“El amor es el poder de ver lo similar en lo diferente”, dijo en una ocasión Theodor Adorno; John Morton expresó que “no hay límites para su poder”; Albert Einstein sentenció que “es mejor maestro que el deber”; Truman Capote, por su parte, defendió la tesis de que “el amor, por no tener geografía, no conoce límites”; y Maya Angelou fue más allá, pues planteó que como “no conoce barreras, salta obstáculos, vallas y penetra en muros para llegar a su destino lleno de esperanza”. Todos estos intelectuales tuvieron algo en común: hicieron una pausa en su vida para valorar la profunda huella que dejó en cada uno de ellos el amor.
Y no se trata solo del amor hacia la pareja, sino, como dijeron estos poetas o rebeldes con causas, de la entrega incondicional que hace a las personas comprender lo diferente, que les muestra de una manera natural cuál es su deber social y personal, y les arma de un escudo de poder ilimitado.
El 14 de febrero en todas partes del mundo se celebra el Día del Amor y la Amistad. Esta fecha se ha convertido en motivo de alegría para unos y melancolía para otros; por esa razón, novios, esposos, amantes o amigos tratan de pasar tiempo juntos, preparan una cena, o sencillamente hacen una llamada especial, intercambian postales y regalos, o recuerdan a un ser que ya no está a su lado.
Esta tradición nació de una historia-leyenda, pues no se ha podido probar la veracidad de los hechos ni la existencia del personaje. Supuestamente, San Valentín vivió en el siglo III, en Roma, y fue un sacerdote que desafió las órdenes del emperador romano Claudius Aurelius Marcus Gothicus, Claudio II, en defensa del matrimonio, pues este se lo había prohibido a los jóvenes, por creer que los solteros sin familia eran mejores soldados.
Se cuenta que Valentín celebraba matrimonios clandestinos y que en medio de una prueba de su fe, en la que le devolvió la vista a Julia, la hija de su carcelero Asterius, oficial de confianza del emperador, quedó profundamente enamorado de ella, aunque este sentimiento no fructificó. El 14 de febrero de 270 d.C. fue decapitado y en la víspera de su ejecución la mujer le entregó una carta con una firma: “De tu Valentín”. El final del relato no es feliz, sin embargo, el mensaje ha pasado de generación a generación: en defensa del verdadero amor los seres humanos pueden arriesgar hasta su vida.
En este camino de entrega abundan las pasiones. Pero hay también amores de paz, esos que se sienten al compartir con el necesitado; al observar las canas y comprender que has tenido a una persona todo el tiempo a tu lado; al convertir en carrera profesional el difícil arte de ser mamá o papá, amén de renunciar a sus estudios de Arquitectura, Cibernética o Automática; al escuchar hasta la madrugada a un amigo en problemas; o al identificarte con el sufrimiento de un desconocido y no aprovecharte de sus debilidades.
En estos tiempos son comunes las frases: “El amor no es para mí”, “eso ya no existe”, “nadie se conduele del dolor ajeno” o “no me importa que sufra, porque no es familia mía”. Pero también hay otros matices en la sociedad, esos que hablan a gritos de esperanza, de futuro: “No importa que no lo conozca, me da placer el hecho de ayudar”, “Mami, necesitamos recoger unas ropas para los damnificados del tornado”, “nada tiene más valor que disfrutar de un momento en familia” o “estoy enamorada de mi trabajo”.
La construcción socialista en Cuba también es un acto de amor. El mundo entero se pregunta por qué tantas personas la defienden, y la respuesta es sencilla, se hace por amor. Mientras que en otras geografías se practica el odio, la guerra, la avaricia o la acumulación de riquezas, en la Isla se habla de unidad, de trabajo en conjunto, de compartir lo que se tiene y no lo que sobra.
Por estos días el país se ha convertido en amor. Muchas personas han perdido todos los bienes materiales, literalmente hablando. Un tornado sumió en la tristeza el amanecer del 28 de enero. Ante tal destrucción la gente no puede evitar la desesperanza, el miedo, los nervios y la desolación. Y ahí, en los municipios de Diez de Octubre, Regla, San Miguel del Padrón, Guanabacoa y parte de la Habana del Este, las manos se extendieron para recoger escombros y para aportar comida, ropa, dinero… solidaridad.
Así crecen los cubanos, sabiendo el placer que reside en compartir. Con ese mismo espíritu se diseminan médicos por el mundo, se preparan profesionales de diferentes especialidades, se globalizan los resultados biotecnológicos de un país bloqueado y hostigado constantemente por la agresiva política de Estados Unidos, se construyen aulas, se comienzan nuevos proyectos de hospitales…
Esas manos son las mismas que no dudan en invitar a almorzar a un amigo, que comparten un café con un vecino o un poquito de sal…
Este 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, es una excelente oportunidad para pasar revista en nuestra vida. Hagamos una pausa, quizás en medio de la lectura de un libro, quizá en el Malecón, tal vez con la vista de una romántica bahía, o en cualquier parte del mundo suspirando por un amor imposible, y preguntémonos: ¿estamos a la altura del amor?, ¿estamos a la altura de estos tiempos?
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