domingo, 22 de septiembre de 2024

Líneas previas

Resultaba difícil para quien dedicó cinco años a cuidar de su madre enferma con demencia enfrentarse al hecho de la pérdida...

Mario Héctor Almeida Alfonso en Exclusivo 02/08/2023
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Doctor médico
Durante décadas, en innumerables ocasiones he tenido que trasmitir a los familiares noticias desafortunadas

Maputo. Gritos de culpa, patadas al aire, mordidas en las manos, las suyas… fueron expresiones de un hijo al saber la terrible notica de la muerte de su madre.

Durante décadas, en innumerables ocasiones he tenido que trasmitir a los familiares noticias desafortunadas sobre sus seres queridos. Eso no significa que esté del todo preparado para ello, cada caso es diferente y las respuestas disímiles, este en cuestión, resultó particular.

Los intensivistas intentamos preparar de alguna forma a los familiares para el desenlace final, cuando las patologías y el tiempo de permanencia en sala de los pacientes lo permiten.

Recibíamos al llegar a la sala una anciana de ochenta y ocho años con múltiples patologías crónicas, cardiacas, neurológicas. Encamada desde hacía algún tiempo por una fractura de cadera, ahora era internada en la unidad de cuidados intensivos (UCI) con una sepsis respiratoria asociada.

      

El horario de visita a la sala y la información a los familiares habitualmente se realiza al medio dia. En un local alejado de los pacientes se les informa de sus estados, se indaga sobre algún dato necesario para el diagnóstico y se les explica cualquier duda que puedan tener sobre la enfermedad y evolución de sus seres queridos.

Sucede que, a pesar del estado crítico de la paciente al ser internada, ningún familiar acudió en los horarios señalados para brindar información. Su estado clínico se fue agravando, hasta que falleció a las nueve de la noche.

Tenía aún la historia clínica en manos cuando avisan que el familiar de la abuela acababa de llegar. 

Como de costumbre le explicamos todo lo acontecido desde el ingreso, teniendo que interrumpir ante los gritos del señor. Pretendimos calmarle, pero en un inicio pareció imposible. El sentimiento de culpa le embargó por no haberla visitado en la tarde y por otras razones que solo incumben a quien las tiene o piensa que las tiene.

Durante una hora estuvimos conversando, buscando formas de explicar lo inexplicable, incluso buscando equivalentes en situaciones personales también vividas y muy similares.

Resultaba difícil para quien dedicó cinco años a cuidar de su madre enferma con demencia enfrentarse al hecho de la pérdida. El cuidador sufre, pero necesita del enfermo, pudiera sonar descabellado el símil, pero nada más parecido al “síndrome de Estocolmo”.

En algún momento, más sosegado, el hijo sacó de su cartera un trozo de papel doblado. Tembloroso me extiendió el documento. Desde hacía más de cinco años su mamá había escrito en él algunas líneas:

A pesar de mi pobre portugués pude leerlo perfectamente. Tal vez la señora luego de conocer que comenzaba un camino de tinieblas al diagnosticarle una demencia de Alzheimer quiso transmitir paz a sus seres queridos.

Pedía la señora mantener siempre la sonrisa, porque la muerte, explicaba, era algo natural. Intentaba describir su posterior estado, dejando el mensaje de la dura pero real metamorfosis que sufriría. La materia cambia o desaparece, quedando el recuerdo y los sentimientos inamovibles, concluía.

No tuve que buscar mas argumentos, todo estaba ahí. La madre, al advertir su incipiente deterioro, entregó estas líneas para quien, desde entonces, pasaría a convertirse en su eterno cuidador.


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Mario Héctor Almeida Alfonso

Médico cubano miembro del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias "Henry Reeve" que colaboró en Perú . Actualmente se encuentra en Mozambique en el enfrentamiento a la Covid-19.


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