Múltiples fueron los factores que llevaron al gobierno de Alberto Fernández a la derrota en las urnas en elecciones intermedias que dejaron al desnudo fisuras de la actual administración, pero asombra a muchos la pésima memoria política de los argentinos que ahora respaldaron a una derecha causante de números rojos en casi todos los indicadores de la sociedad.
El domingo anterior los argentinos celebraron las llamadas primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) y definieron quiénes serían los candidatos que competirían por una porción importante de los escaños en el Congreso Nacional el pasado 14 de noviembre próximo.
La coalición opositora Juntos por el Cambio (JpC), antes Cambiemos, de Mauricio Macri, lideró los resultados en 14 de las 16 provincias del país, al igual que en la ciudad capital de Buenos Aires, mientras que la alianza oficialista Frente de Todos (FdT) ganó en seis provincias del interior.
Para diputados nacionales, JpC consiguió el 40,6 % de los votos, mientras que FdT obtuvo el 30,2 %. En senadores, la alianza opositora consiguió el 44,5 %, frente el 28,6 % del Frente.
La derrota del oficialismo es interpretada por especialistas de diversas maneras, pero hay coincidencia en que el factor económico y la desvinculación del ejecutivo con el pueblo son elementos básicos para los resultados que sorprendieron a la cúpula gobernante, politólogos, comentaristas y encuestadoras que daban como segura la victoria de FdT.
El revés es amargo, pero puede ser peor, aun si el gobierno no pasa página, se recobra y trata de atraer a los sufragistas desde ahora hasta noviembre. Ya en desventaja, pero quizás el reconocimiento público de Fernández de lo que considera errores cometidos —muchos derivados del desastre en que dejó Macri el país— haga que los que le negaron ahora el voto se lo devuelvan, e incluso atraiga a quienes ni siquiera se acercaron a las urnas. El pasado domingo sufragó el 67 % de los convocados.
No es invento de los medios, incluso los afines al tren del FdT, que la población castigó quizás un poco injustamente a la actual administración, cuya mayor gestión está limitada todavía a tratar de controlar la pandemia de la COVID-19 y sobrevivir en una situación económica adversa, con una alta inflación y pérdida de empleos. Los problemas sociales, y así lo reconoció el mandatario, están preteridos en una nación donde la pobreza ronda al 50% de sus más de 44 millones de habitantes.
En las últimas semanas la población se sintió traicionada —según medios locales— cuando vieron en las redes sociales las fotografías de una fiesta en la residencia del mandatario celebrada el pasado año, justo mientras regía una severa cuarentena por la presencia del nuevo coronavirus.
Aunque Fernández pidió perdón al pueblo el mal ya estaba hecho y la fatal celebración del cumpleaños de su mujer fue aprovechada certeramente por los conservadores. Muchos ciudadanos expresaron públicamente su malestar al advertir que existía una diferencia entre lo que hizo el mandante y la mayoría disciplinada ante sus requerimientos públicos.
En la autocrítica que tras conocerse los resultados hizo el jefe del gobierno aparece la desvinculación con las masas que hace solo dos años depositaron la confianza en su administración y en Cristina Fernández, su vice, quien gobernó el país durante dos mandatos.
Algunos politólogos, como Carlos Arnáez, quien considera difícil recuperar los votos perdidos, son severamente críticos con el oficialismo, dijo: “…quiso convertirse en el ombligo del mundo”, sin darse cuenta de las dificultades colectivas que le llevaron al revés electoral.
Para Arnáez, además de los traspiés cometidos por el FdT, la campaña de esa alianza, previa a las PASO, eran rayanas en la ridiculez, pues los aspirantes “no podrían ser más banales ni dados a las fotos y las tonterías”. Por eso, consideró, se perdió Buenos Aires, la plaza política más importante del país.
Una de las lecciones más amargas de cara a las generales del 2023, es que los votantes puedan pronunciarse a favor de un eventual régimen derechista para reconducir el orden nacional, de nuevo al neoliberalismo.
Quizás no es que la derecha tenga un magno saber, sino que las distintas ramas del poder trataron de convencer a la gente, equivocadamente, de que existía cierta normalidad en el país en medio de la pandemia, con millones de pobres, inflación alta y carencia de empleos y viviendas, además de una deuda externa astronómica.
El resultado de dos años de incertidumbre política, económica y social tuvo un alto costo para los peronistas, al no reconocer las gravísimas situaciones sociales heredadas del régimen de Macri, las cuales debían ser modificadas por sus sustitutos. Tocaba a los Fernández un mayor acercamiento a las masas, explicarles, no silenciar los problemas sino pedirle a la gente calma hasta que pase la pandemia. O al menos así piensa un alto número de argentinos.
