Para los cubanos de hoy, quizás nada signifique el Tratado Permanente de Relaciones firmado entre Cuba y Estados Unidos el 22 de mayo de 1903, que en su esencia ratificó la injerencista Enmienda Platt.
Y por qué debiera interesar si han pasado más de cien años y la Enmienda Platt, y su articulado convertido en Tratado, son cosas de un pasado de dependencia barrido por la Revolución triunfante en 1959.
Sin embargo, no resulta exactamente así. Lamentablemente, una cláusula de dicha Enmienda está latente y como espina clavada nos hace sangrar por la herida de la ilegal Base Naval de Guantánamo.
Aún sobrevive en contra de nuestra voluntad el artículo VII de la referida Ley Platt: “Que para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la Independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el presidente de los Estados Unidos”.
Por ello, conviene saber que el Tratado Permanente de Relaciones firmado entre Cuba y los Estados Unidos durante el gobierno de Tomás Estrada Palma no significó otra cosa que establecer sobre bases jurídicas los ocho artículos de la Enmienda Platt, y cumplir, en lo específico, la cláusula octava y última: “Que para mayor seguridad en lo futuro, el Gobierno de Cuba insertará las anteriores disposiciones en un Tratado Permanente con los Estados Unidos”.
Fue la formalización de las relaciones de dependencia y subordinación política delineada por el Imperialismo durante el período de ocupación militar de la Isla (1899-1902) y que el gobierno sumiso de Estrada Palma se encargó de cumplir al pie de la letra.
Si la Enmienda Platt se convirtió en apéndice de la Constitución de 1901, con la firma del convenio de 1903 adoptó forma legal de Tratado Permanente de Relaciones. Podía la Constitución ser derogada, pero Estados Unidos mantendría inalterable el derecho de intervenir en Cuba siempre que considerase en peligro sus bienes y propiedades e igual de inalterable la garantía de poseer bases navales y carboneras en territorio cubano.
Una jugada maestra de la diplomacia yanqui. Así la popularmente rechazada Ley Platt cambió de disfraz sin abandonar su condición leonina. A pesar de lo aparente, con la firma del Tratado Permanente de Relaciones, se aseguró lo que el diplomático Manuel Márquez Sterling, calificó como “la coyunda insoportable de la Enmienda Platt”.
Fidel Castro en una extensa Reflexión titulada El imperio y la isla independiente, publicada en tres partes en el año 2007, se adentra en este tema y, al respecto, señala: “El Tratado Permanente suscrito por ambos países fue aprobado por el Senado de Estados Unidos el 22 de marzo de 1904 y por el Senado cubano el 8 de junio de ese año, y fueron canjeadas las ratificaciones en Washington el 1ro. de julio de 1904. Por eso, la Enmienda Platt es una enmienda a una ley norteamericana, un apéndice a la Constitución de Cuba de 1901 y un tratado permanente entre ambos países”.
Este Tratado, como el del arriendo de Bases Navales y Carboneras, firmado entre los días 16 y 23 de febrero de 1903, y el de la Isla de Pinos, cuyo primer convenio fuera acordado el 2 de julio del propio 1903, aunque no fue hasta el año 1925 en que Estados Unidos lo ratificó, evidenció la condición de República Neocolonial de Cuba. La existencia, a pesar de las apariencias, de un modelo de dominio imperialista basado en la supeditación económica, política, ideológica, diplomática y social.
En 1934, como fruto de la Revolución de los años 30, el tratado de 1903 fue sustituido por otro. Sobre este proceso, Fidel, en la Reflexión antes mencionada, afirma: “Como una de las medidas de reajuste, el 29 de mayo de 1934 se firmó un nuevo Tratado de Relaciones cubano norteamericano, modificando el del 22 de mayo de 1903, (…) con lo que desapareció formalmente la Enmienda Platt, pero permaneció la Base Naval en Guantánamo”.
Cuando este 22 de mayo se cumplen 114 años del Tratado Permanente de Relaciones, no debemos olvidar las lecciones de la historia. Del viejo convenio pervive la ocupación ilegal de la Base Naval de Guantánamo, quizás, de todas las clausulas de la Enmienda Platt una de las más onerosas y rechazadas por el pueblo cubano.
De ahí, la validez de las palabras del luchador antiimperialista y amigo de José Martí, el patriota Juan Gualberto Gómez, quien expresara el 26 de marzo de 1901: “Y hiere tanto los sentimientos del país la pretensión de que se arriende o venda parte del territorio nacional, que de todas las cláusulas de la enmienda a la Ley del Presupuesto, la que más ha desagradado a nuestro pueblo es la que se refiere a las estaciones navales. El grito de Nada de carboneras es el que ha dominado en todas las manifestaciones populares celebradas contra la enmienda referida”.
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