Veinte años han transcurrido y parecería que aquellas imágenes renacen hoy. Un joven turista ha sido asesinado - escuche, decir- y para una adolescente cubana estudiante de bachillerato parecía una historia lejana, de película, algo de eso que le contaban los libros de historia o los familiares mas viejos, de aquellos primeros años de Revolución en los que pretendían frenar el proceso con violencia.
Pero la televisión y la radio lo repetían, el periódico lo corroboraba y los dirigentes del país comenzaban a ofrecer declaraciones, mientras se esparcían imágenes de un hotel en la capital cubana en el que, efectivamente, había estallado un artefacto explosivo que había acabado con la vida de un joven italiano.
Fueron las primeras noticias que me acercaron al que se conocería, tiempo después, como “El muchacho del Copacabana”, frase que dio título al libro de la investigadora e historiadora Acela Caner y que acercó más a los cubanos a la vida de este joven, a su familia y a su relación ya imperecedera con Cuba y con las causas justas que defendiera este pueblo.
Fabio había estado, al decir de un monstruo personificado hombre – Luis Posada Carriles – en el momento y en el lugar equivocados, palabras que ilustran cuanto de ignominia y desvergüenza puede encerrarse en quienes defienden ser ellos mismo por encima de cualquier sentimiento humano.
La ruta de destino, de la vida, esa gloria infinita de haber nacido en esta Patria de Martí y Fidel, me llevaron con el tiempo a ser partícipe de muchas nobles batallas por la vida, el regreso de Elián González, la liberación de los Cinco, la denuncia a otras acciones de terrorismo y contra injusticias cometidas dentro y fuera de Cuba; y entonces conocí a Guistino y a Livio de Di Celmo, padre y hermano de Fabio respectivamente.
De Giustino, qué decir: la nobleza y la fuerza hechas personas. Hombre de una coraza sin límites, con un amor infinito por esta isla, hablando y realzando siempre la figura de su hijo asesinado, mientras se ponía en la primera línea cada vez que una causa requería ser defendida desde el fondo de los sentimientos humanos. Sufría si, sufría mucho, a veces hasta parecía decaer y los años, las enfermedades, afectarle más de lo normal, pero cuando menos lo imaginábamos recobraba fuerzas, participaba en marchas y actos, en tribunas donde denunciaba una y otra vez el terrorismo y sentaba bandera nuevamente junto a este pueblo, en esta Cuba que fue su casa.
Con Livio conversé también varias veces, hasta por las redes sociales. Lo entrevisté por vez primera aquel día grande en el que este país y amigos de todo el mundo nos llenamos de cintas amarillas por el regreso a la Patria de cinco de sus hijos luchadores antiterroristas y presos allí, donde se gestaron las mismas acciones que asesinaron a su hermano Fabio. Ese día la conversación se convirtió en una aleluya a la vida aunque tampoco el podía enmascarar el dolor y el vacio inmenso que su familia sentía desde que faltaba el pequeño de casa. Ellos, definitivamente, nunca más fueron los mismos.
Hace dos años Giustino también se nos fue. Su cuerpo luchador e incansable no pudo más. Y yo entonces pensé que la inmortalidad también es para los imprescindibles, esos que viven siempre porque luchan mas allá de la muerte y nos siguen acompañando, en los tantos senderos que aún quedan por recorrer, en las tantas denuncias que aun debemos hacer, en la necesaria justicia que algún día tendrá que imponerse sin importar cuánto tiempo haya pasado.
Cada 4 de septiembre, como es ya tradicional, trabajadores del Hotel Copacabana de La Habana, vecinos del lugar, amigos y conocidos, personas de muchas edades, recuerdan a Fabio en el mismo salón donde una esquirla de vidrio le quito la vida. En otras partes de Cuba y el mundo también se habló de el, de su pasión por el futbol, de su alegría, de su fuerza y espíritu juvenil. Y claro, también se hablo de Giustino, que es hablar de optimismo, fe, de las luchas presentes y futuras.
Así también dio inicio a la Jornada Internacional “Tenemos Memoria”, que se extenderá hasta el 6 de octubre, otra triste fecha para los cubanos. Durante toda esta etapa, muchos en el mundo volverán a extender su mano a las víctimas del terrorismo y a este pueblo que tanto lo ha sufrido, se hablará de hombres grandes como Salvador Allende y hasta Washington llegaran las acciones de solidaridad y reclamo por la verdad de un pueblo cuyo único crimen ha sido intentar construir sus propios destinos, con dignidad, sin que venga nadie de afuera a imponérselo.
La lucha contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba volverá a sentar pautas y de las mas disimiles formas – desde carreras deportivas, actos, operaciones en redes sociales en Internet- se erigirá la voz de millones de aquí y de allá que siempre están, porque creen por encima de todo, en la nobleza de nuestras ideas.
Durante estos días será menester volver a Fabio, releer “El muchacho del Copacabana”, compartir ideas y sueños con él, presentárselo a amigos de todo el mundo que vendrán hasta nuestra casa mayor a abrazar nuestras causas, a conocernos por dentro. Volveremos entonces a decir #NoalTerrorismo, #SolidaridadVsBloqueo, #CubaVsbloqueo y seguiremos luchando siempre, porque Fabio, también nos sigue inspirando Vida.
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