En una escena típica de las películas de espías, el 25 de noviembre de 2003 el ex oficial de Seguridad Nacional de Estados Unidos Gus W. Weiss moría al “caer” del edificio Watergate, donde vivía en Washington DC. A pesar de su sombrío pasado y que hasta el nombre del escenario del “suicidio” remitía al escándalo, el diario The Washington Post no informó de su muerte hasta doce días después de sucedida, pero el periódico británico The Independent calificó en septiembre de 2009 las circunstancias de su muerte como “misteriosas”.
Gus Weiss recordaba orgulloso ser el artífice del primer ciberataque efectivo de que se tienen noticias y que tuvo lugar contra el gasoducto transiberiano en la URSS a mediados de los años 80 del siglo pasado. La introducción de “caballos de troya” en los programas de control automático de las válvulas que operaban el gasoducto, que habían sido adquiridos por la Unión Soviética en Occidente, condujo a lo que, según los expertos, es la mayor explosión no nuclear de la historia. Un dato interesante es que, poco antes de su extraña muerte, Weiss se había declarado en contra de la guerra que meses atrás había iniciado la administración Bush en Iraq.
Más recientemente, en enero de 2011, el diario The New York Times confirmaba el ataque con el virus Stuxnet contra plantas iraníes de enriquecimiento de uranio. El virus había sido concebido por científicos israelíes y norteamericanos tal como reveló, en octubre de 2010, la empresa Symantec.
Sin embargo, según un documental transmitido por la televisora Univisión este ocho de diciembre, Estados Unidos es víctima de ciberataques concertados por Irán, Cuba y Venezuela y organizados desde México. Univisión, que realiza la mayor parte de sus producciones en Miami y tiene en su junta directiva a la archienemiga de la Revolución cubana Gloria Estefan, no aporta una sola prueba para sus especulaciones pero su novelesca historia traída por los pelos fue suficiente para que los congresistas cubanoamericanos de la Florida se dirigieran a la Secretaria de Estado Hillary Clinton, solicitando una “investigación”, y la prensa de la derecha venezolana añadiera munición en sus campañas contra el presidente Hugo Chávez.
Ningún gran medio se ocupó de cuestionar lo que contaba Univisión, pero cuando la noticia se desinflaba el periódico El Universal, de Caracas, publicó el 19 de diciembre la primera entrevista de un periódico venezolano con un presidente de EE.UU. en toda la historia. Como era previsible, Barack Obama -sin citar el indefendible reportaje televisivo- condenó las relaciones de Venezuela con Irán y Cuba, y de inmediato el diario español El País asoció ambas cosas bajo el título “Obama advierte a Chávez que vigila sus relaciones con Irán”. Así, como se hace con la carambola del billar, la derecha cubanoamericana y la oposición venezolana había obligado al presidente de la nación más poderosa del mundo a entrar por donde ellos querían.
Si por el camino el mayor victimario de la ciberguerra -que no duda en asesinar a los propios ciudadanos que le han servido-, logra fortalecer la imagen de una nación bajo ataque, mejor. El gobierno que tanto necesita inventarse enemigos en tiempos de crisis, cuando las calles se llenan de protestas, lo agradece; y Guss Weiss, en el rincón del infierno reservado para los ciberterroristas, sonríe.
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