Nada en el mundo del deporte hoy se mueve sin una suma de papeles verdes como motor impulsor. La alta competencia demanda dinero, mucho dinero. Por un lado, los adelantos tecnológicos encarecen astronómicamente los implementos e instalaciones, mientras que de otro, la exagerada comercialización y el profesionalismo han hecho de las competencias, sus competidores y del deporte, uno de los negocios más rentables de la actualidad.
Por mucho que se intente desideologizar o despolitizar el asunto, no hay que ir a la Universidad ni hacer un doctorado para darse cuenta que esa comercialización y profesionalismo, son hijos del capitalismo y del orden económico internacional que impera en el planeta. Necesitan de las reglas del mercado y del flujo de mercancía que lo enriquezca y como en cualquiera otra industria, ese movimiento viene de sur a norte.
Si bien los millones generan un desarrollo acelerado, sustentan un espectáculo de altísima calidad, convirtiendo en máquinas perfectas la geografía humana de los atletas, llevándolos a insospechadas realizaciones, también arrastra los lastres del doping (o lo que es lo mismo la trampa, tan peligrosa que ya se ha cobrado algunas vidas); la corrupción, que ha tocado hasta la mismísima cúpula del Comité Olímpico Internacional (COI); la compra y robo de deportistas y el despojo de muchas naciones. En ese mundo con sus pro y estas contra se viene insertando Cuba, blanco como pocas del robo de talentos en el deporte, con el béisbol como diana preferida.
Eufemísticamente los propios ladrones dicen que son los peloteros quienes escapan a un ambiente de libertad, pero, ¿de qué libertad estamos hablando?
¿Por qué ninguno de los 30 equipos de las Ligas Mayores de Béisbol de Estados Unidos (MLB, por sus siglas en inglés) se ha interesado en peloteros cubanos a partir de la política de contratación de estos para cualquier béisbol? ¿Por qué no se han acercado a la Federación Cubana para tal propósito en vez de ponerlos en manos del delito internacional de tráfico de persona?
La verdad es que en el llamado país de las libertades, no tienen libertad para ello. Una Ley Federal, que además intenta matar de hambre y necesidades a esta Isla, que impide que una medicina le llegue a un niño enfermo, le prohíbe también a los dueños de equipos de béisbol esa aproximación. No es retórica comunista. Ese cuerpo legal conocido como bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, con más de 50 años y más de 20 condenado por la comunidad internacional, sin asidero en el propio pueblo norteamericano, no le permite contratar a cuanto pelotero cubano quisiera.
Pero el que hace la ley, hace la trampa. Otro texto legislativo dice que cubano que llegue a territorio estadounidense, como quiera que lo haga, aun siendo víctima del tráfico de personas, alcanza automáticamente permiso de trabajo y de residencia. La conocida e igual de criminal Ley de Ajuste Cubano, se ajusta a los peloteros.
Es decir, los beisbolistas de las series nacionales, los que visten el uniforme de la selección del país, quienes reconocen la calidad de la MLB y quisieran probarse allí, o los dueños y directivos deportivos de los equipos de ese circuito que estuvieran interesados en tenerlos, están privados de una relación normal, como la que tienen hoy con esa organización más de 240 atletas de 16 naciones que intervienen en el torneo élite de Estados Unidos. En otras palabras, eres elegible si renuncias a Cuba.
No se puede ser ingenuo; obligarlos a dejar el béisbol de su nación, que al igual que en Estados Unidos, es pasión, identidad nacional, cultura, donde son ídolos, líderes de opinión, admirados por niños, jóvenes, y adultos, tiene el miserable objetivo de convertirnos a los héroes en traidores y para ello se destinan sumas millonarias. Cualquier parecido con la guerra no convencional no es pura coincidencia.
Hoy por esa vía son más de diez los peloteros cubanos que actúan en la MLB con excelentes resultados, como el cienfueguero José Dariel Abreu, con 36 jonrones, 107 impulsadas y 317 de average, además de ser el primero en slugging, con 581; su coterráneo Yasiel Puig (297 a la ofensiva) o los 104 ponches del holguinero Aroldis Chapman en 53 entradas, con 35 salvados, que solo vienen a ratificar la calidad del béisbol en la Mayor de las Antillas y la enseñanza que aquí recibieron.
Recuerdo cuando en 1999, en conferencia de prensa, antes del segundo encuentro con los Orioles de Baltimore, en aquella ciudad norteamericana, le preguntaron a Luis Ulacia, estelar torpedero de los equipos camagüeyanos, que si no quería jugar en las Grandes Ligas. El respondió así:
“Claro que sí, aquí se hace un gran béisbol, y quisiéramos jugarlo, pero si para eso tengo que agarrar una lancha y escaparme de mi país, arriesgando mi vida, no, gracias”.
Esa falta de libertad para establecer una relación contractual con nuestros peloteros es la misma que les impide a quienes optaron por la ilegal migración representar a su país en los principales eventos internacionales. No es Cuba la que se lo niega, son las propias leyes a las cuales se “ajustaron” la que los vetaría de vestir las franelas de las cuatro letras, pues ya no son libres para ese soberano derecho.
En julio pasado el boom fue la llegada de Antonio Pacheco, el Capitán de capitanes a Tampa, Florida. Una avalancha de despachos cablegráficos inundó el éter, pues el hombre de más jits en la pelota cubana, el segunda base por 18 años de la selección nacional, uno de los mejores jugadores cubanos de la rica historia del pasatiempo nacional, aspira a entrenar o dirigir un equipo de la MLB. Pacheco fue y es un fruto de los desvelos de la Revolución Cubana por el deporte, como lo son también quienes hoy triunfan en aquella pelota; es y será recordado por todo lo que hizo sentir a los aficionados. Sin embargo, ya es otra víctima, él mismo ha declarado que ha ido a acogerse a la Ley de Ajuste, tras decidir abandonar su contrato en Canadá, donde laboraba en una academia beisbolera.
Tiene la capacidad y la preparación adquirida en su proceso de formación en Cuba para llenar tal aspiración, e igual a los que están haciendo delirar a las graderías de los estadios de la MLB, no le faltarán ofertas, después de este paso ajustable a las leyes y a la política estadounidense contra su país. El título cubano de Licenciado en Cultura Física, la experiencia en su tierra como jugador y director, le propiciará una considerable suma de dinero, mejorará su economía, encontrará comodidad, pero ¿se sentirá feliz?
Estados Unidos no ha descansado ni un minuto en su guerra frente a Cuba. Para ello, por más de 50 años le ha dado lo mismo el garrote que la zanahoria, entiéndase subversión. Y el béisbol es otra de esas aristas.
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