Este año se celebra el medio siglo de vida del Jardín Botánico Nacional. Varias publicaciones y reportajes televisivos en Cuba han conmemorado este acontecimiento. En muchos de ellos se han destacado los vínculos de Fidel Castro con esta institución, de la que fue su inspirador, creador y principal impulsor; sin embargo, hay episodios de esa relación que no han sido divulgados. Uno de ellos es el intercambio de dinero entre Fidel y el Jardín Botánico, dinero que se movía en diferentes direcciones y se transportaba, en algunas ocasiones, de una forma muy original: en cartuchos.
Es más conocido que las ideas iniciales para la creación de lo que se convertiría en el Jardín Botánico Nacional surgen en 1967, y es el propio Fidel quien primero lo menciona en uno de sus discursos en 1968. Se trataba de transformar una extensión de 600 hectáreas, a 25 kilómetros del centro de La Habana, en una institución dedicada a la recreación sana, la educación ambiental y la ciencia, con la fortaleza de que iba a pertenecer a la Universidad de La Habana.
Los primeros recorridos para planificar la construcción del Jardín Botánico Nacional. José Ramón Machado Ventura a la derecha de la foto (Foto: Cortesía del Autor)
Las cifras de la cantidad de piedras trasladadas difieren de un entrevistado a otro, pero en cualquier caso fueron muchísimas piedras (Foto: Cortesía del Autor)
Se dan los primeros pasos para la creación del jardín botánico en un área que Fidel conocía bien, pues antes del golpe de Estado de Batista del 10 de marzo de 1952 había realizado varias denuncias al entonces presidente Carlos Prío Socarrás por utilizar recursos y personal del ejército para fines personales en fincas ubicadas en esa zona. Para no quedarse sin pruebas que avalaran sus palabras, tal y como le ocurrió antes a Eduardo Chibás, caminó por esas fincas y obtuvo las fotos que se convertían en pruebas. Una de las primeras y más difíciles misiones fue la de extraer enormes cantidades de piedras dispersas por las tierras que formaron parte de este proyecto.
En esta casa radicó la dirección del Jardín Botánico Nacional (Foto: Cortesía del Autor)
Eran tiempos en que Fidel visitaba muy frecuentemente la Universidad de La Habana, cuyo rector era el Dr. José Miyar Barruecos. Allí protagonizaba apasionantes tertulias con los profesores y en especial con los estudiantes, de las que emergieron muchas ideas y grandes sueños. Uno de ellos fue involucrar a la Escuela de Geografía en el estudio de la Sierra Maestra, sistema montañoso donde comenzó la lucha de guerrillas, que permitió que cinco años, cinco meses y cinco días después del asalto al Moncada triunfara la Revolución.
Por su parte, el más complejo y quijotesco de los proyectos de la Escuela de Biología fue precisamente la creación del jardín botánico. Aunque en 1901 había sido creado en Cienfuegos un jardín botánico por un empresario norteamericano que luego lo traspasó a la Universidad de Harvard, y había habido otras experiencias en La Habana —donde hubo un jardín en los terrenos que ocupan hoy el Capitolio y el Parque de la Fraternidad, y luego otro en la Quinta de los Molinos—, se trababa en esta ocasión de un proyecto mucho más ambicioso, propio de aquella década de los 60 del siglo pasado en que se vivía con prisa y se fundaba algo todos los días.
El hoy Dr. Julio Baisre, quien dedicaría luego décadas a las investigaciones en el campo de la biología marina con importantes aportes, por entonces ocupaba responsabilidades de dirección en la Escuela de Biología de la Universidad de La Habana y recibió el encargo de ser el director del proyecto de creación del jardín botánico: “Siempre Fidel se aparecía de noche, yo diría que un poco con dos objetivos: palpar el sentimiento estudiantil de primera mano con los estudiantes que estuvieran allí en esos momentos y, al mismo tiempo, trasmitir ideas, algunas de las cuales nos parecían —lo digo con entera franqueza—, en aquellos momentos nos parecían sueños y hoy las vemos convertidas en realidades”.
