Una vez salvó José Maceo la vida de su hermano Antonio, y fue cuando el mayor de los Maceo Grajales resultó gravemente herido de siete balazos en Mangos de Mejía, en 1877, y José, junto a María Cabrales, la esposa del Titán, lo defendió con pasión y celo. Fue José soldado, guía, centinela, sanitario, leñador y jefe astuto, quien caminó muchas veces hacia atrás para despistar al enemigo, y así evitó que el general Antonio cayera en manos de los cientos de soldados españoles que le seguían el rastro a la pequeña comitiva, pisándole los talones como fieras.
Antes, en el feroz combate de Cafetal La Indiana, en 1871, resultó Antonio quien había salvado la vida de José, arriesgando la suya.
Y en una tercera ocasión, el Lugarteniente General del Ejército Libertador se quejó de que su hermano no hubiese estado junto a él. Fue en el combate de Peralejo, librado el 13 de julio de 1895. Decía Antonio: “Si yo tengo allí a José no se me escapa mi compadre Martinete”, refiriéndose al entonces Capitán General de la Isla, Arsenio Martínez Campos, quien fuera derrotado inobjetablemente por el caudillo oriental en aquella famosa batalla.
Y es que ambos hermanos se idolatraban y sentían entre sí mutua admiración, a pesar de lo distintos en carácter, pues, a diferencia de Antonio, José, además de tener la piel mucho más oscura que su hermano mayor, era dicharachero, jovial, presumido y mujeriego. Además, gustaba del tabaco, vicio que Antonio aborrecía. Era José el único que se daba el lujo de fumar en presencia del general Antonio.
José Marcelino Maceo Grajales, nacido el 2 de febrero de 1849, en Majaguabo, manejaba el machete a la zurda y el revólver a la diestra. Era un consumado tirador. De esos que donde ponían el ojo ponían la bala: bastaba un cigarro encendido en medio de la noche para que José acertara el disparo y el descuidado centinela español cayera herido de muerte. Según Antonio, entre los hombres más valientes que él había conocido estaba José, junto a Policarpo Pineda, Rustán, y Miguel, otro de los hermanos de la tribu heroica, de los hijos de Marcos y de Mariana.
El 5 de julio de 1896 cayó en el combate de Loma del Gato. Era su herida de bala número 18. Apenas cinco meses después caería su hermano Antonio de su herida de bala 26. Ambos habían cumplido con el juramento hecho en octubre de 1868 ante Cristo, por Mariana Grajales, quien obligó a todos los Maceo, padres e hijos, a arrodillarse ante la cruz y jurar luchar y morir, si fuera necesario, por la libertad de la Patria.
El León de Oriente participó en las tres guerras por la independencia de Cuba contra España. Alcanzó los mayores honores dentro del campo insurrecto y de soldado llegó a ostentar los grados de Mayor General del Ejército Libertador.
Máximo Gómez, quien lo conociera a fondo, al saber de su lamentable muerte en combate, en carta a su esposa Bernarda Toro, Manana, escribió: “Era preciso haber conocido bien a fondo el carácter de aquel hombre sin dobleces, y de rústica franqueza para poder estimarle y estimar su cariño cuando lo demostraba. El general José era todo verdad y por eso para muchos aparecía amargo”.
Y más adelante, en la extensa misiva, el Generalísimo, hombre parco en elogios, afirmaba: “Descubrí en él la grande y noble gratitud del león que la historia cuenta y entendía la grandeza de su valor admirable e intrépido cual ninguno. El español más cruel rendido al General en mitad de la refriega más sangrienta, podía contar con la vida”.
Martí, quien estimase mucho a José, y de quien recibiera como regalo el famoso caballo blanco Baconao que montaba el Apóstol aquel 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, al hablar del caudillo significaba en carta a Antonio Maceo, el 15 de mayo: “(…) el generoso José, que ya no se nos saldrá del corazón agradecido”.
Otros, como el brigadier José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de Antonio Maceo, afirmó: “(…) valiente hasta lo inverosímil, arrebatado, colérico, fiero y testarudo”. Mientras el general Francisco de Paula Valiente, quien fuera su ayudante de campo, refería que aquel león, fiero en el combate, duro para dar la muerte al enemigo en la pelea “(…) era, sin embargo, de alma como un niño ante la pena de sus compañeros, fuerte en la pelea, débil en el cariño, casi paternal, que a todos nos ofrecía”.
Tras el desembarco por Duaba, el 1ro. de abril de 1895, protagonizó una verdadera hazaña, vagando solo y hambriento por los montes orientales durante más de ocho días hasta encontrar y unirse a una fuerza cubana. Momentos épicos descritos de manera fidedigna en el serial televisivo Duaba: la odisea del honor y en la película titulada La Odisea del general José.
El mayor general Serafín Sánchez, en su condición de Inspector General del Ejército Libertador, quien medió entre José y el Consejo de Gobierno, que no lo aceptaba como Jefe de Oriente, significó: “He tenido el honor de conocer y tratar al General José. El General Gómez me lo recomendó mucho, pero no pensé que fuera tan honrado y tan patriota”.
Al caer en combate contaba 47 años de edad. Ese 5 de julio de 1896, en Loma del Gato, fue abatido de su caballo por el fuego enemigo. Atendido de inmediato por su médico, el Dr. Porfirio Valiente del Monte, falleció, aproximadamente, a las cuatro de la tarde del propio día.
Máximo Gómez, resaltó que con su muerte perdía al compañero y al amigo: “El combate significa mi duelo de guerrero por la pérdida del compañero y del amigo, que él murió en su puesto, derribado de su caballo de batalla para aparecer más alto y hermoso en la historia de la Patria”.
Mientras su hermano Antonio, adolorido por la pérdida, nunca dejó de afirmar: “Vivo por mi hermano José”, en gesto de profundo agradecimiento al hermano caído en combate.
Tuvo cinco entierros, hasta que sus restos mortales fueron depositados en el Retablo de los Héroes, en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, donde reposan de manera eterna.
Gina
5/7/18 10:15
He leido que el general José tuvo sin embargo la desgracia de ser discriminado por el color de su piel, al punto que el Consejo de Gobierno lo destituyó como Jefe de Oriente y puso en su lugar a Calixto García, por miedo a la guerra de razas, a que Antonio en Pinar del Río y él en Oriente tuvieran demasiado poder entre los dos, algo que le dolió mucho a Maceo, al que ni se molestaron en avisarle con tiempo sobre la muerte de su hermano, de la que ya se enteró cuando casi estaba por morir él también por la Patria que tanto amaron.
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