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domingo, 24 de noviembre de 2024

Una sola historia

La represión de las últimas jornadas contra los Indignados norteamericanos indica que en materia de violencia el capitalismo sigue igual...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 21/03/2012
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Indignados en Estados Unidos
Miles de norteamericanos se sumaron en su propio país a la ola de Indignados

La represión sin medida es una constante de la práctica social capitalista…al igual que pi lo es para ciertos cálculos matemáticos.

En consecuencia, tanto en los albores de la Revolución Industrial en la Inglaterra de finales del siglo dieciocho, como en las calles neoyorquinas en marzo de 2012, la esencia brutal e injusta del sistema que se dice “meta de la humanidad” se mantiene incólume.

De ella fueron víctimas los campesinos británicos desalojados hace más de dos centurias de sus tierras para fomentar la masiva cría de ganado lanar destinado a la naciente industria textil de la potencia colonialista europea, como lo son ahora los desposeídos estadounidenses que reclaman de sus autoridades el divorcio con respecto a los grandes monopolios y la atención real y seria a las urgencias de las mayorías.

Entonces, los soldados de la corona no obedecieron más que a los poderosos burgueses dueños de las máquinas que deberían inundar el mundo con los paños ingleses.

Ahora, la policía norteamericana solo defiende los intereses de los grupos de poder económico que, en complicidad con el irresponsable gobierno de George W. Bush, descuartizaron la economía y las finanzas nacionales, y que Barack Obama premió con su consentimiento para materializar los multimillonarios rescates con fondos públicos hechos llegar a los “pilares del sistema” en franca decadencia.

De manera que en materia de opciones, ni republicanos ni demócratas vacilaron en ponerse al lado de los tahúres de las bolsas, los mega monopolios, y la leonina gran banca.

Desde la tribuna, mientras tanto, era fácil sonreír y prometer, acaramelar y engañar, mientras se elevaba a cifras inéditas el número de desempleados y desalojados de sus viviendas, y dejaban de existir los programas de socorro a los menos favorecidos.

Y cuando las cuerdas se tensaron al máximo y seis meses atrás cientos de miles de norteamericanos decidieron sumarse en su propio país a la ola de Indignados surgida en Europa para protestar contra un sistema excluyente y deshumanizado, los opulentos, recuperados sus sitiales, se sintieron severamente amenazados.

¿Cómo admitir tranquilamente cuestionamientos de orden masivo y creciente? ¿Quién a dicho que la expresión abierta y libre del descontento es compatible con los dogmas de órdenes sociales donde una clase minoritaria se erige centro y pivote únicos? ¿Cómo aceptar que es “democrático” reclamar, exigir, demandar, ocupar espacios y predicar la equidad en cada esquina?

La respuesta no ha sido otra entonces que la violencia policial y el desalojo forzoso de cada plaza tomada por la población para reclamar sus derechos y exponer sus aspiraciones.

Quienes gustan estigmatizar a otros a cuenta de presumibles violaciones de los derechos humanos y ciudadanos, hacen papel mojado de su propia demagogia cuando el fuego le atiza los calzones.

Así, por estos días, la fuerza pública norteamericana ha vuelto a las andadas para implantar la “paz del sistema” Las cargas y golpizas han tenido como escenario la populosa ciudad de Nueva York, escenario de renovadas protestas al cumplirse medio año del estallido de los reclamos populares en los Estados Unidos.

Todo en medio de la proclamación por el gobierno del demócrata Obama de leyes punitivas que van, desde el arresto indefinido de personas consideradas alborotadoras y proclives a “actos terroristas”, hasta las que prohíben y penan el apoyo a ciudadanos pobres y sin techo, buena parte de ellos ligados a las marchas callejeras.

Y es que Carlos Marx tenía toda la razón cuando en el siglo diecinueve proclamó que el capitalismo nació rezumando sangre…y lo seguirá haciendo sin vacilaciones para no cejar un ápice en su esencia expoliadora, podemos agregar a la altura de nuestro presente.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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