Mientras el barraje mediático hegemonista (tan peligroso como la misma guerra) intenta colocar en Moscú las responsabilidades por la actual crisis en suelo sirio, las pruebas concretas y tangibles indican, sin lugar a dudas, quiénes promovieron y azuzan todavía el sangriento caos que desangra a esa nación mesoriental.
Y es que no hay “invasión rusa” (desde hace un año) en el escenario bélico sirio, sino un acuerdo soberano de asistencia y apoyo militar y humanitario del Kremlin con las legítimas autoridades de Damasco, algo muy diferente al confeso y añejo maridaje de la Casa Blanca y sus muchos aliados con organizaciones extremistas y asesinas utilizadas para intentar sacar del mapa al gobierno de Bashar el Assad, y completar el extenso gráfico hegemónico trazado para Asia Central y Oriente Medio.
En consecuencia, era de esperar que más tarde o más temprano el presunto entendimiento ruso-norteamericano para combatir al Estado Islámico, EI, y al Frente Al Nusra (la Al Qaeda siria) fuera echado a pique por quienes solo aspiran a que Siria se sume a la cadena de fallidos estados impuestos en el Levante por medios interventores y violentos para cercar a Rusia, Irán y China, y establecer un sólido bastión imperial en un área de alta sensibilidad geoestratégica.
Washington, por tanto, llegó al tope de su “aguante” y levantó la mesa.
Así, según John Kirby, vocero del Departamento de Estados, en lo adelante no habrá más coordinación con Moscú para atacar a los terroristas, ni sus representantes dialogarán para nuevos ceses del fuego en las zonas de combate. En todo caso, el contacto se limitará a avisos mutuos para que los militares de ambos bandos no tengan riesgosos encontronazos durante sus respectivas operaciones.
Lamentable noticia que, dicho sea de paso, rondaba desde hace mucho las mentes del los responsables norteamericanos, desde la “discreta” solicitud de Barack Obama a sus mandos de enfocar planes en Siria sin el concierto de Rusia, hasta las recientes revelaciones de la cooperación activa de Estados Unidos con el EI y Al Nusra para tratar de evitar su derrota en el crucial frente de Aleppo, ya sea enviándole asesores de la CIA y misiles de mayor alcance y potencia explosiva, suministrándole información radial sobre los movimientos del Ejército Nacional Sirio, e incluso bombardeando “por error” las posiciones avanzadas de las tropas leales a Damasco.
Pero como con todo los golpes militares ruso-sirios y sus repercusiones políticas apuntan al colapso terrorista y al fortalecimiento del gobierno de Bashar el Assad, para los grupos hegemonistas la cortina de la “cooperación” con Rusia debió ser reducida a jirones.
Ahora, con manos libres y el embozo de gobierno “alarmado e indignado” por la suerte de “una población civil aplastada por las armas rusas y oficiales”, Washington parece inclinado a reeditar con mayor impulso y urgencia sus viejas correrías conspirativas, y entregarse a evitar por todos los medios posibles el final de sus viejos cómplices provenientes del extremismo islámico.
En consecuencia, el recrudecimiento de la guerra está a la orden del día a cuenta del capricho absolutista de que Siria no puede existir como Estado soberano capaz de asumir libremente sus alianzas y derroteros propios, mucho menos cuando esa voluntad favorecería de inmediato las posiciones geoestratégicas de Moscú y Teherán, dos piedras ante el impulso hegemónico de establecer los fueros de la arrogancia en los vitales espacios centroasiático y mesoriental.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.