La Habana.- HACE dos años tuvo lugar el primer acercamiento de Onel Hernández con las autoridades del fútbol cubano.
No ocurrió personalmente, sino a través de su madre, quien contactó a miembros de la comisión nacional de este deporte en Morón, Ciego de Ávila.
Sin merodeos, la dama hizo saber el interés de su hijo —nacido en Cuba y jugador del Norwich City, de Inglaterra— por integrarse a la plantilla tricolor.
El primer diálogo no pasó más allá de entregarle los contactos de la comisión nacional, lo que sería suficiente para que ella viajara hasta La Habana. Sería la primera vez que el nombre de Onel se escucharía con fuerza en el Estadio Nacional Pedro Marrero.
Poco después comenzó a tramitarse la documentación del jugador con ciudadanía cubano-alemana. De tal modo, en el año 2020, de cara a la fecha Fifa, se produjo un primer intento de convocatoria, pero la pandemia de la Covid-19 lo echó por tierra al cancelarse todas las competiciones internacionales.
No sería hasta diciembre último que la Asociación de Fútbol de Cuba diera a conocer, a través de JIT, la inserción en su registro de cinco jugadores que militan en clubes extranjeros al margen de la política de contratación aprobada por el Inder.
En breve, Onel se comunicó con la comisión nacional y fue puro trámite inscribirlo para la eliminatoria mundialista rumbo a Catar 2022, como aconteció con otras figuras en su misma condición.
Desde ese momento comenzaron los esfuerzos para que cada jugador convocado pudiera unirse —desde sus clubes— al concentrado antillano, en uno u otro sitio. Se emitieron cuanto antes los boletos aéreos, lo que en el caso de Onel implicaba en principio pasar por Miami de camino a Guatemala.
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Vale explicar que estos trámites acontecieron en un contexto de extremas limitaciones con los vuelos intercontinentales, a lo cual se sumaban las restricciones vigentes en relación con Reino Unido, motivado por una nueva cepa del SARS-Cov-2.
Las consultas con la Embajada de Cuba en Guatemala, y viceversa, indicaron que la ruta de viaje prevista para Onel sería impracticable, pues Estados Unidos ha establecido restricciones a los viajeros provenientes de Reino Unido.
Ahí comenzó la odisea de Onel para poder intervenir con Cuba en los primeros partidos de la eliminatoria mundialista, en lo cual se involucraron el Inder, el Minrex y al menos cinco de nuestras embajadas.
La comunicación con el jugador se hizo entonces más intensa. Sucedía a cualquier hora, incluso de madrugada teniendo en cuenta la diferencia horaria entre La Habana y Reino Unido. La meta era hallar una solución para que el goleador pudiera arribar en tiempo al primer partido frente al plantel local.
Los tiempos se acortaban y las restricciones para el ingreso de viajeros procedentes de Reino Unido aumentaban en Europa y América. Cada día resultaba más difícil planear su incorporación al elenco, sin tomar en cuenta lo referido al visado.
Al no contar Onel con pasaporte oficial cubano, debieron duplicarse los esfuerzos por parte de nuestra embajada en Guatemala. Largos días de trabajo pasaron hasta que cada documento estuvo listo, los suyos y los de otros atletas en similares condiciones, lo cual involucró a varias embajadas de Cuba en Europa y América con las indicaciones del Inder y el Minrex.
En cuanto al viaje, prosiguieron las gestiones por todos lados, vía España, vía Rusia, etc. La máxima era encontrar fórmulas para el libre visado con sus documentos cubano o alemán.
Las autoridades del Inder evaluaron la pertinencia de traer a Onel hasta La Habana, con el objetivo de que abordara el chárter fletado para la delegación hacia Ciudad de Guatemala. Para ello se gestionó un boleto con la aerolínea Evelop, cuyo vuelo arribaría acá procedente de Madrid el domingo 21 de marzo sobre las 18:00 horas.
También se hicieron trámites, desde el Inder y el Minrex, con la agencia de viaje On Line Tours, la cual desde España fue un apoyo vital para conseguir la llegada de Onel a América.
En ese propósito debió consultarse con la agencia a través de la cual se había fletado el chárter hacia el país centroamericano, pidiéndole retrasar la salida desde nuestra capital para hacer posible la conexión con el jugador.
Sin embargo, un nuevo impedimento surgiría en breve, por más habitual que pueda parecer… El Norwich City jugaba el sábado 20 de marzo, y aunque se pidió la exoneración del atleta de esa jornada, no lo autorizaron, como tampoco lo colocaron en cancha.
En tales circunstancias, Onel perdió el boleto del avión que lo llevaría de Londres a España, toda vez que del estadio al aeropuerto mediaba una distancia considerable. Se disipó así una firme variante de viaje.
La parte cubana jamás perdió el ánimo y se mantuvo la comunicación con el atleta, quien ya desesperado pretendió fletar un vuelo privado hasta La Habana. Así manifestaba sus ansias por jugar con la selección de las cuatro letras. Acá se consideró un gasto exorbitante y se le pidió no realizarlo.
