Dicen que un golpe vale más que cien advertencias, y por estos días varios socios de los Estados Unidos en Europa Occidental está corroborando en cabeza propia semejante aserto.
Se trata de que el presidente norteamericano, Joe Biden, del cual algunos líderes del Viejo Continente esperaban un giro frente a la petulancia y el contumaz desprecio de Donald Trump con respecto a sus “fieles aliados”, ha mostrado una vez más que ni la UE ni lo OTAN importan mucho en la Casa Blanca a la hora de trazar su estrategia y táctica hegemonistas. Cuando más, se les sigue considerando simples piezas reemplazables, desechables y hasta sacrificables si ello responde a los caprichos particulares de la pretendida primera potencia capitalista… la “cabecera del Mudo Libre”.
La “bomba” estalló hace apenas unos días, cuando luego de dieciocho meses de estar cocinándola a escondidas, Biden, junto a sus pares anglosajones de Gran Bretaña, Boris Johnson, y Australia, Scott Morrison, acordaron establecer una alianza militar para el Indo-Pacífico denominada AUKUS y destinada a “frenar la influencia China” en esa zona del planeta, una pesadilla cada vez más inquietante para los sectores gringos de poder.
El asunto es que ni por casualidad los restantes aliados de los Estados Unidos conocieron de los planes, y la noticia les llegó totalmente consumada y como al más común de los espectadores.
Por demás, el tema abrió una seria herida en el seno del gobierno francés, toda vez que a cuenta del pacto bélico Washington suministrará a Camberra submarinos de propulsión nuclear, lo que anuló de un plumazo un contrato anterior con París por el cual la industria naval gala entregaría a Australia una flota de doce sumergibles convencionales por un costo de 66 mil millones de dólares. En pocas palabras, dos trompadas con una sola mano.
El misterio de francés de exteriores calificó de inmediato como “puñalada por la espalda” el citado pacto tripartito, y valoró de la peor manera el comportamiento de las partes involucradas y la abrupta anulación por Camberra de sus convenios.
Y si en una Europa no tan unida como parece han aparecido ciertas voces que admiten “no ver con malos ojos” la decisión de Biden y “no comprender” lo alebrestada de la reacción gala, parecería que suman más las criterios y la autoridad de los que han visto crecer en instantes sus dudas y aprensiones con respecto al prolongado y asimétrico maridaje con los Estados Unidos.
Así, según medios de prensa, “el Consejo Europeo cargó contra Washington por su deslealtad y falta de transparencia tras sellar el acuerdo AUKUS” sin tener en cuenta al Viejo Continente.
El presidente de esa entidad, Charles Michel, arremetió públicamente contra la alianza tripartita, y criticó que una de sus consecuencias sea “la ruptura de un contrato comercial con Francia para desarrollar submarinos.
En funcionario añadió que “los elementos principales para los aliados son transparencia y confianza, y van juntos. ¿Y qué observamos? Estamos viendo una clara falta de transparencia y lealtad.”
Ahora, indicó el funcionario “los europeos necesitan aclarar y tratar de comprender cuáles son las intenciones que están detrás de esta alianza militar”, y enfatizó que semejante medida “reforzará los esfuerzos de Europa para construir su propio sistema de defensa” una idea de vieja data entre ciertos líderes regionales que nunca vieron con buenos ojos la supremacía norteamericana ejercida, entre otros mecanismos, a través de su control sobre la OTAN.
Lo cierto es que lo que algunos podrían justificar como una “pifia” política de la administración demócrata al ejecutar una alianza particular y constreñida a determinados allegados, para otros suena a “practica establecida” a partir de que lo trascendente es el propio interés estadounidense, y los que restan apenas son considerados “material gastable y desechable”.
Nada… valiosas y contundentes lecciones para quienes quieran abrir los ojos de una buena vez.
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