En el mundo deportivo es muy conocido el apellido Samaranch. Y de una manera especial cuando lo antecede el nombre Juan Antonio. En Cuba, más bien relacionados con el padre, tenemos recuerdos que no los borra el paso del tiempo…
Juan Antonio Samaranch Torelló (1920–2010), también político y diplomático español, fue durante 21 años presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), desde 1980 hasta 2001.
Los cubanos no olvidamos, por ejemplo, su presencia en los dos eventos deportivos más importantes celebrados en nuestro país: los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana 1982 y los Juegos Panamericanos de La Habana 1991.

Y cada vez que escribo “Juegos Panamericanos de La Habana 1991” se me dispara el teclado para volver a señalar que nuestro país terminó en el primer lugar de la tabla de medallas (con 140 de oro), por encima de Estados Unidos.
Samaranch modernizó la institución, la convirtió en un gran espectáculo de masas y atrajo a patrocinadores globales.
Su mandato estuvo marcado por la inclusión de países del bloque socialista y por la expansión de los Juegos Olímpicos como fenómeno mediático mundial.
No se olvidan tres elementos cruciales:
1.-La edición de Moscú 1980 había sido boicoteada por Estados Unidos y otras naciones.
2.-Cuatro años después, en Los Ángeles 1984, ocurrió algo parecido: una especie de desquite de la Unión Soviética con el apoyo de otros países. Nuestro país no asistió por solidaridad.
3.-La normalidad volvió en los Juegos Olímpicos que el español tuvo en su propia tierra: los de Barcelona 1992, otorgados en 1986, considerados el reencuentro de la familia de los cinco aros y un gran éxito.
(Se me volvió a disparar el teclado: ¡Cuba terminó en un espectacular quinto lugar, con 14 coronas!)
La otra historia
En 2001, en la misma sesión en que se retiró su padre, Juan Antonio Samaranch Salisachs fue nombrado miembro del COI.
Sí, es verdad, resultó una coincidencia con olor más a nepotismo que a mérito propio. Para muchos, resultó un traspaso de poder más propio de una monarquía que de una institución moderna. El padre salía por la puerta grande. El hijo entraba por la misma.
Durante más de dos décadas, Samaranch hijo ha sido miembro influyente, con asientos clave en comisiones estratégicas, hasta llegar incluso al cargo de vicepresidente primero del COI (2016–2020 y desde 2022 hasta el presente).
Se le reconoce que ha sabido tejer alianzas, aunque siempre quedando a la sombra del apellido y de las decisiones que su padre ya había tomado por él.
En 2025, cuando el alemán Thomas Bach anunció que no repetiría mandato, Samaranch hijo preparó su candidatura, y lo hizo con la discreción del que se cree heredero natural.
Pero el COI de hoy ya no es el de su padre. Las reglas cambiaron. Los votos se mueven por otras lealtades. El mundo también cambió.
Aunque partió el pasado 20 de marzo como uno de los favoritos, su perfil corporativo, su estilo distante y —sobre todo— el peso incómodo de su apellido le jugaron en contra.
Las nuevas generaciones olímpicas no quieren repetir viejas estructuras. Y el fantasma del posible nepotismo seguía flotando.
Finalmente, Samaranch hijo no logró convertirse en el rector del COI: la elegida, incluso en una vuelta inicial algo sorprendente, fue la zimbabuense Kirsty Coventry, como la primera mujer presidenta de ese organismo rector del deporte.
Su oportunidad se esfumó como una antorcha que se apaga justo antes de entrar al estadio.
Sí, el apellido Samaranch continúa en el palco (en recuerdos en Cuba y en todo el planeta). Pero ya no en la pista central…
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