Emigrar no debería ser un pecado. Milenios antes de que el hombre poblara el planeta, otras especies, por puro instinto o por las urgencias naturales, ya se movían masivamente de un espacio geográfico a otro en desplazamientos que todavía subsisten, y que admiran y resultan objeto de no pocos estudios.
Y el hombre desde sus origenes (heredero de muchas de las propensiones del reino animal) ha resultado también un neto emigrante, pero con el exclusivo y deferenciador ingrediente de su desarrollo mental. ¿Acaso no se explican hoy así el poblamiento del orbe y el surgimiento y desarrollo de las diferentes razas?
No obstante, el uso del intelecto no ha tenido siempre como consecuencia obras y acciones sanas y positivas. De manera que la inclinación a cambiar de espacios en busca de una vida más llevadera, por la acción de eventos amenazantes, o por neta voluntad propia, se ha convertido en uno de los asuntos más manipulados en la historia, a cuenta de los trillos retorcidos inducidos a la expansión de nuestra especie en materia de estructuración económica, política, social o filosófica.
Y es que somos una poderosa civilización tecnológica, pero con grandes máculas promovidas por percepciones, interpretaciones, intereses e inclinaciones malsanas o erróneas, que han desvirtuado por completo nuestros diferentes escenarios materiales y espirituales.
Y ahora estamos aquí, frente a un planeta saqueado en exceso, dividido en incontables parcelas, plagado de desconfianzas, temores y riesgos mayúsculos, y donde los peores intereses siguen entronizando daños, prejucios y visiones malsanas ligadas a sus estrechas conveniencias.Y la emigración cae dentro de esa materia prima utilizable de manera oportunista y ruín.
De modo que al tiempo que algunos estigmatizan y crean odios contra aquellos que buscan nuevos horizontes, muy poco se dice de la descarnada violencia y las grandes injusticias y prejuicios instigados y materializados históricamente por esos propios intereses, de manera de propiciar los gigantescos abismos de vida y oportunidades que enfrenta nuestro mundo de hoy, y que empujan a millones de seres humanos a huir de sus raíces en el intento de sobrevivir y progresar.
Una crisis humanitaria que, según los más recientes datos de entidades internacionales, elevó en más de 13 millones el número de refugiados globales en los últimos doce meses a cuenta de las guerras y desavenencias inducidas por intereses foráneos en áreas de alta sensibilidad geoestratégica, por lo que en ese período más de 65 millones de personas se vieron forzadas a escapar de sus espacios de origen.
Realidad que, por demás, coloca hoy el número mundial de emigrantes en una cota que bien puede sobrepasar los 250 millones de personas, no pocas de ellas víctimas de prácticas discriminatorias, tráfico ilegal, racismo y toda suerte de malos tratos.
Y Cuba, por supuesto, no es ajena a estos trajines, y las dificultades, tensiones, interpretaciones, actuaciones y conflictos de toda índole ligados en gran medida al intento de sobrevivir como nación independiente frente a intereses históricamente hegemónicos, han tenido sus repercusiones importantes en materia migratoria.
Ahora mismo, por ejemplo, y a pesar de las promesas de mutua convivencia civilizada, Washington insiste en propiciar a los ciudadanos cubanos un tratamiento privilegiado frente a la gran masa de personas de otras latitudes que pretende llegar a los Estados Unidos, como forma de alentar la ilegalidad en un tránsito bilateral que debería ser seguro, estable y debidamente estructurado.
De manera que para buena parte del millón cien mil nacidos en Cuba que residen en territorio norteamericano, según cifras del propio Buró del Censo de EE.UU., las condicionantes locales son más favorables que las que se aplican a otros extranjeros.
La misma entidad asegura que, con todo, los isleños suman apenas 3,7 por ciento de los emigrados latinoamericanos radicados en USA, frente a más de 64 por ciento proveniente de México, por ejemplo.
De modo que el caso cubano sigue siendo uno de los ejemplos más notables del uso del tema migratorio como instrumento de presión política, aún cuando a estas alturas, y a partir de recientes entuertos humanitarios regionales derivados de su alcance y aplicación, un importante grupo de naciones latinoamericanas han solicitado a la Casa Blanca que revise tales medidas propiciadoras del flujo ilegal de cubanos.
Elena de troya
16/9/16 20:29
Dalia ,Pedro y Olga yo les pregunto a los tres por que los cubanos prefieren correr riesgos tan graves como tirarse la mar e irse por otros paises corriendo riesgo de perder su vida a tener una casita y vivir bien como dice pedro que no se a que se refiere el con esa frase ,tendra todos sus problemas resueltos ?
Dalia
7/9/16 17:25
Cuanto dolor se siente cada vez que en un medio de comunicacion se publican episodios dramaticos sobre la inmigracion de personas a otros paises debido a la falta de garantias de vida en sus paises de origen y ver que en su gran mayoria son personas jovenes y niños los que arriesgan a diario sus vidas por ir en busca de una vida decorosa. Cuando uno vive en un pais como el nuestro donde el salario devengado no es quien define como es que vive el cubano y todos los dias conocemos de jovenes que arriesgan sus vidas cruzando el golfo en busca de un futuro mejor y muchos perecen en el intento, entonces nos preguntamos: Cuando el gobierno tomara medidas reales para evitar la huida de nuestros compatriotas?. No debemos achacar mas las causas a leyes externas pues a nadie, a nadie le gusta tener que abandonar su pais para buscar en otro poder vivir honradamente. Gracias.
Olga
8/9/16 9:45
Y yo me pregunto entonces Dalia ? Si no existiera la Ley de Ajuste Cubano esos jóvenes de los que usted habla se lanzarían al mar??? Más que la necesidades que puedan existir en un país u otro, yo creo que los Estados Unidos y esa ley absurda, que no favorece a ningún otro estado en el mundo solo al nuestro, son los principales culpables de tantos cubanos hayan muerto en el mar.
Pedro
14/9/16 8:13
Olga si tu vives bien en tu casa no tienes nada que buscar en otra parte, asi de simple, no se puede tapar el sol con un dedo.
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