Pero nuevas opciones pasaron por su mente, como alquilar un chárter rumbo a España, también muy costoso, para lo cual jamás recibió el permiso de aterrizaje en Madrid. La idea era conectar allí con el vuelo de Evelop hacia Cuba, planificado para horas del mediodía.
A tanta insistencia, desvelo e incertidumbre, y tras gestiones del Inder con la agencia de viajes y el propio Onel, se consiguió un pasaje desde Londres a México, donde no existen restricciones hacia Reino Unido. De ahí continuaría viaje a Guatemala.
Por fin algo parecía estar resuelto y el grueso de la delegación cubana podía embarcarse acá con cierto optimismo respecto a la posibilidad de encontrar a Onel en la sede de competencia.
La salida hacia Guatemala, desde el Aeropuerto Internacional José Martí, coincidió con el arribo de la aeronave de Evelop, lo cual despertó en algunos integrantes del grupo una sensación rara a pesar de lo “positivo” del curso de los acontecimientos. Onel pudo haber arribado ahí y unirse al equipo rápidamente.
La travesía aérea estuvo matizada por ese sentimiento y por alguna que otra turbulencia. Tocaron tierra en un aeropuerto prácticamente vacío, en que solo les arroparon la prensa cubana acreditada y el cónsul de nuestra representación diplomática.
Pero ese “desierto” pronto se convertiría en un campo de “fuegos artificiales”, debido a nuevas erupciones del volcán Pacaya que bañaron en cenizas la urbe y obligaron a cerrar el Aeropuerto Internacional La Aurora. ¡Hasta la naturaleza se oponía a que Onel y otros atletas llegaran en tiempo!
Pero volvamos a La Habana: el domingo 21 de marzo al mediodía, 72 horas antes del primer partido, todavía no podía confirmarse el ingreso de Onel a Guatemala. Ello obedecía a que en dicho país estaba vigente un protocolo que impedía el ingreso de viajeros provenientes de Reino Unido.
En horas de la tarde de ese día, la Dirección de Relaciones Internacionales del Inder solicitó a la Dirección General de América Latina y el Caribe de la Cancillería de Cuba encontrar opciones para el ingreso del atleta.
Ante ello, el Minrex consultó —mediante su embajada en Belice— la posibilidad de ingresarlo a través de ese país, pues allí no existen restricciones para viajeros procedentes de Reino Unido. Se valoraba, previa coordinación con las autoridades de Guatemala, su entrada por tierra desde Belice. Sucedió que la frontera entre ambas naciones estaba cerrada.
Se evaluó entonces que Onel viajara por vía aérea hasta El Salvador y de ahí por carretera a Guatemala. Pero la consulta del Minrex a nuestra embajada allí arrojó que también ese país centroamericano tenía restricción de entrada para viajeros de Reino Unido.
El propio domingo, antes de partir el chárter desde La Habana, la Embajada de Cuba en Guatemala consiguió que la cancillería de ese país y el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social autorizaran el ingreso de Onel con un PCR negativo.
Cuando la delegación iniciaba su rutina preparatoria final de cara al primer partido eliminatorio, el lunes 22 de marzo, los directivos cubanos no paraban de chequear sus teléfonos en busca de noticias sobre Onel.
Iban llegando otros jugadores, los abrazos crecían y satisfacía constatar el éxito de las gestiones de visado y otras difíciles coordinaciones realizadas en países como Brasil e Italia, odiseas en que también resultaron claves las gestiones de las embajadas de la Isla.
Pero el Pacaya seguía escupiendo cenizas y en La Aurora todo continuaba cancelado: nadie entraba, ni salía. Las horas pasaban y era obvio que nuestro hombre quedaría varado en México. Volvían los desvelos y habrían de tomarse nuevas decisiones…
El día antes del partido cambió la dirección del viento, las obras de limpieza comenzaron en el aeropuerto y los nuestros volvieron a ver la “alfombra” de asfalto por la cual entraría el futbolista más mediático de Cuba, y aquel que preocupaba de veras a los chapines.
Se acostaron con ilusión, pero a las 4:00 a. m. todo se volvió negativo otra vez. Al momento de chequear en Aeroméxico le informaron a Onel que era imposible viajar por indicaciones de la aeronáutica azteca: no se permitían vuelos a Guatemala.
Sin mucho tiempo para decidir apreciaron otra vez la variante extrema: Onel haría conexión con otro país y encontraría un acceso terrestre hacia Ciudad de Guatemala. Sobrevinieron nuevas consultas con el cónsul, con el Inder, con el Minrex, con nacionales allí radicados y con varios de nuestros colaboradores.
Se indagó otra vez con la agencia de viajes que encontró el vuelo a El Salvador, país que mantenía la restricción para viajeros provenientes de Reino Unido, pero en tránsito permitía el acceso. Al final se desestimó esa opción.
Solo entonces le sugirieron a Onel viajar a Tapachula, capital del estado mexicano de Chiapas, distante a 300 kilómetros de Ciudad de Guatemala. La solución era entonces que se desplazara en auto, por un trayecto de casi seis horas y a expensas de encontrar carreteras bloqueadas y otros peligros.