Eran escasos los especialistas en botánica con que contaba la Universidad y en no pocos casos de edad avanzada y con limitada o ninguna experiencia en la creación y manejo de jardines botánicos, es por ello que se solicita asesoramiento a la entonces República Democrática Alemana (RDA) y llegan a Cuba dos expertos, uno de los cuales permanecería por años en el país y tendría un papel clave en el desarrollo de este proyecto: el Dr. Johannes Bisse.
El Jardín Botánico Nacional honra siempre la memoria del Dr. Johannes Bisse (Foto: Cortesía del Autor)
Para la conformación del Jardín Botánico Nacional se hicieron expediciones de colecta por toda Cuba en las que participaba el botánico alemán (Foto: Cortesía del Autor)
Alberto Díaz Pérez estuvo a cargo desde un inicio de la responsabilidad administrativa y desde esos momentos hasta hoy continúa laborando en el Jardín Botánico Nacional: “Siempre Fidel pensando, él había pensado en un anillo recreativo cultural que debía ir bordeando a la ciudad de La Habana, entonces este es un pulmón para las grandes masas que debían avanzar hacia acá y creo que eso fue lo fundamental para empezar… Los primeros años fueron muy difíciles, fueron trabajos de limpieza, se calcula tal vez 70 000 metros cúbicos de piedras cargadas y sacadas, la mayoría por los estudiantes de la Universidad, casi todos los estudiantes de la Universidad en esa época pasaron por aquí”.
Las piedras eran colocadas en una cantera abandonada, con la intención de crear condiciones para representar la vegetación del sur de la provincia de Guantánamo. Elisa Hernández era la subdirectora de desarrollo y jardinería y por lo tanto la encargada de fomentar las plantas; pero un jardín botánico era mucho más que una extensión donde hubiera plantas, se trataba de una tarea mucho más compleja. Se dedicarían áreas a las palmas, un bosque de plantas arcaicas, una zona que representara las plantas cultivadas —que incluiría aquellas de las que el hombre utilizaba sus frutos para alimentarse, fueran cubanas o no—, un área llamada ecológica-didáctica para la enseñanza de la botánica y otra que representaría un árbol genealógico, de acuerdo a la evolución de las plantas a través del tiempo.
Elisa recuerda el espíritu que primó en este proyecto: “…se trabajaba con tanto amor y todos teníamos tanto sentido de pertenencia que lo pudimos llevar adelante. Y le digo de todo corazón, si yo pudiera tener otra vida y me pusieran en las manos una tarea como esta, yo la acometería con el mismo amor que la acometí en aquel momento…Yo de una manera u otra planté muchos de estos árboles que están aquí, con mis manos, o ayudé a hacerlo porque dirigía al grupo dedicado a sembrarlos. Y aquí no, aquí sí, pon aquí, pon allá, óigame eso es para llenar a cualquiera de satisfacción”.
Construcción de la infraestructura del Jardín Botánico Nacional (Foto: Cortesía del Autor)
El Jardín Botánico es una expresión más de una sólida voluntad política de estudiar y proteger los recursos naturales del país, que conllevó al surgimiento de numerosos centros de investigaciones, a la temprana Ley de Repoblación Forestal, a la declaración y funcionamiento de varias áreas protegidas, la inauguración del Acuario Nacional, las transformaciones en la Ciénaga de Zapata y en otros tantos lugares de Cuba. Fidel promovía en la población una cultura en favor del contacto con la naturaleza, emanada de su propio origen campesino y de su vida de guerrillero en la Sierra Maestra, a la que contribuyó significativamente Antonio Núñez Jiménez, quien lo acompañó en esos años por toda Cuba, explorando su geografía, y transformando la realidad social y económica de sus habitantes.
El Jardín Botánico Nacional nacía con otra singularidad. Estaba rodeado de varias instituciones creadas en esos años y en los posteriores, también con la directa atención de Fidel: el Zoológico Nacional, el Parque Lenin y la Escuela Vocacional del mismo nombre, devenida luego en Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas y después el recinto de exposiciones permanentes EXPOCUBA. La naturaleza, la educación y la ciencia se daban la mano en una zona muy especial de La Habana, iniciativas que contaban con el apoyo y la sensibilidad de Celia Sánchez, de quien se ha dicho con mucha razón que era la flor más autóctona de la Revolución.
