Se supone que la Organización de Naciones Unidas privilegie la solución pacífica de los conflictos, defienda el principio de no intervención ajena en los asuntos internos de otras naciones, e intente ser justa en sus evaluaciones y conclusiones.
Sin embargo, estamos asistiendo por estos días al retorcido empeño de los manipuladores globales por arrimar otra vez las brasas a sus sardinas, incluso con la reverencia de quienes se supone lidien por la justicia y la equidad desde el máximo organismo internacional.
Sin dudas, el reciente veto de Rusia y China en el selecto Consejo de Seguridad a una parcializada demanda contra el gobierno sirio para que abandone su autoridad frente a grupos armados desde el exterior bajo el manto de una presunta defensa de los derechos humanos en aquel país, no podía quedar sin las airadas respuestas de quienes se han propuesto hacer de Asia Central y el Medio Oriente sus avanzadas absolutas en la marcha sobre el Este, concretamente contra Moscú y Beijing.
Lo alarmante es que ese grupo de desembozados agresores, constituido por los Estados Unidos, sus restantes aliados de la OTAN, Israel, y los gobiernos árabes reaccionarios, cuenten con la anuencia de pretendidos altos funcionarios globales en el intento por instrumentar su injerencismo contra Damasco, y hasta impongan su voluntad, ya sabemos como, en el seno de la Asamblea General de la ONU.
El golpe de efecto tenía cola, desde luego. Y de inmediato el Departamento norteamericano de Estados proclamó a los cuatro vientos su “compromiso” con los “luchadores sirios por la libertad”, al tiempo que sectores legislativos gringos han demandado de la administración de Barack Obama la instrumentación de áreas de exclusión sobre Siria, de manera de llevar todo tipo de ayuda bélica a los grupos armados organizados desde el exterior por el propio Washington y las dinastías árabes, y con el concurso bien recibido de la propia Al Qaeda.
Lo cierto es que, de caer Siria, como ya sucedió con Libia, Iraq y Afganistán, el Mediteráneo oriental sería patrimonio exclusivo de los círculos norteamericanos de poder, mientras hacia el sursudeste, a través de las arenas y escarpados, y hasta el Océano Indico, el emporio energético y geopolítico resultaría inconmensurable.
Sobre Irán, y sobre las fronteras rusas y chinas, la presión se multiplicaría. Ello sin contar que amplias áreas del mundo árabe y del Norte de Africa estarían vetadas a una relación multifacética con dos pujantes polos del oriente que los estrategas gringos consideran los “blancos principales a batir”.
En consecuencia, hasta hoy la actitud chino-rusa, a la que se suman las de otras naciones como las integradas en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, no podía se otra que la vertical defensa del no injerencismo extranjero en Siria; el apoyo a las medidas internas adoptadas en ese país para lograr un clima de paz, entendimiento y negociación; y el evitar que se reedite el pasaje brutal que puso fuera de juego al gobierno de Trípoli meses atrás.
¡Lástima para el mundo que sus máximas tribunas sean convertidas en cómplices de todo lo malsano que debía desterrarse de una vez en las relaciones globales!
granito de canela
20/2/12 14:07
Lo que me resulta muy triste es que solo Rusia, China y los países del ALBA hayan salido al paso a esta barbarie que se pretende con Siria. ¿Y el resto de los países del mundo qué hacen? Hay países árabes que pueden y deben jugar un rol más profundo, como Argelia. Esto hay que pararlo de alguna manera. La Liga Árabe es la OEA de esa región, pero en América es otro el gallo que canta.
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