No es un recinto vacío, a pesar de que doña Esther Montes de Oca, ya no ande recontando las travesuras de sus hijos entre los objetos de aquellas paredes. Aunque los tonos rosas de sus manos ya no se confundan con el habitual, este sigue siendo su nicho de amor eterno.
Si cierro los ojos las camitas me parecen menos límpidas. Abandonan esa tiesura casi de militar en que las mantiene la voluntad de la señora Saíz, se allanan en saltitos de esos que cupieron un día en el hueco de la mano de Esther y luego se fueron haciendo más y más hondos en los colchones de tipo personal. Ahora lo entiendo bien : ¡Sergio y Luís están de saltarines por toda la habitación, parece que echarán abajo los cuadros en sus corretajes!
Se tiran de las orejas, se enfrentan en lucha libre, ya agotados, se desploman sobre el suelo que su madre dejó cristalino durante el día. Se rascan las cabezas con cariño. En cualquier momento entrará el padre, para poner respeto entre sus benjamines. Se acurrucarán bajo cubrecamas azul-verdosas, se fingirán dormidos y un rato después, a solas, ellos comenzarán a lanzarse las primeras preguntas a cerca de Cuba. Eso sí, la Cuba de ellos; porque otra bien distinta se escurría en los atardeceres de Pinar del río durante aquellos turbulentos años del 1950.
Sin darse cuenta los chicos que ahora me miran desde orgánicos cuadros de panel, se quedaran dormidos, soñarán la patria nueva y a la mañana de 1957 sus camitas les parecerán un espacio demasiado pequeño para saltar, lo más alto que sea necesario en defensa del país y de su gente. El beso de Esther será demasiada cobija para un par de revolucionarios ávidos de aquella luz que ilumina y mata.
Saldrán de casa, con miles de versos en el alma pero con paisajes de revueltas callejeras en la memoria. Al parecer, van a festejar el cumpleaños de un amigo a quien admiran mucho. Quizás esta noche regresen, Luís teja las redes de un verso, Sergio se desborde desde sus pinceles. Pero habrán otras, y un agosto las puertas de la casa rosada que tanto cuidan los Saíz Montes de Oca, tristemente se abrirán a sus hijos.
Esta vez, llegarán sin bromas, el sigilo no será para ocultar las deshoras del retorno al lecho. Esto sucederá en esta hermosa casa de ternuras de la calle San Juan y Martínez de Pinar del Río. Allí mismo, cerca del cine Meca, de esa localidad, esbirros de batista cegarán la lozanía, no así el amor patrio y el legado de estos chicos.
La casa, su natal, esa que la propia Esther mantuvo como tal, como quedó el día más cruento, será el Monumento al que vendrán las nuevas generaciones en busca de sabios consejo para el porvenir.
Con exposiciones de Artes Plásticas, recitaciones de sus poesías, cantatas y otras manifestaciones, otro agosto del año 2017 la vanguardia del arte cubano celebrará para los Hermanos Saíz Montes de Oca, ese cumpleaños del líder al que no pudieron acudir.
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