Durante los días 16 y 17 de agosto de 1925 se fundó el primer Partido Comunista de Cuba. Entre los integrantes de su reducido grupo fundacional sobresalieron dos cubanos de talento: Carlos Baliño y Julio Antonio Mella. El primero, integrante de una veterana hornada de patriotas que había ido a la manigua a luchar contra el colonialismo español y el segundo, un joven de apenas 22 años, hijo de la generación nacida con el advenimiento de la República Neocolonial.
Baliño, el amigo de José Martí, con quien había fundado el Partido Revolucionario Cubano, valioso antecesor del nuevo partido que entonces nacía. Mella, el joven de vida intrépida, valiosa e irreverente, cuyo ideario de avanzada le hicieron precursor de las ideas marxistas-leninistas en nuestro continente.
La clase obrera cubana contaría a partir de entonces con una vanguardia organizada, bajo la cual se llevaría adelante la Revolución de los años 30 y luchas posteriores. Bajo su conducción más de mil cubanos irían a España en defensa de la República Española, quizás en una de las contribuciones más nobles realizadas por los comunistas de la Isla a la causa del proletariado mundial.
En 1944, fruto de las circunstancias históricas de lucha antifascista y creación de frentes populares y antiimperialistas, cambió de nombre para convertirse en Partido Socialista Popular (PSP) y en 1961, en otro contexto decisivo, decidió auto disolverse para dar paso, el 3 de octubre de 1965, en un proceso de integración de las tres grandes fuerzas que habían luchado contra la dictadura de Fulgencio Batista, encabezadas por el M-26-7, al actual Partido Comunista de Cuba.
Fidel Castro, convertido en el líder indiscutido de los comunistas cubanos, al evaluar ese importante proceso afirmó que fue el fruto de la unidad alcanzada por la Revolución. Un Partido continuador de aquel con que José Martí llevó adelante las luchas por la independencia y continuador también del fundado por los primeros comunistas con Baliño y Mella al frente.
Desde entonces no ha habido lucha que no haya estado encabezada por el Partido, ni momento trascendente de la Historia de Cuba que no haya contado con la organización de vanguardia de la sociedad.
En una hermosa frase llena de simbolismo, Fidel calificó al Partido como el alma de la Revolución Cubana, la organización que sintetiza los sueños y aspiraciones del pueblo cubano a lo largo de más de cien años de lucha.
Ahora el país, sin la presencia física de su líder histórico, enfrenta un proceso donde esa unidad de principios y firmeza ideológica resultan más importantes y necesarias que nunca: las elecciones generales.
Será el pueblo quien postule, sin campañas políticas, sin presiones de ninguna índole, pero sin ingenuidades, que se pagan caro en cualquier proceso revolucionario.
Velar por la pureza de las elecciones, porque sean elegidos los más genuinos representantes del pueblo, sus hombres y mujeres más capaces, será responsabilidad de todos.
Conservar la unidad que nos ha llevado hasta hoy será un aspecto clave. La experiencia alcanzada a lo largo de estos años nos compromete a asegurar el perfeccionamiento de nuestra democracia socialista, sin hacer concesiones a los principios.
Y en eso, nuestro mejor guardián, nuestra conciencia colectiva será el Partido Comunista de Cuba, garante de la continuidad histórica de la Revolución.
Fidel, en su última intervención pública, durante la clausura del 7mo Congreso del Partido Comunista de Cuba, pidió perfeccionar todo aquello que deba ser perfeccionado y emprender la marcha, con lealtad meridiana y la fuerza unida, como Martí, Maceo y Gómez, de manera indetenible.
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