Dos noches han marcado mi corta vida laboral. Dos noches oscuras, agitadas, amargas, larguísimas. Una de ellas aconteció hace apenas dos meses, cuando el escalofriante sonido de los vientos de Irma contra las paredes y ventanales del poligráfico habanero hicieron la del 8 de septiembre, la madrugada más larga para los cubanos. La segunda fue el 25 de noviembre de 2016.
Entonces, quiso el almanaque que coincidiera con un viernes e inmersos en la rutina productiva del cierre de una de las ediciones más seguidas de la semana, ninguna de las personas presentes en la redacción de Juventud Rebelde prestáramos atención a los televisores ni a los maliciosos comentarios que poco a poco iban haciéndose eco en las redes sociales.
Aquella bien podría ser una de las tantas y perversas “bolas”, generadas en los últimos tiempos por la contrarrevolución interna, pensamos los más optimistas. No fue hasta que los teléfonos del diario comenzaron a llamar insistentemente que el ambiente se tornó de preocupación.
“¿Es cierto?”, preguntaban angustiadas las voces al otro lado de la línea, voces procedentes de los más recónditos rincones de la isla que buscaban por aquella vía la esperanzadora negativa al mayor de sus temores.
Apenas unos minutos más tarde, las lágrimas de nuestra directora y las sentidas palabras del presidente cubano, en transmisión conjunta por los canales nacionales de la televisión, lo confirmaron: había fallecido el máximo líder de la Revolución cubana, justo el día que 60 años antes protagonizara una de las más gloriosas hazañas de nuestra historia.
Tal como el yate Granma partió del puerto de Tuxpan, en México, un 25 de noviembre, pero de 1956, esa tarde-noche había partido hacia la inmortalidad la figura que durante 57 años lideró los destinos de la nación y el pueblo todo.
Esa noche, tras el segundo anuncio transmitido —como si el primero aún se negara a ser interiorizado— el silencio inundó el espacio de una isla fidelista hasta las entrañas. Ya fuera en las calles, como al interior de los hogares o dentro del edificio donde nos encontrábamos, cortaba el aire.
Allí, ante las 16 páginas más dolorosas jamás escritas por nuestro equipo, sacaba lágrimas, robaba suspiros, apretaba el pecho, entristecía el alma.
Para la primera de mis más largas noches, aunque nunca se llega a estarlo del todo, el país se había preparado. Para la segunda, no. A un año de aquella experiencia, aún se siente el silencio.
Daiyana
29/11/17 11:42
Recuerdo que ese día había salido a pasear con unas amistades. Nos dio la madrugada lejos de la casa y nos quejamos porque no había un alma en la calle, aquello parecía un pueblo fantasma. Llegué a mi casa a las siete de la mañana y lo primero que hice fue llamar a mi mamá para decirle que ya estaba en la casa y que había llegado bien. Del otro lado del teléfono escuché entre sollozos "se murió Fidel". "Mami, ¿cómo que se murió Fidel?!!! "Sí, pon el televisor"- alcanzó a decirme antes de que un nudo le cerrara la garganta y colgó el teléfono. Ahora todo tenía sentido: lo que parecía un pueblo fantasma era un pueblo de luto. Todos los medios se hicieron eco de la noticia y creo que nunca en mi vida lloré tanto.
Mi hijo de cuatro años me preguntaba que por qué Fidel se había muerto, y allá iba yo a decirle que fue porque estaba muy viejito. ¿Cómo se le explica a un niño tan pequeño que Fidel murió pero su ejemplo vive?
Enrique
26/11/17 15:43
https://soundcloud.com/user-594850538/hoy-en-la-habana
Marielos Castro Umaña
24/11/17 15:11
Cómo admiro a ese hombre. Una de las mentes más preclaras del Planeta. Esa noche para mí fue triste. Estaba tratando de digerir la muerte de Fidel cuando una llamada me avisa que mi hermana Xinia sufrió un infarto. Y empezó el fin del fin... falleció dos meses después... De Fidel recuerdo muchas cosas. Su respuesta a Ignacio Ramonet de si seguía siendo un soñador... no solo era un hombre que tuvo el privilegio de ver sus sueños convertidos en realidad (Biografía a dos voces)... Algún día sueño con ir a su tumba y presentarle mi admiración y respeto así como recorrer las calles de su amada Habana.
ele
24/11/17 12:56
Aún se siente el silencio, no solo de aquella larga noche, sino de todos aquellos largos días. Es cierto que no podíamos prepararnos para ese acontecimiento, pero que orgullo al constatar la respuesta del pueblo, en especial de los jóvenes. Ese fue, el resultado de sus enseñanzas. ! Yo soy FIDEL!
sachiel
24/11/17 11:14
Exacta la descripción, que seguro miles comparten. Muchos inclusive nos enteramos al amancer del sábado, por diferentes motivos, pero sobre todo porque no faltaron las llamadas de otros nosotros que querian compartir tan indescriptible dolor, y la fuerza para continuar. Lágrimas corrieron, si, porque nos acostumbramos a sentirle eterno. Nuestra bandera, pequeña y solitaria en medio de la cuadra, ondeó en mi balcón todos esos dias de recogimiento, y quien se atrevió, en su ruindad moral, a intentar elevar el tono más de lo debido (lo hubo), fue severamente amonestado por familiares y vecinos.
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