Mitt Romney, el hasta ahora más favorecido aspirante republicano a la candidatura por su partido para los comicios generales norteamericanos de este año, intentó un giro retórico diferente a la hora de proyectar la contienda por la Casa Blanca.
En esta ocasión, dijo, “el dinero no va a ganar las elecciones. Las mejores ideas y la confianza en el pueblo serán las vencedoras.”
Solo que este hombre pretendidamente ajeno a la vieja tradición de que los capitales son los que colocan al inquilino de la Oficina Oval, resulta que no solo es el aspirante republicano que mayores “donaciones” está recibiendo, sino el que más gastos lleva a cabo.
Así, según el analista español Montse Baraza, en reciente comentario aparecido en el Diario de León, “desde que empezó el proceso de las primarias hasta este mes de marzo, Romney ha ingresado 63,7 millones de dólares y se ha gastado 56 millones.”
En tanto Rick Santorum, su más cercano ponente, ingresó 6,7 millones y gastó 5,2 en similar período.
Se trata del peor dato en los registros de la Comisión electoral republicana desde el año 2000, cuando George W. Bush implantó récord negativo al recaudar dos millones de dólares y gastar 12,8 millones.
Por demás, solo en las recientes primarias realizadas en Illinois, donde Romney sacó ventaja frente a Santorum, sus erogaciones en propaganda fueron siete veces superiores a las de su oponente.
De manera que, en medio de esa realidad, no queda muy claro el inmaculado concepto del aspirante Romney, el político que parece acaparar de alguna forma las preferencias del tradicional aparato partidista republicano, frente a un Santorum apoyado por los sectores religiosos extremos dentro de la misma entidad política.
De todas formas, todavía los analistas no se atreven a brindar pronósticos sobre la nominación republicana, aún cuando insisten en que el consenso demócrata favorable a una reelección de Barack Obama está librando a ese partido del desgaste en que está inmerso el otro bando, y ello es por ahora una ventaja de primera mano en la reconquista de la butaca presidencial.
De hecho, datos publicados recientemente en varios sitios webs relacionados con la contienda electoral norteamericana precisan que, si hubiese elecciones presidenciales este marzo, Obama derrotaría a Romney por 4,6 puntos.
Ello implica que el presidente acumularía 48,4 por ciento de las preferencias, contra 43,8 por ciento para Romney.
En cambio, de enfrentarse Obama y Santorum, la diferencia a favor del postulante demócrata sería de 8,6 puntos.
En ese caso, Barack Obama atraería 50,5 por ciento de los sufragios y Santorum obtendría el 41,9 por ciento.
Con todo, vale insistir, lo dicho sobre el tema apenas tiene la consistencia de un vaso de agua derramado sobre una mesa, teniendo en cuenta que con relación a las elecciones norteamericanas todo es posible… y en el instante menos esperado.
Por lo demás, no faltan los que aseguran que ninguno de los contendientes republicanos va a lograr imponerse en la decisiva convención partidista programada para Tampa, Florida, y por tanto es posible que el retador de Obama surja de negociaciones a puertas cerradas, un fenómeno que no ocurría desde 1976 cuando se dirimió en esos términos la puja entre Gerald Ford y Ronald Reagan por el puesto en la boleta electoral.
¡Y allá llegaremos!
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