Pero los vecinos más inmediatos del jardín botánico le generaban un verdadero conflicto. Todos esos proyectos avanzaban a una mayor velocidad. Julio Baisre lo recuerda así: “En el Parque Lenin los árboles se traían ya grandes, gigantescos y se sembraban, y el Comandante en Jefe nos decía que no avanzábamos. Nosotros sembrábamos posturas, entonces le explicamos que la mayor parte de los árboles que iban al Parque Lenin no eran ni cubanos, ni eran especies con una intención botánica, podíamos traer dos o tres, pero ya más no tenía sentido porque el Botánico era un proyecto que tenía una serie de zonas, incluyendo una representación de los bosques tropicales de Australia, Oceanía, de la India. Entonces, que era un poco complejo hacer eso que él quería; pero bueno él seguía presionando”.
Vivero para la propagación de plantas (Foto: Cortesía del autor)
En otra ocasión Fidel indica sembrar unas cortinas rompevientos en el Botánico, aspecto con el que no estaban de acuerdo sus directivos y especialistas. Baisre nos comenta: “yo le explicaba a Chomi (José Miyar Barruecos) que el proyecto no contemplaba eso así, porque había un bosque cubano que haría la función de cortinas rompevientos; pero nos respondían que no, que había que sembrar porque es más rápido, porque sino va a afear y esto es un lugar… en fin, unas discusiones técnicas… pero yo se lo trasmitía a Chomi y él al Comandante; pero aquello seguía dando vueltas, y en una visita de Fidel a la Universidad le pregunta a Chomi por las cortinas rompevientos en el Botánico. Chomi me mira y me dice: explícale. Y entonces expliqué técnicamente y el Comandante medio que se quedó así y me dijo: ¿y el profesor Bisse qué opina? Le digo que Bisse es precisamente quien insiste en eso, que yo simplemente le estoy trasmitiendo las ideas que él tiene, que las hemos discutido y que nos parecen lógicas, que ahí va a ir un bosque cubano y que si se ponen cortinas rompevientos eso no iba a ser bonito, por la misma monotonía de esas cortinas rompevientos dándole vuelta a todo el Jardín. Y bueno, lo convencimos”.
Construcción de los pabellones (Foto: Cortesía del autor)
Elida Vallés Fernández integraba el Equipo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe y desde allí atendía el proyecto del jardín botánico. Ella nos evoca varios recuerdos: “en otro momento estuvimos en el Jardín Botánico Nacional para hacer una visita y Fidel se disgustó porque las obras no avanzaban y llamó la atención a todos los que estábamos allí con él haciendo la visita, porque dijo: bueno, ¿es que yo solo quiero un botánico o todos queremos un botánico?
Poco a poco fueron creciendo las plantas sembradas en el jardín botánico, y se construyeron los 35 kilómetros de carreteras interiores para facilitar el acceso a cada una de sus áreas y el resto de la infraestructura necesaria.
Construcción de las carreteras (Foto: Cortesía del autor)
No menos importante es la designación, desde una etapa bien temprana, de Ángela Leiva al frente de esta institución, una de las jóvenes biólogas que fundaron este proyecto y ocupaba el cargo de subdirectora docente y científica. Angelita, como cariñosamente todos la llamaban, se convirtió en la líder del Botánico, con los conocimientos necesarios para impulsar las investigaciones científicas y, a la vez, con la voluntad de estar al frente de los trabajos voluntarios, con sus botas puestas.
Angelita con Alberto, un matrimonio en la vida y en la dedicación al Botánico (Foto: Cortesía del autor)
Angelita se ganó así el respeto de todos los trabajadores y de Fidel. La propia Elida recuerda: “Fidel expresaba que sentía profunda admiración por los compañeros que laboraban aquí, porque ellos empezaron de la nada… la mayoría eran precisamente estudiantes y entre esos estudiantes había una mujer que se destacaba, esa mujer era Ángela Leiva. Creo que es obligado, en un momento como este, decir lo que Fidel dijo: una mujer ejemplar”.
