No son pocos los esfuerzos que anualmente dedican la mayoría de los países latinoamericanos y del resto de las zonas tropicales y subtropicales del mundo a la lucha contra el dengue. Sin embargo, el avance de este flagelo parece indetenible.
Como el más perspicaz de los tramposos, esta enfermedad viral aguda se las ingenia para burlar medidas de control, afectar anualmente a millones de personas y provocar más de mil muertes en todo el mapamundi.
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), la incidencia de este virus ha aumentado extraordinariamente en los últimos decenios. Dos quintos de la población mundial corren actualmente el riesgo de enfermarse y cada año se producen unas 500 mil hospitalizaciones por dengue hemorrágico, su variante más peligrosa.
Es una enfermedad endémica en más de cien países de África, las Américas, el Mediterráneo Oriental, Asia Sudoriental y el Pacífico Occidental. Afortunadamente, Cuba es uno de los tres países del continente americano donde no lo es, aunque cada año traspasan nuestras fronteras cerca de siete millones de personas procedentes de casi todo el planeta, incluyendo las zonas donde esta enfermedad es pandemia.
Este logro, que pudiera perderse ante cualquier vulnerabilidad en el sistema de vigilancia epidemiológica, es fruto de la voluntad política del país, de su perseverante estrategia para controlar el agente transmisor, del sistema médico-preventivo y científico investigativo, así como de la constante labor de educación higiénico-sanitaria de la población.
ALARMA ANTE EL CAMBIO CLIMÁTICO
La OMS alertó que el incremento de la temperatura en uno o dos grados Celsius, como consecuencia del cambio climático, podría sumar otros 20 mil o 30 mil fallecidos por dengue cada año en el mundo.
En exclusiva para Cubahora, el doctor Ángel Manuel Álvarez Valdés, epidemiólogo del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), de Cuba, explicó que el calentamiento ambiental favorece el desarrollo acelerado del mosquito Aedes aegypti, vector de la enfermedad.
"Como mismo existen agentes transmisores que necesitan de bajas temperaturas, otros se benefician con las altas. Su ciclo evolutivo se favorece, se multiplican, crecen más y pueden permanecer un tiempo mayor en la naturaleza", refiere el especialista.
Al igual que el dengue –dice-, con el cambio climático proliferarán enfermedades como el paludismo y la fiebre amarilla, entre otras que también necesitan del mosquito para transmitirse.
El hecho de que no exista vacuna ni droga para tratar la enfermedad, es otro agravante del problema. A pesar de los progresos de algunas naciones, el desarrollo de un medicamento efectivo continúa siendo un reto.
La doctora Delfina Rosario Domínguez, viróloga del IPK, explica que, al tratarse de una enfermedad viral causada por cuatro virus diferentes (serotipos uno, dos, tres y cuatro), se ha hecho más compleja la búsqueda de un antídoto.
Es decir, un paciente después de recuperarse de la infección por uno de los serotipos del dengue adquiere inmunidad vitalicia contra ese virus, pero solo una protección parcial y transitoria contra posteriores infecciones por los otros tres.
"El virus del dengue en realidad debería llamarse los virus del dengue, por lo que una vacuna contra él tendría que ser tetravalente, o sea, capaz de proporcionar protección frente a los cuatro", acota la viróloga.
"Igualmente, una droga o antiviral para modular el cuadro clínico debería ser capaz de inhibir la replicación de los cuatro serotipos", agrega.
De acuerdo con Rosario Domínguez, hace algún tiempo que Cuba trabaja en la obtención de un candidato vacunal, aunque –aclara- deben pasar todavía muchos años antes de que se compruebe su efectividad y se ponga en disposición de las personas.
El método más efectivo actualmente en el mundo para erradicar, o al menos controlar, la transmisión del dengue, es la erradicación de su agente transmisor: el mosquito Aedes aegypti.
"Aunque pequemos de recurrentes, el punto sigue siendo el mismo: eliminar la presencia del vector en los hogares. Porque si el 70 por ciento de los criaderos se detectan en patios, tanques, depósitos o basureros, significa que el hombre está criando al insecto. El mosquito siempre va a buscar la forma de sobrevivir, y si se la facilitas, él la aprovecha", comentó el epidemiólogo del IPK, Ángel Manuel Álvarez Valdés.
