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sábado, 23 de noviembre de 2024

Cabeza de fósforo

Europa sigue atada al carro norteamericano, aunque el socio mayor la utilice a todas luces como carne de cañón, mientras, Moscú se ha visto obligado a adoptar medidas que salvaguarden su seguridad...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 08/02/2012
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Escudo antimisiles
La telaraña Made in USA está, pues, en plena marcha.

Ciertos gobiernos del Viejo Continente hablan de “deberes insoslayables”, por aquello de intentar mostrarse como paladines de la ética.

Sin embargo, lo cierto es que la cada vez más bochornosa subordinación europea a Washington que se intenta esconder con semejante disfraz moralista va colocando al añejo y soberbio continente en el papel de munición de único tiro para el Pentágono y los círculos belicistas gringos.

No es la primera vez que ocurre. Cuando décadas atrás Estados Unidos erizó con sus misiles atómicos el territorio de varias naciones europeas, e incluso habló de desplegar en ellos la controvertida bomba de neutrones, no lo hacía para velar por la seguridad de sus aliados, sino para que el primer golpe contra la extinta URSS partiera de esa área geográfica, y los primeros en ser barridos por la andanada defensiva soviética fuesen los rancios “amigos del este”.

Mientras, el territorio y el poderío norteamericanos podrían permanecer intactos para dar el disparo de gracia y acceder a la victoria sin costo alguno. Cosas del más acendrado “pragmatismo” anglosajón.

Y algo de eso está ocurriendo ahora mismo con la algarabía de los restantes integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por conformar el sistema antimisiles de neta inspiración y bajo el absoluto control norteamericanos, de manera de poner en jaque a las fuerzas estratégicas rusas y tejer el cerco a China, sin dudas los dos nuevos “oponentes” que sacar del juego en esta época de desbordadas apetencias hegemonistas.

La telaraña Made in USA está, pues, en plena marcha, y crece el número de candidatos europeos a colocar artilugios de la sombrilla antinuclear norteamericana en sus territorios, sumándolos así a la lista de blancos potenciales de los misiles rusos en caso de conflicto.

Según recientes informes, Alemania albergará en su base Ramstein, en el oeste del país, el titulado mando operativo del escudo antimisiles, bajo las órdenes del almirante estadounidense James Stavridis.

Por su parte, España pactó la entrega de la base de Rota, en Cádiz, para acoger cuatro naves gringas dotadas de sistemas de detección de cohetes enemigos.

Rumanía y Polonia darán cabida a misiles interceptores norteamericanos. Francia y Holanda entrarán también en el juego con satélites y otro tipo de apoyo a la sombrilla anticoheteril, y Turquía permitirá la instalación en su suelo de un complejo de radares.

En el plano político, la OTAN rechaza las propuestas rusas de trabajar en conjunto en el tema de la defensa contra misiles, una decisión que de adoptarse daría ciertas garantías a Moscú de que todo el sofisticado andamiaje en marcha no apunta contra su integridad.

Incluso, vale apuntar en este sentido que ni el propio Washington ya es cuidadoso a la hora de intentar convencer al Kremlin de que radares e interceptores no tienen nada que ver con Rusia.

En muy recientes declaraciones, el canciller Serguei Lavrov dijo textualmente que “según se desprende de las conversaciones con la parte estadounidense, ellos no descartan que su defensa antimisiles tenga características que puedan crear riesgos para las fuerzas estratégicas rusas”.

Mientras, Moscú se ha visto obligado a adoptar medidas que salvaguarden su seguridad, y que incluyen el despliegue en el enclave europeo de Kaliningrado de misiles Iskander y del radar de detección temprana Voronezh DM, junto a la puesta en servicio de los cohetes estratégicos Bulavá, con base en submarinos, y Topol, sobre equipos móviles terrestres.

Así que las cuerdas se tensan y para algunos el paisaje empieza a retomar los áridos colores de los tiempos de la Guerra Fría y el peligro de un conflicto nuclear generalizado y definitivo en la vida de la especie humana.

Y en la fabricación de semejante trance, los sectores gringos de poder y sus serviles socios de Europa cargan con toda la responsabilidad, con la agravante de que los últimos no son más que la efímera cabeza del fósforo en manos del incendiario mayor.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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