“… impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”. Así decía José Martí a Manuel Mercado en una carta inconclusa fechada en el campamento de Dos Ríos. El más universal de los cubanos, revelaba a su “amigo queridísimo” el objetivo supremo de sus desvelos poco antes de caer en combate en la guerra que, como nadie, había contribuido a organizar por la independencia de Cuba. Obedeciendo a una orden suya, los cubanos se habían levantado en armas el 24 de febrero de 1895 contra el colonialismo español.
José Martí conocía como pocos la sociedad estadounidense, sobre la que escribió sus célebres Escenas norteamericanas. Había realizado allí una paciente labor unitaria entre la emigración cubana y desafiado los obstáculos que las autoridades de Estados Unidos pusieron a la organización de los revolucionarios cubanos para llegar a la Isla, confiscando los recursos acopiados para la “guerra necesaria” con el sacrificio de los emigrados.
Las palabras del Héroe Nacional cubano sobre ese país, en el documento que devendría su testamento político, no pudieron ser más inquietantes: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”.
Ver —como ha sucedido en días recientes- a personas nacidas en Cuba conspirando con el gobierno norteamericano, aceptando su dinero y cumpliendo órdenes para dañar la imagen del país, con el objetivo de justificar la política de agresión de Estados Unidos es ya indignante. Que lo hagan alrededor de una fecha como el 24 de febrero no es sino la confirmación de su carácter antipatriótico.
Fue también esta fecha la escogida hace dieciséis años para repetir provocaciones sobre el espacio aéreo cubano, que devinieron en el derribo —luego de numerosas advertencias— de dos aeronaves procedentes de Estados Unidos. Un incidente que sólo la tolerancia de las autoridades norteamericanas hizo posible y que sirvió de pretexto para que, al calor de la campaña por su reelección, el entonces presidente Bill Clinton estampara su firma en la Ley Helms-Burton que recrudeció el bloqueo contra Cuba.
Pero el fortalecimiento del bloqueo, que pretende rendir por hambre y enfermedades a todo un pueblo, no fue lo único con que se rentabilizó el incidente con las avionetas de la organización terrorista “Hermanos al rescate”. En el juicio contra los cinco cubanos que buscaban información para evitar acciones como la serie de bombas que estallaron en centros turísticos cubanos en 1997, este derribo fue traído por los pelos, fuera de la acusación inicial de la fiscalía, para imponer a uno de ellos: Gerardo, dos cadenas perpetuas que hoy cumple en una prisión norteamericana.
Hasta hoy, Estados Unidos se ha negado a presentar las informaciones de sus satélites militares que supuestamente probarían que esas aeronaves no fueron derribadas en aguas cubanas, mientras se han conocido vínculos de la fiscal con las políticas de guerra sucia del gobierno norteamericano hacia Cuba.
Como prueban los cables revelados por Wikileaks, Estados Unidos organiza y paga una “oposición” en Cuba. Su misión es generar las acciones que con la amplificación de los grandes medios de comunicación demonicen al gobierno cubano como un régimen represivo para así justificar el bloqueo y la política injerencista de EE.UU. Mentir y cobrar es la dinámica antimartiana en que se desenvuelven los personajes que luego de reunirse con los funcionarios norteamericanos en La Habana salen a cumplir los guiones escritos en Washington.
Por obra y gracia del dios dólar, delincuentes comunes son convertidos en mártires de la libertad de expresión y pícaros de la peor ralea son presentados a grandes audiencias como luchadores por los derechos humanos, y hasta prohombres para el futuro de Cuba.
Pero estos son, realmente, la negación misma de los que un 24 de febrero se fueron a la manigua redentora a enfrentar carencias y jugarse la vida al grito de “¡Viva Cuba libre!”, dejando atrás comodidades y familia para luego ver cómo -tras tres años de durísima guerra- Estados Unidos les arrebataba la victoria y no los dejaba entrar en Santiago de Cuba.
Martí en su carta a Mercado habla de la gente que “contenta sólo de que haya un amo, yanqui o español, que les mantenga, o les cree, en premio de oficios de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante, —la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país—, la masa inteligente y creadora de blancos y de negros.”
El primero de enero de 1959 los mambises entraron al fin en Santiago de Cuba con Fidel Castro al frente, y EE.UU. comenzaba su guerra para recuperar lo que perdía en la Isla, pero esta vez había triunfado -y para siempre- la “masa pujante” sobre los “celestinos desdeñosos”. América ya no será más donde caen con esa fuerza los Estados Unidos. Cuanto hizo hasta hoy, y hará, el pueblo cubano -que cambia y perfecciona su sociedad- es para eso.
Ernesto
24/2/12 9:07
Excelente factura la de este trabajo, emocionado estoy nuevamente con las palabras del maestro, del hombre que supo guiarnos desde la luz al camino de la Revolución. Gracias Martí!
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