El 2 de febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales en 1997 en conmemoración a la firma del convenio sobre este tópico en Ramsar, Irán, en 1971. Esta información se encuentra con facilidad en Wikipedia. La Ciénaga de Zapata, municipio al sur de la provincia de Matanzas, resulta el territorio de mayor humedad de Cuba y uno de los de América Latina y el Caribe, reconocido por la Unesco como Reserva de la Biosfera, leemos en Ecured.
La información general que nos brindan estas dos bases de datos, la local y la internacional, se haya muy lejos de esclarecer la realidad. Casi siempre que se habla sobre la Ciénaga de Zapata, se resaltan los regalos de la naturaleza: los animales endémicos como la gallinuela de Santo Tomás, la Fermina y la jutía enana; los mares calmos y la tupida vegetación. Sin embargo, en el centro del verde habita el gris.
La ubicación y las características naturales de la zona condicionan el modo de vida de sus habitantes y establece una curiosa dicotomía en la ancestral relación hombre-naturaleza.
Hace poco visité, después de casi quince años, la Ciénaga. Durante tres días me familiaricé con la sencillez, no simpleza, de sus pobladores y sus modos de vida. Uno de ellos me comentó que los cubanos, porque el caso de los turistas lo abordaré más adelante en el texto, cuando piensan en el lugar, solo les viene a la cabeza “los cocodrilos y los mosquitos.”
Su lejanía de importantes centros económicos y el poco valor de sus suelos para el cultivo, aunque sí crezcan maderas preciosas, provocó históricamente un mermado desarrollo demográfico y social.
Casa de El Cigua, peculiar poblador, casi un personaje, de Cayo Ramona, comunidad apartada de la Ciénaga de Zapata. (Foto: Ayose S. García Naranjo)
Francisco Rodríguez Calvo, quien ha vivido sus casi 80 años en la suela de la bota geográfica cubana comenta: “Desde que yo tengo uso de razón estoy mirando el carbón delante de mí. ¿Entienden lo que quiero decir? Carbón, sacos de carbón, leña, carboneros: era lo que se veía aquí; no otra cosa, ¡ahhh!, y pescadores”.
La declaración anterior resume las principales actividades productivas del área. Cada una de ellas son labores arduas donde el cuerpo sufre: el salitre enrojece los ojos; el hacha hiere las manos; y los hornos de carbón tiznan la piel. Muchos de estos oficios desaparecen con los años y con ellos una tradición de siglos. Los reemplazan otros relacionados con el turismo. Ahora, como lo prometí, viene la parte de los extranjeros.
La paladares crean puestos laborales a los habitantes del mayor humedal de Cuba (Foto: Ayose S. García Naranjo)
Desde antes, como sucede en gran parte del mundo, en la Ciénaga de Zapata existió un proceso de centralización por el cual crecen algunos asentamientos y otros desaparecen. Los motivos van desde la proximidad a las vías de comunicación, la situación climática, y, el más común, la búsqueda de mejores ingresos monetarios o, por lo menos, la oportunidad de obtenerlos con más rapidez. El auge del turismo de naturaleza en la zona aceleró este proceso.
Pocas calles de Cayo Ramona están asfaltadas. Las viviendas - en reducido número- se encuentran muy separadas unas de otras. Si sumamos este fenómeno a las pocas personas que viven ahí, su visión provoca una sensación de soledad.
Las casas son pequeñas muchas con techos de fibrocemento, grandes jardines y una cerca fabricada de estacas, estacas no, palos, clavados en el suelo y unidos con alambre. Siempre existe la oportunidad de tropezarse en una esquina con un camión pipa, porque el agua corriente es salobre y no sirve para beber. Muchos pobladores trabajan en la empresa forestal, monte adentro, con hacha y camisa de mangas largas para no hincharse con el guao.
“De las comunidades apartadas esta es una de los mejores. No quieras ver otras como Cocodrilo o Guasasa”, me explicó Ayose García Naranjo, periodista y coordinador del suplemento Humedal del Sur, parte del Plan Turquino-Manatí.
En Playa Larga, más o menos cada veinte metros observamos a unos turistas colorados, con la indumentaria que les resulta propia, una camisa hawaiana y bermuda. En una cuadra, por lo menos en la parte más céntrica, se amontonan dos o tres Rent Room y uno que otro restaurante de comida más que criolla, criollísima. Son edificaciones grandes de dos pisos con colores llamativos y carcasas de aires acondicionados incrustadas en las paredes. No resulta raro encontrar al lado de ellas un hogar más humilde, muy parecidos a los de Cayo Ramona.
En la actualidad en la Ciénaga de Zapata se impone un rescate de sus tradiciones, de sus oficios y más atención a las comunidades apartadas. Concibámosla no solo como un espacio natural, sino, también; sociocultural.
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