La música era su mejor refugio. A ella acudía tanto en sus momentos sublimes de alegría como aquellos del mayor dolor. Y quizás tanto como por la música, el joven Frank País García sentía predilección también por la poesía.
De niño, aprendió a tocar el piano, y cuando la nostalgia por la novia, la bella América Domitro, se le hacía muy dura y difícil de sobrellevar, ante él se sentaba para interpretar las canciones románticas que ambos enamorados acostumbraban a escuchar y bailar.
También cuando el dolor le traspasaba el alma, el jefe del Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad; el revolucionario más buscado de Santiago de Cuba, acudía a la música o a la poesía para tratar de aliviar el dolor punzante por la pérdida de un amigo, o de un hermano, como le sucedió cuando asesinaron a su querido Josué, de apenas 19 años de edad, el 30 de junio de 1957, un mes antes de su propia muerte.
A la memoria de Josué, compuso Frank País unos hermosos versos. Un homenaje al combatiente impetuoso e impulsivo, caído de manera dolorosa y temprana. Los tituló A mi hermano.
En su primera estrofa describía, tal y como fuera el menor de los País García:
Nervio de hombre en cuerpo joven.
Coraje y valor en temple acerado.
Ojos profundos y soñadores.
Cariño pronto y apasionado.
Y en la última, lamentaba no haber estado a su lado para morir junto a él, para morir por él:
Cuánto siento el no haber sido
tu compañero de siempre,
no haberte brindado mi vida.
Cuánto sufro no haber sido
El que cayera a tu lado,
Hermano mío.
Qué solo me dejas, rumiando mis penas sordas,
Llorando tu eterna ausencia.
Pero esa sensibilidad no le impedía ser firme, exigente, sacrificado, temerario y valiente. Tenía un don de mando innegable y una capacidad organizativa extraordinaria.
Era el Salvador, el David, el Cristian de la clandestinidad, el hombre que organizó el levantamiento armado de Santiago aquel día 30 de noviembre de 1956, cuando la heroica ciudad se vistió por primera vez de verde olivo y se puso el brazalete rojinegro del 26.
Transido de dolor, al saber la noticia de la muerte de Josué, llamó por teléfono a su otro hermano, entonces Jefe de Acción en Oriente:
—Agustín, ¿ya lo sabes?
—Sí
—Óyeme bien: no te hablo como hermano, sino como jefe. No puedes salir a ninguna acción hasta que se te ordene, porque te fusilo.
Así era Frank País, quien, a pesar del dolor, mantuvo la serenidad y actuó con la responsabilidad que su cargo exigía.
El Che recordaba aquella lección de disciplina que les diera cuando en febrero de 1957 subió a la Sierra Maestra a entrevistarse con Fidel, y mientras los demás guerrilleros descansaban, el joven santiaguero se dedicó a limpiarles los fusiles y a engrasárselos.
Escribió el Comandante Guevara en su libro en Pasajes de la Guerra Revolucionaria: “Nos dio una callada lección de orden y disciplina, limpiando nuestros fusiles sucios, contando las balas y ordenándolas para que no se perdieran. Desde ese día, me hice el propósito de cuidar más mi arma (y lo cumplí, aunque no puedo decir que fuera ese modelo de meticulosidad tampoco)”.
Un mes más tarde de la muerte de Josué, el 30 de julio de 1957, cayó asesinado Frank País en el Callejón del Muro. Junto a él, murió su compañero de luchas, Raúl Pujols.
Su muerte fue un duro golpe para la Revolución, que perdía a uno de sus pilares. El propio Che, con la profundidad de pensamiento característico en él, escribió: “Con Frank País perdimos uno de los más valiosos luchadores”.
Pero, sin duda, le mejor conceptualización de quien fuera este joven caído sin haber cumplido los 23 años, y que había nacido el 7 de diciembre de 1934, el mismo día que Antonio Maceo, la hizo Fidel en carta a Celia Sánchez:
“No puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor infinito que nos embarga. ¡Qué bárbaros! Lo cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de todas las ventajas que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él de grande y prometedor”.
En homenaje a su memoria, y al resto de los caídos en defensa de la Patria, incluido el Comandante René Ramos Latour, Daniel, caído en combate otro 30 de julio, pero de 1958, el Gobierno Revolucionario decidió instituir al penúltimo día de julio como el Día de los Mártires de la Revolución.
Fidel Castro, el 30 de julio de 1959, al conmemorar el segundo aniversario de la muerte de Frank País, solicitó no olvidarnos de nuestros mártires, y afirmó:
“Porque si algo no queremos —y bueno es decirlo aquí, en este aniversario de la muerte de Frank País y de Daniel, símbolo de toda la generación que se sacrificó—, bueno es decir aquí que lo que no queremos es que nadie pueda decir el día de mañana que nuestro pueblo se ha olvidado de sus muertos”.
Así ha sido hasta hoy, y así será en el futuro.
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