Hace apenas unos días la televisión mostró una imagen reveladora: la orquesta sinfónica de la ciudad rusa de San Petesburgo realizó un concierto a cielo abierto al pie de las históricas ruinas de la antiquísima urbe siria de Palmira, liberada apenas semanas atrás por las tropas de Damasco, luego de años bajo el control de los terroristas del Estado Islámico (EI).
Fue una noticia que, si bien no parece haber tenido enorme divulgación —comparada con las que hablan de la devastación llevada a suelo sirio por el múltiple concubinato de Washington, los restantes miembros de la OTAN, las satraspias árabes, Israel y los extremistas musulmanes como carne de cañón—, indica no obstante que, pese a todo, la vida y sus encantos no se han ido de la agredida nación mesoriental, y que las victorias bélicas oficiales tienen consistencia y fortaleza como para colocarlos otra vez en primer plano una vez cortado el mal que intentaba cercenarles.
Pero, además, esa suerte de vuelta a la normalidad en un área devastada confirma que los planes hegemonistas y terroristas de desbancar al gobierno legítimo de Siria resultan cada vez menos posibles de ejecutar, y que por momentos la situación de los titulados rebeldes pagados desde el exterior se hace más difícil.
Es por ello que en estos días las hostilidades en la cercana ciudad de Alepo, la mayor de Siria, así como el destino final de esa urbe, ubicada cerca del Mar Mediterráneo y en el camino a la frontera turca, resultan asuntos cruciales para las fuerzas en disputa y para el aval con el cual cada parte podría enfrentar renovados diálogos políticos.
De hecho, se sabe que en las últimas semanas los titulados opositores al presidente Bashar al Asad en la zona no han vacilado en incrementar abiertamente sus filas con elementos del Estado Islámico y Al Nusra, la versión siria de Al Qaeda, y que sus intentos por frenar a las tropas de Damasco han incluido salvajes ataques artilleros a instituciones sanitarias y educacionales de Alepo. Vale decir que esa actitud responde a un criterio concertado con todos los aliados externos, aún cuando Washington diga oponerse al EI.
Ni la Casa Blanca ni toda su larga lista de acólitos en el intento de destruir a Siria han abandonado la idea original de sacar a Al Asad del gobierno, y saben que perder Alepo sería abrir la puerta ancha al desastre de sus designios belicistas y hegemónicos.
Así, los Estados Unidos ha destinado con premura grupos de tropas especiales para “entrenar” a los rebeldes, y Turquía e Israel insisten en salvar al EI de un total descalabro en suelo sirio.
Sin embargo, los resultados no parecen serles favorables a semejante coalición subversiva. Mientras, Damasco combate con insistencia a los terroristas con el apoyo de Rusia, amplía las áreas nacionales bajo la disposición de cese del fuego, como antesala de posibles negociaciones a las que acudiría con potentes argumentos políticos y una innegable solidez militar.
Y en ese sentido, algunos analistas hacen notar que en las últimas horas Washington renovó su compromiso con Moscú para lograr un cese de hostilidades total en Siria, mientras que aliados externos de los opositores les aconsejan que reanuden las frenadas conversaciones con Damasco. Sospechosa actitud que bien inclina a pensar que tal vez tales viejos matreros estén considerando seriamente que para los rebeldes las cosas no marchan nada bien en el terreno, y que por tanto es mejor negociar con algo en mano, por poco que sea, que sentarse a la mesa con las bolsas vacías y rotas… o sencillamente sucumbir.
De manera que, a juicio de muchos, los acontecimientos que hoy se generan en Alepo y sus alrededores tienen un importante valor en términos de definiciones de la situación en Siria, y es muy posible que los obtusos estrategas del acariciado “descalabro de Damasco” ya presientan con abrumadora certeza que el espacio para sus negativos planes resulta cada vez más decisivamente reducido.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.