No es que el gobierno estuviera paralizado. Aun con la carga heredada del macrismo, entre ellas una deuda con el Fondo Monetario Internacional de 45 000 millones de dólares que dijo no pagaría, pero lo está haciendo en detrimento del aumento de los subsidios sociales, Fernández y su equipo de Salud Pública se impusieron como meta priorizada ponerle fin a la pandemia. Se instalaron nuevos centros de salud, compra de vacunas en distintos países, mientras el mandatario pedía cuidados mutuos y respeto a las medidas.
Al parecer, no se percató que la vida social se iba tensionando, aunque hubo varias protestas públicas en demanda de empleos y de mayores ayudas a los más pobres, al menos.
El descontento popular que yacía mayormente subterráneo (pues hay que entender que perder las PASO es una llamada de atención pública, con resultados políticos muy costosos) podría ser revertido en la medida que se revalorizara la política que sirve a las mayorías, lo que nunca pudo hacer el macrismo.
¿QUÉ HARÁ EL GOBIERNO DE FERNÁNDEZ?
Hay mucha especulación en torno a las medidas que adoptará el gabinete argentino ante la derrota de las PASO legislativas. La visión oficial del gobierno —al menos así lo informa el prestigioso diario Página 12— es que la economía jugó en contra, incluso para sectores aliados en lo político.
En la Casa Rosada son continuas las reuniones, en especial de los ministerios técnicos que, según esa fuente periodística, estudian la mejora en los ingresos, sobretodo en sectores informales, de cara al ya cercano noviembre.
Hace pocas horas el presidente y varios de sus ministros se reunieron en la Casa Rosada, entre ellos el de Obras, Gabriel Katapodis, y su par de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. En paralelo puede haber aceleración de medidas que ya estaban pautadas antes de la elección. Es decir, mandar el mensaje al pueblo de que se está definiendo un cambio de rumbo más sustentable que coyuntural, pero visible. Nadie en Casa Rosada se pronuncia por una reacción descontrolada, parecida a la adoptada por Macri cuando perdió las PASO presidenciales.
Lo que más inquieta al ministerio de Economía es el alza de la canasta básica, con indicadores siempre por encima de los ingresos. Esa situación empeora la vida de aquellos sin acceso a paritarias o un salario registrado.
El derrumbe del ingreso medio lo alertó a principios de este año la vicepresidenta Fernández, cuando habló de “funcionarios que no funcionan” y de trabajar, “incumpliendo con el votante que los llevó al gobierno”. Palabras que, al parecer, no tuvieron oídos receptivos.
Líderes de movimientos sociales también opinaron tras el fracaso. Juan Grabois, de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, y Juan Carlos Alderete, de la Corriente Clasista y Combativa, recordaron la gravedad de los problemas de los sectores bajos. “Hay que cambiar el rumbo económico, votó menos gente y los militantes votamos enojados”, dijo Grabois, y agregó que “la gente la está pasando realmente muy mal, los números sociales son escandalosos y se hizo bastante poco con relación a eso”.
Los dirigentes argentinos entendieron que sin dilación el ejecutivo debe hacer una recomposición de sus planes para reconvencer a sus seguidores, y a aquellos que no acudieron a votar o lo hicieron por otros partidos no macristas. Dos millones de bonaerenses que se quedaron en casa podrían volver a las urnas en noviembre si el gobierno los convence de que está mirando con atención a las bases.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene en su oficina el Proyecto de Presupuesto 2022, que irá al Congreso este 15 de septiembre, según informaciones, pues ante el escenario actual podría variar la fecha. La especulación radica en que hasta última hora está sujeto a modificaciones, en dependencia de los giros que sean adoptados en la política económica que el Gobierno defina. En la mira también está el encauzamiento, ahora, del diálogo con el FMI, lo que también está relacionado con algunos indicadores previstos para el año próximo.
En este contexto también podrían implantarse medidas a corto plazo, ya planeadas con antelación, como incrementos a pasivos, más dinero para obras y gestos al sector de Pyme, y hasta el adelantamiento por decreto del salario mínimo, en el interés de girar en el rumbo oficial.
Si actúa en consonancia con lo que perdió, y podría resultar una debacle no solo dentro de dos meses sino de dos años, la administración del FdT deberá reducir los índices de pobreza —aunque heredada esencialmente pero también en alza ahora—, las cifras de desempleo de dos dígitos y la creciente precarización del trabajo.
A estas alturas, los cambios parecen difíciles de ejecutar, luego de más de un año de casi paralización de la economía que muestra, no obstante, cifras macros alentadoras. Entonces, no puede continuar administrando lo existente, sino implantar nuevas formulaciones para revertir criterios adversos.
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