Durante la última tregua que la COVID-19 “regaló” a La Habana, mi novia y yo llegamos una tarde a los almacenes del puerto, donde se estaba desarrollando la puesta en escena de “Oficio de isla”, pieza teatral dirigida por Osvaldo Doimeadiós.
La gran nave, que en tiempos normales funge como una pintoresca plaza de artesanos bajo techo, mostraba un halo de penumbra acentuado quizás por la desaparición periódica del sol o tal vez por la humedad desoladora que acompaña a las jornadas de fin de año, cuando las ventiscas del norte maquillan nuestra temporada seca con invernales tonos.
Nos posicionamos al extremo de una pequeña multitud. Cuando todos comenzaron a subir (el escenario estaba en el segundo nivel), nos percatamos de que era preciso sacar tickets en alguna casilla que, a esa hora, se nos antojaba enmarañadamente oculta en aquel laberinto de kioscos clausurados.
Un señor de elegante vestir notó nuestra preocupación y se acercó. Explicamos que se nos había pasado comprar las entradas y que en ese instante que corría no encontrábamos el estanquillo de ventas. Nuestro interlocutor insistió en que no nos iba a dar tiempo regresar antes de que la obra iniciase, “así que no se preocupen y suban. Díganle al muchacho que recoge los tickets que ustedes son mis invitados”.
Al acabar la puesta… nos volvimos a cruzar y aprovechamos para reiterarle el agradecimiento. El señor solo preguntó si nos había gustado y, ante la sincera afirmación, correspondió alegando que ello resultaba lo más importante.
Doce meses atrás, el 31 de diciembre de 2019, recibí la visita de mi madre para pasar el fin de año. A media mañana, ella, con su amorosa ironía, me mostró que en la despensa no quedaba ni un poco de arroz y… bueno… una cena de 31 sin arroz…
Con la vergüenza y el bochorno haciendo mella, prácticamente sin esperanzas, salí corriendo del apartamento con una jaba de nailon y algo de dinero. La bodega estaba cerrada, pero uno de los dependientes aguardaba fuera.
–Socio, ¿tú no sabes dónde pueda conseguir un poco de arroz? Es que la vieja vino a pasar el fin de año conmigo y yo, de bruto, no advertí a tiempo que no tenía.
El hombre me miró de arriba abajo, pensando quizás que aquello era el colmo y acabó diciendo: “entra para acá a ver cómo te resuelvo”.
Sobre la bandeja de la pesa dejó caer dos palas del blanquísimo grano… e iba a seguir si no lo freno, señalando que con eso ya era más que suficiente.
–¿Seguro?– inquirió incrédulo el bodeguero.
–Sí, sí. Tranquilo.
Aún sin creer que había logrado conseguir arroz un 31 de diciembre, le pregunté al dependiente cuánto le debía y este se apresuró a negar con la cabeza y la mano, mientras decía: “Chama, olvídate de eso y avanza”. Le insistí, pero la reacción continuó siendo la misma.
El domingo 29 de septiembre de 2019, apareció en esta revista, bajo mi firma, una crónica que aludía a la solidaridad de disímiles choferes que posibilitaron que mi abuela, una guajira divorciada con dos hijos que mantener, viajara a diario más de veinte kilómetros de ida y más de veinte kilómetros de vuelta, entre la casa y el trabajo, durante años, muchas veces sin tener un centavo en la cartera.
Durante aquellos mismos días de 2019, todos padecimos la infernal crisis de combustibles, conocida de forma popular como “Coyuntura”. A la escuela y al trabajo, siete de la mañana y siete de la noche, respectivamente, logré llegar la mayor parte de las veces en tiempo gracias a la sacrosanta “botella”.
Compartí asiento con coroneles del Ministerio del Interior, con linieros de Etecsa y con camioneros bonachones que me contaban la mitad de su vida en pocas pisadas de acelerador. Igualmente, más de una chapa particular, con aire acondicionado y todo, tuvo a bien adelantarme.
A su vez, el jueves 11 de marzo de 2020, publicábamos en Cubahora la escueta historia de un joven que, en una parada de ómnibus, a las once y treinta de la noche, colocó dos pesetas en las manos de un anciano que al parecer no traía consigo dinero alguno. El señor aceptó humildemente. Casi no lo creía. No lo había pedido.
Estas breves anécdotas de cooperación desinteresada, gestos de buena fe, “salves”… me llegan a la cabeza para contrarrestar la escalofriante incomodidad que me produjo, en horas recientes, la imagen que con análogo dolor compartió un amigo.
“Si no tiene los dos pesos no suba al ómnibus”, podía leerse en un papel pegado al parabrisas de la guagua que protagonizaba la instantánea.
