Cuba ha ganado los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe, posición asegurada en los últimos instantes con las actuaciones impecables del atletismo, la lucha, el boxeo y los remos. Luego de dos semanas de competencias se impone un resumen de los momentos más importantes de los Juegos.
Apenas ocho medallas de oro fue la diferencia entre el primer puesto y el segundo conseguido por México, resultado que preocupa a muchos pues se trata del margen más estrecho con el que nuestro país ha ganado una justa centrocaribeña desde 1970 (fecha a partir de la cual solo ha cedido en dos oportunidades, por no asistir).
Si partimos en busca de individualidades el ciclismo acapara todas las miradas. Ocho coronas y dos récords entre las damas, incluido el podio completo en la prueba de ruta, las convirtieron en las reinas del pedal de esta edición. Marlies Mejías y sus cinco títulos, junto a una indetenible Lisandra Guerra en la velocidad, fueron de lo mejor en Veracruz 2014. Dato: la actuación de Mejías no tiene precedentes en la historia del ciclismo, en ningún tipo de competencias, pedalista alguno se había colgado tal cantidad de preseas doradas.
También valioso fue el aporte de los tiradores cubanos, quienes con 14 de oro dominaron el tiro deportivo. Antes de partir hacia Veracruz sus dirigentes aseguraron que se necesitarían alrededor de 10 de oro, ese era el pronóstico. Pero el equipo desenfundó sus armas y fue preciso con las dianas, aunque en realidad —y esto no es una crítica que ataña a nuestros campeones— la cosecha pudo haber sido mayor.
El judo se quedó a un paso de cumplir con el pronóstico realizado en La Habana que situaba sus expectativas en 14 coronas. Pero 13 metales dorados es un cúmulo respetable en un certamen donde se disputaron 18 juegos de medallas.
Imposible dejar de mencionar la actuación de nuestros remeros, quienes acapararon los diez títulos lanzados al ruedo en la Laguna Mandinga, con destaque para Ángel Fournier, quien se llevó tres de ellos.
Del boxeo se esperaba un gran resultado, a la altura de la escuadra campeona de la Serie Mundial de la AIBA y, con nueve de oro en las diez divisiones disputadas, los púgiles de nuestro país respaldaron todas las predicciones que los situaban como favoritos para dominar la competencia. Una vez más brillaron Lázaro Álvarez, Julio César la Cruz y Roniel Iglesias, tres hombres que ofrecen tranquilidad a sus seguidores cuando suben al cuadrilátero.
El canotaje fue esencial, pues en pocas disciplinas la lucha con los aztecas fue tan enconada. Con ocho de oro, Cuba sacó la mejor parte en un deporte dominado por México en la edición anterior de Mayagüez 2010, a la cual no asistimos.
El atletismo fue cosa aparte, 23 títulos resultaron aplastantes y decretaron el vertiginoso ascenso de Cuba a la cima de la tabla por naciones en los últimos tres días de la competencia.
Del atletismo sobran momentos espectaculares, pero dos de ellos llegaron para sorprendernos. Sergio Mestre, un hombre fuera de los vaticinios, subió la varilla del salto alto hasta los 2.26 —el mejor salto de su vida— para quedarse con el oro; mientras Andy González, parapetado tras sus gafas de sol regaló dos remates cinematográficos para llevarse los títulos en 1500 y 800 metros planos, en ese orden.
En los 800, corridos incomprensiblemente dos días después de los 1500, Andy realizó un sprint por la parte exterior de los carriles y remató en los 20 metros finales con un cierre extraordinario. La lucha del cubano contra el cansancio, el enrevesado programa de competencias y el clima se llevan una de las notas más altas de la lid veracruzana.
Por otra parte, la despedida de Yipsi Moreno de las competencias atléticas regaló un oro y nuevo récord para el certamen al enviar el martillo hasta los 71.35 metros.
En los deportes colectivos el hockey sobre césped lució de maravillas. Mujeres y hombres dominaron con categoría sus respectivos certámenes a pesar del mínimo roce internacional de los últimos años para esta disciplina.
Como se esperaba las jugadoras de baloncesto no tuvieron rivales en una competencia que han dominado desde 1970, con las excepciones de 2002 y 2010 cuando nuestra delegación no acudió a la cita. Las actuales campeonas del Campeonato FIBA Américas y del último Centrobasket extendieron el invicto en estas lides, que no las ve perder desde 1970 cuando consiguieron la primera de sus diez coronas.
El béisbol ganó porque no podía ser de otra manera para un equipo repleto de estrellas que participó en un torneo de segunda categoría. Sin embargo, siempre fue agradable ver a los nuestros y comprobar en tierras internacionales lo que muchos empíricamente habían acuñado: jugar en ligas extranjeras es necesario. Despaigne, Cepeda y Yulieski hicieron en Veracruz lo que quisieron, así como Héctor Mendoza, convertido ya en taponero profesional.
Memorable fue también la maratón de Richer Pérez, quien consiguió la mejor marca de su vida (2:19.13 horas) y se convirtió el domingo de cierre en el primer cubano que gana en esta distancia en Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Por último, y quizás porque nadie merece más un aparte, es preciso hablar de fútbol. Nunca soñamos con que podríamos emocionarnos, gritar en plena madrugada por el once cubano, pero esta selección de Cuba timoneada por Raúl González Triana vino a movernos los cimientos de cuanto esperábamos de ese deporte.
Lo menos placentero fue la medalla de bronce ganada a Honduras en un partido que los organizadores intentaron ocultar como marca vergonzosa y enviaron —sin previo aviso— a un estadio sin nombre y sin transmisión televisiva.
Lo que realmente hizo estallar a todos fue el partidazo ante México en las semifinales, un choque en el cual fue necesaria la intervención repetida del árbitro y siete disparos en tanda de penales para que los favoritos locales avanzaran a discutir el título.
Si hubiese que escoger un destello de la gloria de estos días, me quedo sin dudas con las lágrimas de Yolexis Collado y el abrazo de los suyos, con una derrota que nos supo a oro y nos explicó, alto y claro, que en Cuba se juega fútbol. Y se juega bien.
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