Cada vez que en el mundo se produce un hecho de barbarie, como el reciente ataque de Estados Unidos a Siria, vuelven a colación otros que le han antecedido, como el de la aldea de Lídice, en Checoslovaquia, durante la Segunda Guerra Mundial, y el de Cassinga, en Angola, hace ahora 40 años.
Masacres injustificadas que hieren la sensibilidad humana y prueban cuánto todavía queda por hacer para conseguir un mundo de justicia, equidad y respeto entre los hombres y mujeres que habitamos el planeta Tierra.
En Cassinga, aldea angoleña que acogía a refugiados namibios, sucedió uno de esos sinsentidos que ocasionó el asesinato de más de 600 personas, en un 4 de mayo de 1978 inolvidable para quienes lo vivieron y para sus sobrevivientes. Niños entonces, en su mayoría, que hoy pueden contar la historia de horror y miedo vividos ese día.
Y la pueden contar, dentro del dolor y el desprecio a los racistas surafricanos que la llevaron a vías de hecho, porque una pequeña isla del Caribe, a miles de kilómetros de distancia: Cuba, les acogió en su seno y los convirtió en personas de bien.
Hoy, algunos de ellos ocupan cargos de importancia dentro del gobierno namibio, como la señora Claudia Grace Uushona, embajadora en Cuba en el 2006 y, ahora, igualmente en Angola.
Una hija ilustre de Namibia que se siente deudora con su madre adoptiva, Cuba y con su padre tutelar, Fidel, a quien agradece haberle salvado la vida y educado en la Isla de la Juventud.
Ese día, 4 de mayo de 1978, fue un verdadero infierno en la aldea de Cassinga, una comuna del sur de Angola, perteneciente a la provincia de Huila. Los racistas surafricanos bajo el pretexto de que allí se refugiaban guerrilleros namibios de la SWAPO llegaron por sorpresa y desataron la muerte por doquier: 600 personas, en su inmensa mayoría niños, mujeres y ancianos fueron masacrados de manera inmisericorde.
En contraposición a la barbarie contra una población indefensa, de inmediato, aun bajo el fuego mortífero de los aviones Mirage de los surafricanos, una unidad cubana, radicada en Tchamutete, viajó a asistir a los namibios, como muestra de la solidaridad altruista que siempre nos ha distinguido como país.
Fue un combate desigual aquel de los cubanos contra la moderna aviación surafricana, pero nada impidió el avance de los internacionalistas de la Mayor de las Antillas hacia Cassinga.
En su libro La historia cubana en África, Ramón Armas recoge testimonios de quienes estuvieron allí en la altruista y valiente misión de salvar vidas inocentes:
“Temprano escuchamos fuertes explosiones, a lo lejos unos aviones bombardeaban y otros lanzaban racimos de paracaídas. Nos pusimos en marcha; había un largo recorrido hasta Cassinga. Al llegar a un puente cinco Mirages picaron hacia nosotros como en las películas, aquello fue candela y humo; los aviones daban vueltas sobre nosotros disparándonos y nosotros tirándoles con las seis piezas.
“En medio del fuego Angelito venía gritando: ¡Mataron a Orlando! Orlando era su jefe de pieza. Angelito traía una mano en el estómago, y por entre sus dedos querían escapársele las tripas, su cara estaba atravesada por un fragmento. Fuimos por Orlando: una esquirla le había hecho como una traqueotomía, sangraba también por una pierna, pero estaba vivo; a su lado, pero muerto, yacía Ricardo González”.
A pesar de las bajas sufridas, las tropas cubanas llegaron a Cassinga. Pocos habían quedado para contar la odisea vivida. De esos, una buena parte, por indicación expresa de Fidel vino a Cuba a estudiar.
Hace ya cuatro décadas del crimen, que fuera en su momento bastante silenciado por la prensa internacional, como cómplice de lo sucedido.
Cuba cumplió con su misión solidaria y altruista a costa de la pérdida de varios de sus hijos valiosos.
Finalmente, Namibia fue libre y desapareció el odioso régimen segregacionista del apartheid. Los sobrevivientes de Cassinga están ahora diseminados por muchos lugares y, por supuesto, no olvidan.
La masacre dejó una secuela de luto y dolor, que nuestro país atenuó con su apoyo. Son sucesos que están siendo recordados en una amplia campaña de solidaridad.
Las causas que dieron pie a un genocidio de esa magnitud no han desaparecido. La alerta del luchador antifascista Julius Fucik mantiene, por tanto, plena vigencia: “Hombres os he amado, estad alertas”
senelio ceballos
8/5/18 9:35
Saludos Lic.Narciso...Gracias por tan elocuente , historico y humano articulo!!! BRAVO!!..Gloria eterna los heroes y martires!!
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