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lunes, 18 de noviembre de 2024

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Elizabeth Correa, jefa del Proyecto DOCTUS VIII del ICID, considera que el reencuentro entre Cuba y los Estados Unidos podría ser beneficioso para el desarrollo de la ciencia cubana...

Yanel Blanco Miranda en Cuba nos une 03/05/2015
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Elizabeth Correa recorre cada mañana los pasillos del Instituto Central de Investigación Digital (ICID) donde trabaja desde 2009.

Con tan solo 28 años, lleva sobre sus hombros la responsabilidad de liderar el Departamento de Equipos Médicos II, además de ser la jefa del Proyecto DOCTUS VIII (aparato capaz de medir hasta ocho parámetros fisiológicos).

Cuenta que entrar a esa institución fue una decisión personal tomada gracias al consejo de dos de sus profesores del curso para  trabajadores de la carrera de Ingeniería informática, al que tuvo que trasladarse desde el regular diurno, debido a problemas personales.

“Ingresé como reserva científica en un departamento que en aquel momento tenía el nombre de Sistemas Digitales I y que se ocupaba fundamentalmente del DOCTUS, en su versión VI”, explica.

“Desde entonces he estado trabajando en el software de nivel superior. Primero el seis, luego el siete (con el que obtuvimos premio en el evento Informática 2013) y ahora el ocho, que brinda nuevas posibilidades”.

Siempre a la búsqueda de ideas originales y soluciones atrevidas a problemas técnicos y otros propios de su cargo, Elizabeth comenta que el DOCTUS constituye un proyecto muy dinámico, razón por la cual debe estar pendiente de temas puntuales como la falta de algún componente o complicaciones en la puesta en marcha y fabricación de los instrumentos.

“Laboro con un grupo de alrededor de 15 personas, encargadas de desarrollar tanto el diseño de hardware, el de mecánica industrial y el software de nivel superior,” explica. “De ahí que las reuniones para escuchar las sugerencias y tratar de viabilizar las tareas de las diferentes esferas, sean constantes”.

Aquellas pequeñas cosas

Elizabeth es una mujer delicada;  sus suaves maneras nos hacen recordar a aquellas de los años 20 del pasado siglo. Sin embargo, la pasión y seguridad con que habla de su carrera y de los obstáculos que enfrenta a diario, descubren a una persona fuerte y decidida. Lo que atribuye a la crianza que tuvo en su natal Quivicán, municipio de la actual provincia de Mayabeque.

“Tuve una infancia maravillosa. En mi escuela participaba en todas las actividades culturales y las galas que se hacían. Incluso, a veces intervenía en las de otros centros educacionales”, rememora.

La Gimnasia MusicalAerobia, pasatiempo que debió equilibrar con las clases, también formó parte de su vida. Evoca con agradecimiento el total apoyo de sus padres, en especial el de su madre, sin el cual no hubiera podido llevar ambas acciones.

“Mi mamá fue la figura más importante para mí. No recuerdo una actividad, fiesta o un dolor sin que ella estuviera presente. Hasta en la adolescencia, cuando bailaba las fiestas de quince, siempre continuó ahí y pienso que eso fue positivo en mi desarrollo”, revela Elizabeth.

Su papá también constituyó un ejemplo a seguir. Graduado en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría (CUJAE) de Ingeniería química, influyó en sus decisiones profesionales.

“Desde pequeña me gustaron las ciencias, la matemática, la física, la química y el mundo de las computadoras. Una de mis metas era estudiar donde mismo lo había hecho mi papá. Así que cuando tuve la oportunidad de escoger, opté por la ingeniería en informática en la CUJAE”, explica. 

19 días y 500 noches

Alegrías y sinsabores acompañan la carrera de esta profesional de la biomedicina: días de mucho estrés y noches de desvelos para obtener los niveles de calidad requeridos.

“La esfera en que nos desempeñamos es difícil porque no se pueden cometer errores, o al menos hay que tratar de no cometerlos; pues en el proyecto se conciben equipos de soporte de vida humana y cualquier desperfecto podría implicar la muerte de un paciente o el desprestigio de nuestra empresa”, señala Elizabeth.

También comenta que le parece preocupante el desconocimiento que sobre estos adelantos científicos y tecnológicos autóctonos existe entre los universitarios, lo cual les impide visibilizar oportunidades de trabajo y realización personal.

“Es importante estrechar el vínculo entre los centros de investigación y las universidades. Invertir en todo el conocimiento que se adquiere en las carreras y mostrarle a los estudiantes, que aquí dentro tenemos muchísimas posibilidades de desarrollar la ciencia y hacer equipos tan buenos como los de otros países”.

La noticia de las conversaciones por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, también ha generado polémica y expectación entre los jóvenes del sector científico.

Elizabeth Correa considera que el reencuentro entre los dos países podría ser beneficioso para el desarrollo de la ciencia cubana, pues “lograríamos abaratar los precios de costo de las piezas y productos que tenemos que comprar para fabricar nuestros implementos médicos”.

“Hasta el momento, las negociaciones para obtenerlos deben realizarse a través de terceros y resultan muy costosas. Pero, en un futuro, podríamos no solo importar sino vender los productos que elaboramos, trascender el mercado nacional,  que es una de las limitaciones que tenemos ahora”.

Para ella, cada proyecto deberá ser necesariamente como un alumbramiento, con toda la familia unida alrededor de la criatura. De esa interacción en la que todos cuentan nacerá una mejor ciencia y un mejor país.


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Yanel Blanco Miranda


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