hasta pena decirlo, por lo general permanecen los más débiles, los más viejos, los que no pueden llegar caminando desde el lugar donde viven y tampoco tienen para sobornar al que solo va a las colas para que lo sobornen. ¿Será que la cola funciona por unidades o trucos humanos y no por lógicas humanísticas? ¿Será que en la cola hay clases sociales?

En la región meridional de la fila, en su pansa, hay de todo un poco, incluso estoy yo.

Los abucheos continúan a las nueve y catorce. Un colado sale avergonzado y el colador lo persigue y lo reintroduce. Le gritan que no, que hasta cuándo y él, que se siente mancillado por los dedos que lo señalan, se planta y suelta que va a colar –así, impune– a quien quiera porque para eso está ahí desde el mediodía anterior –¿qué más hará con su vida? ¿tendrá carnet de la Onat?

Grabación de audio tomada por el autor

Lo insultan, vociferan, gruñen y, cual Luis Capeto en el intento de sortear la guillotina, sin pudor, atemorizado, se pierde entre la gente friendo huevos en la boca. Y la cola continúa vibrando como un enjambre de avispas, con la velocidad –ese es otro tema– de cualquier elemento vivo e inexplicablemente lento.

La cola lleva en sí más penas que glorias y se ha introducido de manera triste en nuestro folclore. Le han salido parásitos que se alimentan de ella y la destruyen, la asfixian. Por eso, cuando uno tiene ya en la mano el carnet de identidad, la entrada para el Ballet, un trozo de carne o la posibilidad de pasar a otra cola, siente que le han quitado algo, no sé: el sueño, la paciencia, el tiempo; cosas que, en fin, a veces no se recuperan.


(Caricatura: Alfredo Lorenzo Martirena).


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Mario Ernesto Almeida Bacallao

Periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana

Se han publicado 5 comentarios


mirtha
 12/8/19 13:18

hermosa manera de retratar la cola, muy buen artículo, pero me atrevería a señalar un fenómeno, que tal vez sea solo de mi municipio, pero que se las trae, le cuento: aquí es una cola de hombres, una de mujeres, y una de personas con limitaciones físicas, donde entran mujeres embarazadas, mujeres con niños, operados, y ...., todo muy bueno, es muy humano, estoy de acuerdo con eso, pero...ah siempre  está el pero, los impedidos (algunos) hacen la cola y cobran por prestarle el servicio de compra a otra persona muy saludable,   o  también, viene  muy fresquecito, un representante con el carné de asociado  por alguna limitación y compra por esa cola, eso te va alterando los nervios, pero,,,siiii otro pero, lo que si indigna y altera, es ver un niño de meses, o de 2 o 3 años,  que es pasado de brazo en brazo, de "madres adoptivas" y entrar al mostrador reiteradas  veces, y todavía inocente sonreirle al que despacha ,,,,,tal vez en el futuro esa pobre criatura no pierda los nervios como yo en la cola, porque su madre lo está preparando para eso.

Yudi
 12/8/19 10:51

Así mismo es, me he visto reflejada en este artículo, como supongo le haya pasado a otros, porque creo q todos a diario nos vemos en situaciones parecidas a esta, pero creo tambien que esta situacion en las colas es producto de nosotros mismos que a veces no nos ayudamos y no tenemos empatía.

soy
 12/8/19 9:56

Estoy de acuerdo con este articulo que me parece maravilloso, las direcciones administrativas que juegan su papel con responsabilidad, creo que se les ha ido la mano con el tema gestión de los recursos a los que acueden los clientes a sus entidades. Hoy en día hacer una cola es parte de la vida del cubano, y n digo esto en son de crítica destructiva, sino de una forma de meterse en el meollo de la situación, desde una cola para comprar, solicitar un servicio o verse con un especialista(de cualquier rama) es la peor pesadilla que se esta viviendo por estos dias. De quien es la culpa; pues para mi de todos...que vamos hacer, pues un consejo, primero sentarnos y ver en que estamos fallando, que no estamos haciendo correctamente, buscar de inmediato soluciones pero más del personal administrativo y despues culpar a los clientes. Y tantas miradas y criticas no pueden estar equivocadas.... Gracias. Adelante nuestro proceso revolucionario "Somos Continuidad"

 

 

senelio ceballos
 11/8/19 13:21

Replica para CR-4,  Me he reido solo cuando miraba LAS CARICATURAS,,,Como un viejo loco!!!   MARIO APRETASTE!!!  BRAVO....Exitos CR-41

CR4
 11/8/19 9:30

Al paso que vamos, la ANPP tendra que plantearse hacer una ley de colas

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