Onel consiguió pasaje para las 10:00 a. m. entre Ciudad de México y Tapachula, a donde llegó sobre la 1:00 p. m. Solo restaban cinco horas para el inicio del partido. Con el apoyo del cónsul cubano en Guatemala se emprendió la coordinación del traslado final, lo más seguro posible, apelando a agencias de taxis que extremarían los precios y a amigos que ofrecieron una suerte de relevo automovilístico.
Pero los tiempos se achicaban y surgieron otras ideas, como emplear un helicóptero o avión ligero para cerrar el trayecto. La opción exigía operatividad máxima, evaluar costos, beneficios, riesgos, la seguridad del atleta, su acompañamiento, el autorizo del comisario del partido y la realización del test del coronavirus para poder acceder al estadio. Esto último fue resuelto por la Embajada de Cuba en Guatemala, apelando a una clínica que facilitaría un PCR urgente.
Dos horas más tarde estaba todo listo: se disponía de los permisos y del avión ligero que se encargaría de mover a nuestro jugador. Un oficial técnico cubano tendría la misión de acompañarlo. Sin embargo, al iniciar el despegue se produjo un desperfecto técnico en la aeronave y debió reemplazarse, retrasando el vuelo una hora más.
Al mismo tiempo, desde Tapachula llegaban noticias alarmantes, pues la policía mexicana presionaba a Onel sobre las verdaderas razones de su estancia allí y llegaron a entrevistarlo de forma individual en una habitación aislada. Un cubano residente en México, que mantenía comunicación con Onel, alertó al Minrex.
Casi al mismo tiempo, el Inder informó del asunto a la Dirección de América Latina y el Caribe del Minrex, que indicó a su embajador en México ayudar al futbolista. El diplomático contactó de inmediato con la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y la subdelegación de inmigración en Tapachula.
La cancillería mexicana indicó a su cónsul general en la urbe guatemalteca de Tecún Umán, quien aseguró se desplazaría al aeropuerto de Tapachula para proteger a Onel. La comunicación telefónica con el atleta se perdió durante más de una hora.
Fue desde la Embajada de Cuba en Guatemala que se pudo restablecer el contacto y confirmar que las gestiones surtían efecto. El joven fue localizado por las autoridades migratorias mexicanas y ubicado en la terminal a la espera de su avión.
Nuestro once ingresó al estadio Guamuch Flores sin Onel en el listado titular. No estaba, no había arribado a la ciudad. El asunto ya desgastaba y urgía una sólida inyección de adrenalina. La dirección del equipo y la jefatura de la delegación tomaron la estrategia más cubana de todas, meter los “condimentos” y salir a batallar.
Cuando el mitin acabó los análisis rondaban entonces el traslado desde el aeropuerto al estadio, teniendo en cuenta que el intenso tráfico podía embotellarlo en la vía. Otra vez se llamó al cónsul cubano pidiendo apoyo para conseguir una escolta policial. ¡Y se logró!
No aparecía aún el avión cuando el árbitro del partido Cuba vs. Guatemala dio el silbatazo inicial. En cancha se jugaba al fútbol, afuera el otro “partido” seguía su curso y la desesperación hacía estragos.
Por fin pisó tierra la aeronave. En inmigración y la aduana hicieron todo lo posible por cumplir los protocolos establecidos, al pie de la letra. La maleta de Onel se antojó sospechosa, “de goles”; y no aparecía el perro para la requisa antidroga. Por fin salieron de la terminal y afuera estaba todo listo.
El vehículo y su chofer sabían del apuro. Onel se colocó el vestuario en la parte trasera. Iría casi directo a la cancha. La policía condujo aquello con tratamiento presidencial. Nada los detuvo, ni las aceras. Entraron directo al lugar del coordinador del partido, quien lo chequeó y aprobó.
Cinco minutos más tarde Onel estaba por fin en el estadio. Corría el minuto 40 del partido. Podría cumplir su sueño y el de miles de seguidores. Calentó y entró como cambio al 45, justo al iniciarse la segunda mitad. ¿Riesgos? Todos los imaginados, pero no había de otra.
Onel corrió, peleó cada pelota, luchó como buen cubano y compartió la derrota con los suyos. Demostró ser un firme defensor de sus raíces. Cuatro días después, ante Curazao, cerca del minuto 28, anotó su primer gol con la selección y emocionó a una afición que corroboraba por fin su calidad futbolística, y que por cierto desconocía los detalles que ahora podemos narrar.
Fue una jugada de lujo, con una celebración memorable. Pero lejos de nacer en el medio campo o gracias al pase exacto de un compañero, ese gol se fraguó desde mucho antes, fuera del terreno, a todo esfuerzo y riesgo, como muestra de lo que un joven comprometido y nuestras instituciones gubernamentales son capaces de hacer por el deporte.
Todos confiamos en que este capítulo sea solo el preámbulo de una nueva era para el fútbol nacional.
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