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lunes, 25 de noviembre de 2024

Nido de cocodrilos (+Fotos)

En el criadero de Cayo Potrero, Isla de la Juventud, se preserva al Crocodylus rhombifer, especie cubana...

Marina Cortés en Exclusivo 02/03/2012
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Criadero de Cocodrilos 03
Crocodylus rhombifer o cocodrilo nacarado.

El mundo de los cocodrilos es fascinante. Por su naturaleza, estos imponentes animales atraen la atención de muchísimas personas e instituciones del mundo, que no escatiman esfuerzos y recursos en conservar una de las especies más longevas de la Tierra, casi contemporánea con los dinosaurios.

Esos empeños conservacionistas incluyen a Cuba, pues de las 23 especies reportadas en el orbe, tres se encuentran presentes en nuestro territorio y una de ellas es endémica, el Crocodylus rhombifer, cuya piel de tonos amarillos jaspeados le ha valido la denominación de cocodrilo nacarado.

A causa de la acción irresponsable del hombre y de los eventos climáticos que azotan la zona este reptil del orden Crocodilios se encuentra actualmente en peligro de extinción.

Por eso entre las medidas destinadas a su protección figuran su cría en cautiverio, la reintroducción de ejemplares en áreas protegidas y los proyectos de vigilancia y captura.

Además, desde mediados de la década de 1980 se desarrollan estudios sobre las poblaciones silvestres del cocodrilo cubano, protegido por las normas de la Convención Internacional para el Comercio de las Especies en Peligro de Extinción y localizado solamente en la Península de Zapata, provincia de Matanzas, y en la Ciénaga de Lanier, Isla de la Juventud.

En ambos lugares existen centros de cría en cautividad de esta especie —cuyos individuos pueden medir 2,20 metros y vivir más de 70 años— con vistas a conservarla y aumentar sus poblaciones.

“Aunque es muy peligroso, me gusta mi trabajo,” dice Raúl López Figueredo, quien desde hace más de diez años trabaja en el único criadero destinado a proteger al cocodrilo cubano en la Isla de la Juventud.

Como parte de un equipo conformado por una bióloga y otros trabajadores, López Figueredo está encargado de velar por el desarrollo de los animales en dicho centro de la Empresa Nacional de Flora y Fauna, ubicado en Cayo Potrero, a 35 kilómetros de Nueva Gerona, capital del municipio especial.

Según cuenta, la parte más peligrosa de su labor se relaciona con el desove de las hembras, pues si en su recorrido diario nota que ya existen huevos en los nidos, debe recogerlos y así evitar que recién nacidos sirvan de alimento a los demás animales.

La peligrosidad se debe a que una característica de los cocodrilos, bien marcada en el cubano, es el cuidado que prodigan a sus nidos y crías. Durante la incubación, la hembra permanecerá muy cerca del nido y se arrojará ferozmente contra toda persona o animal que se le acerque.

“Al corral deben entrar seis hombres con varas para amarrar al animal, que por lo general pesa alrededor de 300 libras y deposita de 30 a 40 huevos. Bajo ningún concepto puedes ir solo a sacar los nidos. Los hombres que te acompañan cuidarán tu vida. Ninguno debe tener miedo y el que lo tenga, no puede trabajar aquí”, precisa Raúl.

Luego, los huevos son trasladados al área de incubación: una especie de “huerto” de turba de carbón, que imita lo mismo que hace la cocodrila en el medio natural. El sexo de los animalitos dependerá de la temperatura a la que hayan sido incubados: serán machos cuando tengan entre 30 y 32º C, y hembras si están por encima o debajo de esas temperaturas.

El criador explica que los huevos se entierran a una profundidad de 30 centímetros y permanecen allí por tres meses. Los nidos se incuban individualmente y se controlan datos para su identificación, como el número de huevos y la fecha de eclosión, entre otros.

“Después que nacen los animales se miden y pesan para su seguimiento, se ponen en el área de los más pequeños, se les realizan pruebas y los alimentamos en los corrales.

Cuando tienen aproximadamente un metro y 20 centímetros, los llevamos para los corrales de recría o los incorporamos al medio natural, según indique la bióloga”, dice López Figueredo.

A su juicio, los esfuerzos del centro por salvaguardar y preservar al Crocodylus rhombifer no han sido en vano, pues en los últimos tiempos ha percibido un ligero incremento en la población de estos cocodrilos en la Ciénaga de Lanier. En ello han incidido también las acciones de educación ambiental que desarrolla el criadero con los niños y jóvenes de la zona.


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Marina Cortés


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