Ese es el título de una película española dirigida por Enrique Martí Maqueda, en 1977; protagonizada por Rocío Dúrcal y Bárbara Rey. Y es la frase sutil que salta, entre los dos personajes, Laura y Marta, cuando el acercamiento erótico sexual entre la pianista que huye de su marido abusador y la vedette, es inminente.
La película provocó escándalo, pues algunas escenas no escondieron el drama de dos mujeres que se atraen. La propia Rocío Dúrcal, tuvo luego que recoger hilo para no dañar su carrera artística.
En la historia de la humanidad, en muchas culturas y pueblos, no ha sido fácil ser mujer, y al mismo tiempo lesbiana. A Safo de Lesbos, no pudieron arrancarle su lírica ni sus preferencias sexuales; aunque no sabemos si al final, se arrojó por el abismo enamorada de Faón.
Lo que sí perdura es aquel poema que escribe a una de sus muchachas al verla cortejar a un hombre: …“me invade un frío sudor y toda entera / me estremezco, más que la hierba pálida / estoy, y apenas distante de la muerte me siento, infeliz”
Platón, el filósofo que admiró a Safo, nos dejó entre sus Diálogos, El Banquete, donde se discute sobre la esencia del amor. Aristófanes, uno de los invitados, dice que antes no había dos, sino tres sexos: las mujeres, los hombres y los andróginos, es decir seres con dos sexos.
Su forma era redonda y tenían dos cabezas y dos cuellos, cuatro brazos y cuatro piernas y dos genitales. Eran seres fuertes y seguros, pero cuando se volvieron demasiado poderosos para Zeus, con el rayo los partió en dos mitades. Desde entonces, todos buscan su otra mitad. Y por eso el amor es, “la búsqueda de su semejante”.
Los antiguos griegos no tenían ningún problema con la homosexualidad; aunque sí con el poder de género. Platón da gracias a Dios por no haberlo hecho ni esclavo, ni mujer. Este asunto no solo era de los griegos, sino de los antiguos chinos:
En la obra de Yuval Noah Harari, De animales a dioses, nos regala un texto antiguo, en huesos de oráculos, que datan de 1200 a.C. Y que se usaban para adivinar el futuro. En uno de ellos había grabado la siguiente pregunta: ¿”Será venturoso el parto de la señora Hao”?
A la que respondía: “Si el niño nace en un día ding, venturoso; si nace en un día geng, muy afortunado” Sin embargo, la señora Hao dio a luz un día jiayin. El texto termina con esta inapelable observación: “Tres semanas y un día después, en un día jiayin nació un hijo. No hubo suerte. Era una niña”.
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El menosprecio por la mujer, enfrentó a atenienses y espartanos; los primeros eran muy estrictos con las mujeres, negando la libertad de asomarse a las ventanas; los segundos, dan los derechos hasta en el modo de vestir: “Ustedes son las únicas mujeres que dominan a los hombres”, dice una ateniense a una espartana; y esta le responde: ¡“No, somos las únicas mujeres, que parimos hombres”!
Ser mujer, y homosexual, ha sido la doble carga de los estigmas patriarcales. Ser mujer, y tener útero, y clítoris. He ahí un pequeño órgano biológicamente superior: ocho mil terminaciones nerviosas y extrema sensibilidad; parece un regalo para el placer: algunos hombres y culturas, por envidia o poder, prefieren el castigo de quemarlo, como a un hereje en el fuego de la Inquisición.
Dicen que Cristóbal Colón descubrió un Nuevo Mundo; y que el médico, Mateo Colón, descubrió el Clítoris. En verdad, ni Cristóbal ni Mateo descubren, encuentran. Los aborígenes y las mujeres sabían de tierras y cuerpos que estaban ahí, en el silencio de una historia.
Si nos asomamos al mito de Tiresias, tropezamos con una curiosa historia: El famoso adivino se encuentra con dos serpientes que se aparean; mata a la hembra y se convierte en mujer. Siete años después, se encuentra con las mismas serpientes en iguales circunstancias, y con el bastón mata al macho; y Tiresias regresa a ser varón.
Por haber vivido la experiencia de los dos sexos, los dioses del Olimpo lo llaman para resolver una disputa: ¿quién goza más en el sexo, el hombre o la mujer? La respuesta enrojece a Hera, la mujer de Zeus: ¡El hombre goza una décima parte de lo que goza una mujer!
Estoy en la sala inmensa de un teatro, veo cómo una mujer mira a otra; y no se sienten extrañas, se entregan y regalan la ternura; me conmueven, y desfilan estos versos: Eva fue / dos veces Eva / el día que dejó / de ser costilla / y la noche que borraron / la mitad de su sombra.
Y es que hay mujeres y hombres que ya no se sienten extraños. Se abre la puerta del closet; el amor que buscan no le es ajeno, se abrazan y funden, encuentran al fin, la vieja mitad perdida en el laberinto y el abismo.
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