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lunes, 11 de noviembre de 2024

¡Cómo le descargo a Mamá!

Todas las madres van con sus hijos por la vida: a la guerra, al trabajo,  al mar, a la noche interminable, extienden sus manos por encima de los mares y abrazan el dolor de todas las ausencias...

Julio Cesar Sánchez Guerra en Exclusivo 18/09/2023
2 comentarios
Madres en Cuba
Quiero escribir de la madre mía que siempre está en la cocina, en el coro de una iglesia, en el medio de mi alma: quiero escribir y no me salen las palabras, se apretujan en el portón de la memoria

Quiero escribir  de la madre  mía que siempre está en la cocina, en el coro de una iglesia, en el medio de mi alma: quiero escribir y no me salen las palabras, se apretujan en el portón de la memoria: Es que acabo de leer lo que mi esposa escribió  de su mamá al escuchar una conversación de sus hijos:

“Mientras pasaban las historias de lo que había hecho en el día, me detengo emocionada ante lo que un hijo mío le decía al otro: “ ¡Asere como yo le descargo a mi mamá!”  Y sus ojos reían, y en el espacio de mi sala yo no cabía  porque entendí que mis hijos me descargan, y supe que yo también le descargo a mami, al sonido de su voz en las mañanas, a los uniformes muy limpios y planchados, a las palabras que nunca aprendió, al luto por mi abuela, al piso brilloso de la casa, a su paso por los cuartos en la noche y su mano en la frente para saber si había fiebre, al amargor del dulce de naranja  y a las fuentes de natilla, a la mesa solo para seis puesta siempre a la misma hora, a las preguntas de ciencias naturales que nunca pudo responder, a la increíble aventura de cruzar la calle con cuatro niñas, al amor a mi padre y al perdón de sus desventuras….  ¡Asere, coño como yo le descargo a mi madre!”

Quiero escribir   pero apenas puedo decir que también yo le descargo a mi mamá, aunque esas fueran  palabras prestadas de mis hijos. Cierro los ojos y la escucho armando algo en la cocina, llevando, todas las mañanas, una taza de café a mi padre en la cama, barriendo el patio lleno de hojas de la mata de almendra.

Tengo en el silencio del pecho aquel abrazo de trinchera cuando una balacera irrumpió una madrugada en mi pueblo que dormía, o cuando me alzó hasta una cerca  de alambres  para esperar la mordida de un perro que corría con rabia  babeando en sus colmillos; y ella   sin otra arma que su vida por la mía.

Mi madre era pequeña como una muñeca de porcelana pero se hacía grande y necesaria: los desayunos, el desvelo y el susto: sus gritos callando mis gritos cuando sin anestesia me cosieron una herida.   

Lloraba todas las noches cuando por bajísimo índice académico me botaron de una escuela. Yo sin un colegio cercano, allá por los 70,   y ella  haciendo cartas a todos los funcionarios porque decía que una estrella se perdía en la basura.  Siempre me levanta más allá de la derrota, y su risa es una flor de campanillas bajo el coro de abejas laboriosas.

Ahora me hace feliz que mis hijos “le descarguen a su mamá”, es un modo de hablar del amor, del más limpio y duradero.  También yo quiero decir algo de mi madre, pero mira cómo huyen las palabras. Solo puedo susurrar  que  se despidió de la vida con un beso. Ahora   está cerca del mar,  a unos dedos de las piedras.  Al techo de vicarias, todas  las mañanas le  caen  las hojas que barren los pájaros. Ella    está cerca de un algarrobo que vigila la hierba y la desmemoria,  cerca del vientre donde se hacen los ríos, está muy callada…A veces  la oigo cantar: desde su lecho  despierta.

Y es que todas las madres van con sus hijos por la vida: a la guerra, al trabajo,  al mar, a la noche interminable,   extienden sus manos por encima de los mares y abrazan el dolor de todas las ausencias; ellas son la esperanza: ese  retoño que guarda la cosecha. Es por eso que  uno de mis hijos le dijo a su hermano: ¡cómo yo le descargo a mi mamá!   El amor siempre se desbarranca, hasta los brazos de las que saben amar.


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Julio Cesar Sánchez Guerra

Pinero de corazón. Pilonero de nacimiento. Cubano 100 por ciento. También vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Practicante ferviente de la fe martiana. Apasionado por la historia, la filosofía y la poesía.

Se han publicado 2 comentarios


Julio César Sanchez
 29/9/23 12:53

Lázara, hay tanta grandeza en las madres que al acto de parir le llamamos, dar a luz. Ellas siempre están, más allá de la ausencia o la muerte

Làzara Bacallao González
 19/9/23 9:44

Gracias, brotaron lágrimas con estas lecturas. Cuanto le llevamos en la memoria afectiva a nuestras madres: olores, dulces, miradas, noches de insomnio, bastiones que no se rinden. Estar siempre para nisotros, para sus nietos, no desfallecer en cada intento. Gracias!

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