Hay palabras que no mantienen su sentido más que en situaciones determinadas. Es lo que pasó en Cuba, entre otras, con la palabra apapipio. Hoy desconocida, sin embargo, en los años veinte del siglo pasado, justo cuando se estrenó la oprobiosa tiranía de Gerardo Machado, podía hablarse con veracidad que frente a la resistencia popular de obreros y estudiantes, una corte de apapipios aplaudía al tirano con los agasajos que enseñaba Washington, fuerza corruptora mayor.
Los apapipios rodeaban al tirano de zalemas. Pero el régimen de Machado, que inició su gobierno con el asesinato y continuó con el despotismo más cruel bajo la advocación imperial hasta ser desalojado por el pueblo, tuvo que enfrentarse a la resistencia. En su despotismo, la fuerza pública vigiló la marcha tradicional del 27 de noviembre del 25. Esa noche detuvieron a Mella y a otros compañeros, Mella era un líder del movimiento juvenil y obrero. El 5 de septiembre se declaró en huelga de hambre
Las masas y elementos progresistas clamaron por la vida y libertad de Mella. El Comité correspondiente de La Habana estaba presidido por Martínez Villena.
La huelga de hambre se prolongaba hasta peligrar la vida de Mella. En estas condiciones José Muñiz Verga solicitó hablar con un Ministro de Machado. Al cabo con él fueron Aldereguía y Rubén Martínez Villena.
Mella se deterioraba. Examinado por los médicos el resultado era el inminente peligro para su vida. En Cuba y en el extranjero se publicaban boletines sobre su estado en extremo peligroso. En la entrevista con el Ministro se entabló la discusión solicitando la libertad de Mella y denunciando el peligro para su existencia.
Cuando menos lo esperaban, apareció en escena nada menos que Machado:
—Mella —dijo Machado— me llama asesino. Es un comunista. Yo no lo puedo permitir…
Rubén le respondió:
—Usted llama a Mella comunista y no sabe qué es el comunismo. No debe hablar de lo que no sabe.
—Tiene usted razón pero a mi no me ponen rabo ni los patriotas, ni los veteranos, ni los comunistas, ni Mella, ¡Lo mato. Carajo, aseguro que lo mato!
La discusión con Machado fue intensa. De ella sacó Rubén la convicción de que el tirano era un “asno con garras”.
Al conmemorarse este 16 de enero el aniversario de la muerte de Rubén, ocurrida ese día de 1934, hemos querido recordar esta anécdota que publicó con su absoluta maestría en su momento Pablo de la Torriente Brau y que refleja el carácter de Rubén y su valor al enfrentarse al tirano en su propia persona.
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