La maternidad representa una de las experiencias más hermosas en la vida de una mujer. También se encuentra entre las etapas de mayores exigencias y aprendizajes. Convertirse en mamá no solo implica momentos de inigualable felicidad y emociones a flor de piel; también requiere de nosotras sabiduría, sentido común, altas dosis de sacrificio, saber escuchar los consejos de otras madres respecto a la crianza de sus hijos y ajustar siempre cada situación a nuestras posibilidades y percepciones.
Aunque en la actualidad abundan las informaciones sobre el tema, no existen manuales para enseñar qué hacer en cada momento desde que escuchas el sonido más hermoso e inolvidable de tu vida: el llanto de tu bebé.
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Muchos a tu alrededor te facilitarán recomendaciones, recuerdos, enseñanzas diversas, pero no podrán suplantar tu propia voz: una suerte de sexto sentido que te ayudará a lidiar con la mágica pero extremadamente compleja oportunidad de tener un bebé.
Antes de enfrentar tan extraordinaria labor muchos creen que con el nacimiento cierra el capítulo más difícil. Sin embargo, cuando ponen al pequeño en sus brazos por primera vez comienza una carrera de resistencia en la que tendrás que aprender, en tiempo récord y con pericia, actividades que hasta entonces creíste demasiado fáciles. Entre ellas la lactancia materna.
APRENDIENDO A SER MADRE
Después de nueve meses y seis días en el vientre de su madre primeriza, Paula se debatía entre mantenerse a buen resguardo en aquel espacio donde estaba segura o conocer el mundo exterior. Más allá de la piel que la mantenía calientica y los latidos que acompasaban sus movimientos, sus abuelos y padres estábamos cada vez más ansiosos por su inminente llegada.
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Eran las 4 y 11 de la tarde del 11 de julio cuando nació la pequeña con los ojos más tiernos y expresivos que he visto. En ese momento me sentí la persona más dichosa del planeta porque tenía conmigo el motivo por el que viviría el resto de mis días. Pero hasta pasadas las doce de la madrugada no ocurriría mi primer encuentro verdadero con el pedazo de cielo que desde ese instante llenaría cada segundo de mi existencia.
Exhausta y todavía un poco ensangrentada luego de un trabajo de parto complicado que resultó definitivamente en cesárea, llegó el momento de alimentar a mi niña por primera vez. Muy despacio la acostaron a mi lado en aquella estrecha camilla de hospital. Aquel tierno rostro buscaba con certeza mi cuerpo, sus manos recorrían el espacio que quedaba entre nosotras aún con torpeza. Sentí su respiración acelerada muy cerquita. Delicadamente me acerqué un poco más a su pequeño y frágil cuerpo. Mi madre se mantuvo siempre cerca, guiándome. El instinto también hizo su parte, pero no bastaba. Entonces no tenía idea de cómo amamantar a mi bebé.
Ese y los días que siguieron fueron difíciles: entre la ansiedad por no saber si lo estaba haciendo bien, el dolor que provocaban unos senos desbordantes, la exigencia de alimentarla cada vez que lo necesitara y el miedo que provocaba el solo hecho de cargar al ángel que me hizo experimentar el amor verdadero, llenaban mis ojos de lágrimas más de una noche. Pero nada se comparaba con la satisfacción de tener a esa extensión de mí misma, acariciarla, adivinar en sus rasgos faciales a la niña que fui, cargarla, amarla con la intensidad de mil descargas eléctricas. Con sus escasos 51 centímetros, desde el primer minuto de su vida, ya Paula me estaba enseñando a ser madre.
Ni todo el temor del mundo haría cambiar mis deseos de brindarle la mayor seguridad posible. Durante sus primeros seis meses de vida Paula disfrutó los beneficios de la lactancia materna exclusiva.
EL DIFÍCIL CAMINO DE LA LACTANCIA
La llegada de una niña o niño es un momento deseado por la familia. Además de la alegría que proporciona, significa un reto lograr que el nuevo ser crezca y se desarrolle con óptima salud. Para ello es fundamental la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida. Sin embargo, la decisión de lactar o no a su bebé es propia de cada madre, de acuerdo a sus experiencias o las de las personas a su alrededor, la preparación que tenga en el momento que da a luz en cuanto a qué es lo mejor para ella y su bebé, las características fisiológicas de la mamá o los conocimientos que posea respecto a tema.
Nadie dice que es fácil. La lactancia exigirá de la madre constancia, horas de desvelo en las madrugadas, velar cuidadosamente de su alimentación y no descuidar la del bebé, determinación y madurez para comprender las inmensas ventajas de brindarle leche materna a su niño.
Muchas veces se sentirá exhausta, tendrá que desplazar sus horarios de baño y comida para poner todo su tiempo en función del nuevo ser que trajo al mundo, las actividades que antes eran cotidianas ahora se convertirán en un lujo. Pero, al final, toda la dedicación valdrá la pena.
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En Cuba, el promedio de lactancia materna exclusiva es de 2,4 meses. Solo el 32 % de los niños y niñas de 0 a 5 meses se alimentan solo con leche materna y un 24 % reciben lactancia materna continuada hasta los 2 años.
Muchos son los programas y espacios dedicados desde los medios de comunicación y las instituciones de salud a promover la importancia de la lactancia. No obstante, aún existe quien desconoce o no le atribuye todos los beneficios que este acto de amor proporciona a los bebés y sus madres.
Solo con leche materna durante los primeros seis meses de vida el pequeño adquirirá los nutrientes, anticuerpos y líquidos que necesita para su crecimiento. Este alimento confiere mayor protección inmunológica al niño, facilita su desarrollo psicomotor y desarrolla patrones afectivo-emocionales más fuertes con su madre.
Igualmente, la lactancia permite la retracción precoz del útero, menor sangramiento posparto, la recuperación del peso y previene el cáncer de mamas y de ovarios. Además, contribuye a fortalecer la autoestima materna y su satisfacción emocional.
El requisito básico para el adecuado amamantamiento es una buena disposición y confianza de la madre en su capacidad de alimentar al bebé.
Infografía: Liz Armas Pedraza/Cubahora
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