Inauguración del Jardín Botánico en 1984 (Foto: Cortesía del autor)
Con las plantas convertidas en árboles, llegó el feliz momento de la apertura al público del jardín botánico. Poco tiempo después, en el verano de 1987, la embajada de Japón en Cuba propone incorporarle un jardín japonés, que fue inaugurado por Fidel el 26 de octubre de 1989, convirtiéndose en una de las mayores atracciones del Jardín Botánico Nacional; pero ya en esos momentos se avizoraba la llegada de una profunda crisis económica en Cuba, derivada de la desaparición de los países socialistas de Europa del Este y las dificultades que experimentaba la Unión Soviética que terminaron con la desaparición de ese país.
Recorrido de Fidel durante la inauguración del Jardín Japonés construido en nueve meses (Fotos: Cortesía del autor)
Uno de los cheques emitidos por el Jardín Botánico Nacional dirigido a Fidel (Foto: Cortesía del autor)
Desde algún tiempo antes, entre Fidel y el Jardín Botánico Nacional se había generado un flujo de dinero. Alberto, por sus funciones de subdirector administrativo estaba bien al tanto de todo esto. El Botánico comercializaba semillas de arecas y con esos ingresos emitía todos los años cheques por valor de varias decenas de miles de dólares dirigidos a Fidel, quien los remitía al Ministerio de Salud Pública para la adquisición de medicamentos para los hospitales. En más de una ocasión, Alberto visitó esos hospitales, donde le agradecían al Jardín Botánico Nacional esas contribuciones a la salud de la población cubana, generalmente de los niños.
Nota con la que Fidel remitió a Salud Pública uno de los cheques que le envió el Botánico (Foto: Cortesía del autor)
Cheque emitido por el Botánico y cancelado por Fidel (Foto: Cortesía del autor)
Fueron varios los cheques que emitió el Jardín Botánico; pero el 27 de febrero de 1997 Fidel canceló el último y escribió una nota: “se le asigna al Jardín Botánico”. Ya el país estaba en plena crisis económica y él prefirió que el Botánico dispusiera de ese dinero para enfrentar las complejas circunstancias que se vivían y las esperadas para los próximos años. De esa forma, se canceló uno de los canales en que se movía el dinero entre el Jardín Botánico y Fidel.
Nota con la que Fidel devolvió el cheque al Jardín Botánico (Foto: Cortesía del autor)
Por otro lado, en varias ocasiones el flujo de dinero fue a la inversa. Fidel le enviaba al Jardín Botánico Nacional los ingresos que le eran remitidos a él por derechos de autor de algunas publicaciones internacionales. En el Botánico se conserva la constancia de una de esas operaciones por valor de 15 569.77 USD.
Nota que acompañaba el envío de dinero de Fidel al Jardín Botánico (Foto: Cortesía del autor)
En tiempos en que es frecuente que los políticos utilicen sus cargos para obtener ingresos indebidos, en el Jardín Botánico Nacional se atesora una historia que simboliza todo lo contrario. De una manera muy sencilla, llegaba el dinero de Fidel al Botánico, sin cheques, en efectivo, en cartuchos.
Jorge
28/5/18 16:03
Por qué no se le da una amplia divulgación a este artículo? Otros medios deberían replicarlo; por ejemplo, la Mesa Redonda en sus perfiles en Facebbok y otras redes sociales
Nelson Valdes
27/5/18 12:25
No fue Harvard, fue Duke University la institucion que tuvo relacion con el jardin Botanico de Cienfuegos.
Javier Nd
24/5/18 10:01
Historias como estas del Comandante en Jefe se deben de divulgar más, para que se conozca en Cuba y el mundo quien era ese grande en lo personal sin ambiciones ni ostentaciones, es cierto era único, que lastima que esta noticia no estuvo más tiempo en la revista para que la puedan leer más personas.
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