El combate del dengue –enfatiza- sigue siendo con saneamiento y con la participación de la comunidad, así como lo hizo Carlos J. Finlay con la fiebre amarilla, en 1904.
No obstante –aclara- la responsabilidad no pesa únicamente sobre la población, ni corresponde exclusivamente al Programa Nacional de Control de Vectores del Ministerio de Salud Pública (MINSAP).
"Tiene que existir un trabajo articulado. Las familias deben abrir las puertas, hacer el autofocal y mantener la casa cerrada el tiempo establecido luego de la fumigación. Pero sectores como Comunales, Acueducto y Viales, por solo mencionar algunos, deben cumplir con tareas como la recogida de vertederos o la reparación de salideros".
Con Álvarez Valdés coincide la doctora María Eugenia Toledo, especialista en epidemiología, quien explica que el único camino para garantizar sosteniblemente el control del dengue es la verdadera implicación de la comunidad, de conjunto con las instituciones competentes.
"Formo parte de un grupo multidisciplinario que estudia cómo se involucra la población en el control del virus. En los últimos años hemos realizado proyectos comunitarios, fundamentalmente en provincias como Santiago de Cuba, Guantánamo y La Habana".
Según la doctora, los resultados arrojaron que la solución más efectiva para el control se basa en empoderar a las personas, para que ellas mismas identifiquen y evalúen sus problemas.
"En nuestras investigaciones hemos detectado que muchas de las soluciones las encontramos en la comunidad. Mientras que, si esta no se empodera con las acciones, lo que hace es demandar", dice.
Por tanto -puntualiza Toledo- las personas pueden identificar sus inconvenientes, organizar un plan de acción en la medida de sus posibilidades y solicitar ayuda institucional cuando sea necesario.
"Justamente ahora estamos trabajando en cómo implementar esta estrategia dentro del programa del control de vectores. Y no se trata de sustituir las acciones de dicho programa ni de transferir la responsabilidad a la comunidad, sino de involucrarnos más unos con otros", concluye.
GARANTÍA DE VIDA
Si bien en ningún rincón del planeta se dispone de una cura específica para esta enfermedad viral, una atención médica apropiada casi siempre es garantía de vida para los pacientes que padecen su manifestación más grave: el dengue hemorrágico.
De acuerdo con la OMS, los cuidados oportunos de médicos y enfermeros, con experiencia suficiente sobre los efectos y la evolución de la fiebre hemorrágica, puede salvar la vida del enfermo, reduciendo la tasa de mortalidad de más del 20 por ciento a menos del uno por ciento.
El Doctor Osvaldo Castro Peraza, especialista en Medicina Interna e infectólogo del IPK, puntualiza que, si bien es difícil evitar que se desaten las epidemias, los trabajadores del sistema de salud sí pueden garantizar que no se produzcan muertes.
Al decir del investigador, Cuba ha aportado muchos conocimientos en clínica al tratamiento. Una de las contribuciones más importantes fue la descripción de los signos de alarma del dengue hemorrágico, a partir de la experiencia de la epidemia de 1981, los cuales fueron incorporados a las guías de atención a enfermos publicadas por la OMS en noviembre de 2009.
"Es un aporte cubano que se usa en el mundo entero para el manejo de los casos y que permite actuar de forma temprana, a partir de señales como dolor abdominal intenso y mantenido, vómitos frecuentes, sangrado de las mucosas y alteraciones neurológicas".
Sin embargo -refiere Castro Peraza-, afortunadamente la mayoría de los pacientes no llegan a agravar. "El dengue tiene una primera fase que es de fiebre y dura hasta cinco días, con muchos malestares, y aunque no es la etapa más peligrosa, es donde se decide la vida.
"En esa fase hay que acompañar constantemente al enfermo, suministrándole abundante líquido, incluso hasta 72 horas después de la caída de la fiebre. Porque, a diferencia de la mayoría de las enfermedades, al bajar la temperatura es cuando puede empeorar".
La atención primaria de salud, por tanto, es primordial. Es allí donde se detecta la mayoría de los casos y donde se gana la batalla, concluyó el investigador.
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