Yo sé que hay que pagar. ¡Claro que hay que pagar! Pero tantas veces no he tenido encima esos dos pesos y he necesitado llegar… tantas veces me ha salvado la franca mano del desconocido empático…
Entonces veo ese cartel que resulta en sí mismo una gran barrera, esa hoja rectangular tatuada con la crudeza de quien transporta monedas y no seres humanos… y siento que mi pulso se transforma en el pulso de alguien triste. Por ello me encorvo y escribo, para que no se me olvide que somos más que eso.
Josue Acosta Perez
21/3/21 9:23
Yo espero que un día este país escuche a su pueblo y logre entender a a 2 pesos una guagua no vale ..ojalá que esto cambie y se logre poner a 1 pesos q es lo q verdaderamente todos creíamos q iba a costar . Pero bueno el pueblo manda hasta un punto y eso lo sabemos.. Es mi opinión y no quiero q nadie se ofenda con lo q pienso ..eso siempre a sido legar ...
Carlos de New York City
21/3/21 13:50
JOSEU ACOSTA : Tambien tenemos que consciderar y mirar su Trabajo , si el transporte es de el, Entonces miremos que tiene que estar horas encima del timon , y con la responsabilidad Civil y Humana en cargar pasajeros, Luego supongo que el tenga que pagar sus IMPUESTOS en Cuba y ademas : la Gasolina (o) el petroleo , Tambien despues de esas responsabilidades le quedan por ende que al ser dueño de su Vehiculo " tiene que Pagar por sus arreglos, mantenimientos y demas. Tampoco Podemos " METER contra la PARED a los que se dedican a este NEGOCIO en mi Cuba querida " ya que bastante Resuelven y mas que UTDS han Tenido que vivir BAJO un CRIMINAL Bloqueo Economico ! a ese hay que pedirle que No sea mas el Culpable de que utds como Pueblo y el Gobierno de Cuba sufran todas estas calamidades economicas y Sociales" Ese es el Verdadero Culpable de porque el chofer Tiene que Cobrar sus dos Dollares, NO podemos ser Egoistas sin Mirar tambien sus problemas Personales y lo Dificil que es en Nuestra Cuba Mantener un equipo automotor ! DIGAMOS ABAJO Criminal Bloqueo ECONOMICO que afecto al Transporte en Cuba desde el primer Dia ! ( MI comentario a sido contra la Groseria y Egoismo de Poner un cartel ! Como si el mismo Pueblo VCubano y todo ser Humano no supieran que el transporte no es de gratis >
Carlos de New York City
21/3/21 9:17
Si yo contara mi Historia no la IRIAN a creer ninguno de aquellos que no Conocen de mi Trayectoria en la Vida mia,mas tampoco , la contaria porque no me sentiria bien conmigo mismo ,pero conociendo al Hombre desde lejos cuando lo veo Llegar , se que este mismo quien PENSO en Poner su cartelito de " no subas si no Tienes los 2 Pesos " Esta en su derecho , nadie le quita su deseo de mostrarse ante la vida y aquellos que vivimos llenos de humildad y amor por los demas " que este TRATANDo de hacerse el Duro y el que tiene Porque lo PREGONA antes de subirse cualquiera a su medio de transporte " que es lo vale su Vida en lo Interior de su alma " porque yo Puedo cobrarle a cualquier mi Trabajo y medio de Transporte, RESPETO a todos aquellos como Ciudadanos que se que ellos saben que vale un medio de Transporte Hoy dia en mi Cuba querida < pero no les FALTARIA el RESPETO al viajero con este CARTEL porque ya el mismo CARTEl diria de su Persona Grosera y Egoista,que lo que vale es el mismo esos dos pesos. Es Una FALTA de RESPETO a ese mismo Pueblo de El , Su Trabajo vale , su transporte es de el , Pero el no Puede dudar de los mismos CONSCIUDADANOS de el que alguien fuera a subirse y no Tubiera los dos PESOS" no se si me entienden lo que quiero decir " ES una GROSERIA de parte de el como ser humano y eso es lo que el mismo Vale en su Vida "
Senén Alonso Alum
22/3/21 10:43
Muy bueno el texto: una visión acertadamente crítica en comunión con un anecdotario que remueve la fibra sentimental. Aún así, no creo que la "culpa" mayor sea del chofer, mera marioneta de los designios superiores. "La falta de solidaridad" no puede ser achacada a él solamente, como si alguien que (sobre)vive detrás de un timón pudiera disponer de su contorno económico, político. La culpa llega de instancias superiores, de quienes (des)ordenan las dinámicas internas del país. El chofer es solo un chivo expiatorio, comodín culposo, que limpia de responsabilidad a los que detentan el poder en Cuba, los únicos que toman decisiones. Antes, en la era se los 40 quilos, el chofer podía "salvarnos"; ahora, bajo la dictadura de los dos pesos, él también necesita un "salve". Unámonos y no dilapidemos energías en señalarnos entre nosotros. Gracias por su tiempo. Que tengan un buen día.
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