Quienes vivimos en Cuba, país insular, los viajes a la playa con la llegada de la temporada estival constituyen tal vez la más recurrida entre las opciones recreativas para esta época.
Luego de que el pasado 18 de junio de 2020 comenzara a aplicarse de manera gradual, el plan de medidas aprobado por el Consejo de Ministros para la etapa de recuperación post COVID-19 en Cuba; miles de cubanos regresaron a los balnearios.
Sin embargo, la vuelta a los demandados destinos nacionales de sol y mar está sujeta al cumplimiento estricto de un conjunto de medidas, según lo establecido en el documento Etapa de recuperación post COVID- 19, medidas a implementar en sus tres fases".
Así, en cada una de las tres fases marcadas se establece como un elemento común a todas solo permitir el acceso a las playas evitando las aglomeraciones; así como mantener, mediante equipos de la Policía Nacional Revolucionaria y voluntarios, la vigilancia y estricto cumplimiento de la disciplina y el distanciamiento físico.
Hace solo unas semanas atrás, cuando las cifras apuntaban hacia una situación epidemiológica favorable en todo el territorio nacional, incluso en La Habana, los principales actores de gobierno local y provincial enfatizaban en el refuerzo de las medidas organizativas e higiénico-sanitarias en los destinos veraniegos para evitar la propagación de la pandemia.
Se supo además que, a propuesta del Consejo de Defensa de la provincia de Matanzas (CDP) y con la aprobación de las máximas autoridades cubanas, el acceso a Varadero quedaría limitado para evitar la propagación de la COVID-19.
Pasaría un tiempo muy corto, y la aparición de nuevos casos en la provincia de Artemisa resultado de un evento de transmisión local con epicentro en el municipio de Bauta demandó inmediatamente la aceleración de un conjunto de acciones entre ellas el cierre de las playas de Caimito y Bauta.
Otra vez las autoridades cubanas llamaban la atención a la disciplina y el comportamiento individual con apego a lo establecido. Lo cierto es que ante la propagación del virus se requiere de un esfuerzo organizativo y más rigor en la exigencia de las acciones dispuestas, más aún si se entiende que la población busca en los balnearios el espacio para la diversión y entretenimiento donde suelen intercambiar un número elevado de personas.
No solo dentro del territorio nacional se advierte sobre el peligro al que nos enfrentamos cuando se violan normativas tales como el distanciamiento físico en estos lugares.
De acuerdo con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es "muy poco probable" infectarse con el virus SARS-CoV-2 por estar en contacto con el agua durante las actividades recreativas habituales en las piscinas o playas.
Sin embargo, este organismo ha incidido en que la principal vía de transmisión —también en la playa, en los ríos, las piscinas o los lagos— son las secreciones respiratorias que se generan con la tos, los estornudos, y el contacto de persona a persona, por lo que las recomendaciones que se deben atender en esos sitios son las mismas que en otros lugares.
El CSIC señala que las aglomeraciones que pueden darse, así como los objetos de uso común, pueden continuar sirviendo de mecanismo de contagio.
Pues nada, que, hasta esa forma recreativa, tradicional en Cuba, también llegaron los efectos del coronavirus y, por ende, las medidas para evitar el contagio.
Por eso es válido recordar que aquello que como individuos nos toca hacer no podrá ser sustituido por ninguna medida de Estado, por lo que la conciencia y la disciplina son esenciales en todo momento y en cada lugar.
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