El 20 de abril de 1957 se produjo la masacre de Humboldt 7, en La Habana. La traición y el odio se cebaron en cuatro jóvenes revolucionarios, quienes, sorprendidos y casi inermes, fueron ametrallados por los asesinos del criminal Esteban Ventura, de tan triste recordación entre los cubanos.
Todavía, meses después del asesinato, la sangre de Fructuoso Rodríguez Pérez, Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado Rodríguez, Machadito, y Joe Westbrook Rosales manchaba el piso de las escaleras del edificio habanero, tras ser arrastrados inmisericordemente los cuerpos sin vida de estos cuatro héroes que ofrendaron su vida hace ahora 60 años.
El apartamento era bastante seguro, pero la traición de Marcos Rodríguez, Marquitos, quien informó el paradero de los buscados revolucionarios; tres de los cuales habían participado de manera activa en el ataque al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, hizo que fueran sorprendidos en aquella tarde aciaga y acribillados a balazos, sin posibilidades de defensa alguna.
Dos de ellos habían nacido en la actual provincia de Villa Clara. El Flaco Carbó era remediano, mientras Fructuoso Rodríguez, el heredero del legado ideológico de José Antonio, y al frente del Directorio Revolucionario y la FEU tras la muerte de Manzanita, era de Santo Domingo, el pintoresco poblado a la vera de la Carretera Central, apenas a una treintena de kilómetros de la ciudad de Santa Clara.
Todavía en la octava villa de Cuba se recuerdan las bromas de Carbó, hijo de un juez del poblado y dueño de una gran simpatía, equiparable solo con su valor y arresto ante el peligro. Su expediente de bachillerato está bien conservado en el Museo Francisco Javier Balmaseda, de su San Juan de los Remedios natal. Y en la memoria de amigos de la época quedó la ocasión en que montado a caballo irrumpió en medio del parque de la localidad.
No hubo acción estudiantil importante contra la dictadura de Fulgencio Batista en la que no estuviera presente Carbó Serviá. Así, participó en la manifestación en que muriera Rubén Batista, el primer mártir del estudiantado universitario; se tiró con José Antonio al terreno del estadio Latinoamericano con esa enorme tela que decía Abajo la dictadura, y con Echeverría marchó a Costa Rica.
Solo su valentía le permitió salir con vida aquella tarde del 13 de marzo de 1957, en la que se intentó ponerle fin a la vida miserable del dictador. Al llegar a Palacio, apenas bajando del camión, Carbó fue herido en un pie y perdió sus espejuelos; no obstante, logró llegar al segundo piso, donde de nuevo resultó tocado por las balas. Conducido primero a la Casa de Socorros, ante el peligro de ser descubierto, se marchó para el hospital de Emergencias, donde contaba con amigos y compañeros, y de allí, al irrumpir un grupo de sicarios, realizó una espectacular fuga, con vestimenta médica y un libro bajo el brazo.
Según Enrique Rodríguez Loeches, participante también en las acciones de Radio Reloj, el 13 de marzo, Juan Pedro no tuvo tiempo de defenderse aquel nefasto 20 de abril: “Carbó se dirigió al elevador, pero fue interceptado poco antes de llegar y ametrallado a boca de jarro de forma inmisericorde. Todo su rostro y su cuerpo quedaron acribillados a balazos”.
El otro villaclareño, Fructuoso Rodríguez Pérez, tiene en el corazón de su natal Santo Domingo un busto erigido en su memoria, y en el museo de la localidad una de las pistolas que usara el fundador del Directorio Revolucionario y su secretario general tras la muerte de José Antonio.
Tan alto, aunque más fornido que Carbó, Fructuoso poseía una pegada demoledora y sus puños tenían bien ganada fama, pues trompada que daba, trompada que tumbaba al suelo al policía que la recibía.
Pero, sobre todo, tenía Fructuoso una inteligencia y una sensibilidad enormes. Nunca dejó de regresar a su poblado natal, y cuando la huelga general azucarera de diciembre de 1955 estuvo entre sus dirigentes principales, en la entonces provincia de Las Villas. Y fue quien, el 15 de septiembre de 1956, presidió la presentación del Ballet de Alicia Alonso en el estadio universitario, en cuya función hizo uso de la palabra con un pronunciamiento revolucionario ante la amplia asistencia popular al evento, en el que también se realizó la primera colecta pública del Directorio.
Sobrevivió al encuentro policial en el que cayera José Antonio Echeverría, de quien era amigo y admirador, y con quien compartiera la experiencia internacionalista de Costa Rica.
Heredero del legado de José Antonio, y en su condición de presidente de la FEU, escribió una carta al Consejo Superior de la Universidad de La Habana el propio 20 de abril, horas antes de caer asesinado, donde ordenaba el paro estudiantil en la Universidad de La Habana:
“Respetables Profesores:
Me dirijo a ustedes para dejar definitivamente puesto en vuestro conocimiento que la Federación Estudiantil Universitaria, que hoy presido en su momento más difícil al faltarnos quien fue su más grande y glorioso timonel, José Antonio Echeverría, ha ordenado el paro indefinido del estudiantado de nuestra Universidad y ha llamado a todos los centros de enseñanza de la República a que adopten idéntica conducta”.
Sorprendido en aquella ratonera del edificio de Humboldt 7, hizo intentos desesperados por escapar. El propio Rodríguez Loeches afirma: “Machadito y Fructuoso se lanzaron por una ventana hacia la planta baja. Cayeron en un pasadizo tan largo y estrecho que pertenecía a una agencia de automóviles. Al final había una verja con un candado que les impedía la salida. Como el lugar desde el que cayeron era demasiado alto, Fructuoso yacía inconsciente en el suelo, mientras Machadito hacia esfuerzos supremos por levantarse sin lograrlo, pues se había fracturado los dos tobillos. Los sicarios introdujeron una ametralladora entre los barrotes y ambos luchadores fueron rematados a balazos”.
Con Carbó, Fructuoso, Machadito, igual de valiente, y Joe, el más joven y soñador, se perdieron cuatro puntales para la Revolución, que triunfó menos de dos años después.
El traidor fue ajusticiado como merecía. Fructuoso no pudo ver nacer el hijo que su esposa Marta Jiménez llevaba en su vientre, y el Flaco Carbó, como el resto, dejó cientos de sueños sin cumplir.
A 60 años de aquellos hechos, la juventud cubana les rinde homenaje, y de nuevo los Fructuosos, Juan Pedro, Machadito y Joe, de ahora, reafirman la voluntad expresada por José Antonio Echeverría en su Testamento Político, cuando expresó que la sangre derramada marcaría el camino de la libertad. La libertad que hoy disfrutamos, y que ellos con su sangre ayudaron a labrar.
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