Como esas pequeñas cosas que tiene la vida, asimismo se ven esos escritos en mi mano. Fugaces pero certeros, concisos pero profundos, una mezcla de relámpago con el eco del trueno. Letras que van más allá del compromiso y la virtud, letras que mucho distan de lo que vemos hoy en el entorno universitario.
Siempre que escuchaba de él en clases me lo imaginaba como estos estudiantes bravos que todo el mundo admira, el más deportista, el que conquistaba con una sola mirada, pero nunca como un hombre de letras. Fuera de esa lista de informaciones que nos aprendemos de memoria sin ningún sentido del tiempo y espacio; es que se descubren los detalles que solo sirven para las curiosidades del libro de texto, pero que guardan la esencia más importante.
Julio Antonio Mella, mencionarlo solamente ya es un nombre que impone. Recuerdo que en el preuniversitario una vez nos llevaron a un encuentro con miembros de la Asociación de Combatientes. Uno de ellos con la voz gorda y estridente, estalló en carcajadas cuando empezaron a hablar del iniciador de la Federación Estudiantil Universitaria.
“Recuerdo en la Universidad lo mal que me caía, me había robado a mi novia”. Ese momento se quedó en mí como fuego. Al principio me pareció una atrocidad que estuviera contando tales cosas de una personalidad tan reconocida, después me di cuenta de que ese comentario; así como la confirmación del resto de sus compañeros de que Mella era conocido por su popularidad entre las mujeres, me hizo verlo más humano y menos mármol.
HABLANDO CON MELLA
Militar fue su primera vocación, su sueño consistió en pertenecer a las filas del ejército norteamericano. Para cumplir esta meta viaja a México para ingresar en la Escuela Militar de San Jacinto pero no pudo matricular por ser extranjero.
Más adelante pasa su interés a las leyes, en ese momento ingresa en la Universidad de La Habana donde desarrolla gran parte de su labor revolucionaria. Aquí funda el 18 de noviembre de 1922 Alma Mater, revista que hasta el día de hoy mantiene los principios que incitaron a Mella para su creación.
Después de ser expulsado de la universidad en 1925 vuelve a México donde es aceptado en la Universidad Nacional, sin embargo, tampoco finalizó allí sus estudios. En este momento vuelve su mirada al periodismo, pasión que mantuvo desde joven inculcada por al amor de las letras de su padre Nicanor Mella.
Por cada paso que daba Mella, las organizaciones que fundaba, se aseguraba de que cada una tuviera un medio que la representara, incluyendo la Federación Estudiantil Universitaria con Alma Mater; el boletín de la Confederación Nacional de Estudiantes de Cuba (1924), El Libertador (1927), órgano de la Liga Antiimperialista de las Américas; y Cuba Libre (1928), medio de la Asociación de Emigrados Revolucionarios de Cuba.
En México fue parte de la revista bimensual del Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas y del periódico El Tren Blindado (1928), dedicada a los estudiantes de la Universidad de México. Sus palabras llegaron también a la Unión Soviética con una colaboración para el Boletín Rojo en 1927.
Escribía bajo los seudónimos Zeus, Lord Mac Pórtland, C. Z. (Cuauhtémoc Zapata), o Kim; pero con un sello identitario que hacía ver el desenfreno y la audacia de sus escritos. También fue famoso por los apodos con los que bautizó a diferentes presidentes: Zayas, “El Gran Buda Nacional” y Machado, “El Mussolini Tropical”.
Colaboraron junto a él figuras que reconocemos desde los libros y que logró conquistar con la fuerza de su carácter, como Carlos Baliño con Juventud, y Emilio Roig con El Libertador; mientras las caricaturas de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros lograron vender El Libertador.
Pablo
10/1/19 16:27
Buena iniciativa lo del juego, pero bastante elemental
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