Embauques y verdades

La inclinación del conflicto armado que largamente fabricaron Washington y sus maleables socios euro occidentales en Ucrania, no es al jolgorio. El azuzado Oso Misha se ha encargado de aguarles la fiesta y sigue de dueño absoluto de la situación.

Y no es solo el criterio de este y otros autores. Desde el otro bando publicaciones como el periódico británico The Guardian, aseveran que “las cosas no van según lo planeado” para Joe Biden y los moldeables líderes del oeste del Viejo Continente.

Apegado a una táctica de avance terrestre seguro y bien meditado, combinado con puntuales y severos golpes de sus misiles de última generación contra las “reservas” de hombres y armas que Occidente desembarca a mares para “salvar” a Kiev, el Kremlin va ampliando los espacios liberados del Donbas, sumando otras áreas estratégicas, consolidando la seguridad de Crimea y los mares Negro y de Azov, devolviendo la vida a ciudades devastadas por el enemigo como Maríupol, y eliminando a los grupos neonazis y las más expertas e irremplazables tropas del enemigo. Esa es la realidad.

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Del otro lado, la propaganda masiva de medios pagados e inconsecuentes con sus públicos, la del tráfico de ilusiones, machaca la validez de seguir armando a Ucrania, incluso con baterías coheteriles Made in USA de largo alcance que, según el propio Biden, un Kiev, tan pundonoroso él, “ha prometido no usar contra territorio ruso”, y que no pocos estiman que seguirán la ruta de otros muchos “decisorios” artilugios bélicos ya hechos polvo por las salvas de los combatientes de la Operación Z.

De todas maneras, Moscú ha  sido claro en que un desliz de puntería con los nuevos sistemas de misiles gringos implicará el ataque directo de Rusia sobre los mandos oficiales de las tropas ucranianas, desde el propio Ministerio de Defensa hasta su Estado Mayor Central…y guerra avisada…

Los malabares, por demás, siguen proyectando y denotando todo el turbio entramado que les sustenta. Washington usa deliberadamente a Ucrania y su gente como munición desechable  para intentar golpear a Rusia (y a China) como sus dos grandes rivales geoestratégicos, mangonea a los europeos del oeste y les hacer cargar con un severo lastre económico y militar que acentúa el riesgo de un conflicto regional bien alejado geográficamente de los Estados Unidos (destinado a cosechar las cenizas de los ajenos), deleita al complejo militar industrial gringo con masivos encargos bélicos y, con la notoria falta de control sobre las armas destinadas a Ucrania, alimenta el mercado negro  de pertrechos donde no pocos personajes de Kiev están implicados hasta el cuello.

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No por gusto, entidades policiales como Europol e Interpol han advertido por estos días  que buena parte de los lotes bélicos remitidos a suelo ucraniano por Occidente  terminarán finalmente en manos de malhechores en el Viejo Continente y más allá.

Para Jurgen Stock, secretario general de la Interpol, el “desproporcionado flujo de armas por parte de Occidente hacia Ucrania solo empodera a los grupos criminales involucrados en el conflicto.

El funcionario acotó que “incluso las armas pesadas utilizadas por los militares podrían estar disponibles para estas mafias en el mercado ilegal.”

“Esto ocurrirá, no tengo ninguna duda. Mientras hablamos los traficantes ya están centrándose en eso”, concluyó Stock.

¿Será que acaso los que “cifran esperanzas” en una “derrota de Vladímir Putin” haciendo de Ucrania un caótico arsenal no tienen idea de lo que habla tan alto cargo policial, o es que acaso, y cuando menos, prefieren desviar la mirada para ni enterarse del peligroso chanchullo que están propiciando?

Por lo pronto, según apuntó la publicación Le Haine a fines de mayo último,  “el presidente ruso Vladimir Putin no tiene ninguna prisa por poner fin a este entuerto que está arruinando y pudriendo hasta la medula al ya de por sí decadente Occidente.”

“¿Por qué debería apurarse? agrega Le Haine.  Al fin y al cabo lo hizo todo desde 2007 para llevarnos bien y fue totalmente rechazado. Así que ahora es el momento de sentarse, relajarse y observar la debacle del oponente.”