Con notable participación política y popular califican de exitoso el simulacro de las megaelecciones venezolanas del próximo 21 de noviembre, aún en medio de tensiones causadas por declaraciones de la Unión Europea (UE) y otros actores en una eventual conspiración tendiente a ensombrecer la democracia en el país suramericano.
El ambiente de movilización del pasado domingo fue pacífico. Los convocados acudieron en mayoría a los centros de votación, a pesar de la pandemia de la COVID-19. Precauciones ante distintos peligros fueron tomadas y no hubo un incidente que lamentar en los centenares de locales habilitados.
Por primera vez en los últimos años, las oposiciones —en su mayoría radicales, adversas al gobierno de Nicolás Maduro— también estuvieron en las candidaturas, al parecer convencidas de que por la fuerza nunca destruirán la Revolución Bolivariana.
Una demostración de que, a pesar de los años de violencia impulsada por los grandes centros de poder internacionales, los asuntos internos los deben resolver los venezolanos mediante el diálogo, tal como el que ahora tiene lugar entre las partes en Ciudad de México. Una posición hasta ahora moderada de los opositores pero que puede moverse según los intereses de Estados Unidos (EE. UU.) y la UE.
Por declaraciones y acciones, los acuerdos adoptados en México molestan a quienes como estrategia exigieron a las organizaciones conservadoras el desconocimiento de Nicolás Maduro como presidente electo, mientras siguen conspirando para revertir el proceso revolucionario e, incluso, usar la fuerza militar extranjera para lograrlo. No sería la primera vez que lo intentarían.
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Este simulacro, al que muchos llaman prueba de fuego ante la proximidad de los comicios regionales y municipales, demostró la capacidad política del oficialismo que antes sentó en la mesa de negociaciones a la oposición para ponderarse como el gobierno legítimo de Venezuela, luego de años de imposición estadounidense del exdiputado Juan Guaidó, quien de manera ridícula se autoproclamó presidente interino en una plaza pública.
Para el proceso socialista venezolano resulta clave esta megaelección en la que serán escogidos los 23 gobernadores y los 335 alcaldes de igual número de municipios. También, en la misma jornada, se decidirán los miembros de los Concejos Legislativos Regionales y Municipales.
La presencia en las boletas y eventuales victorias de agrupaciones opositoras pueden recomponer la geopolítica nacional, si se alzan con un número importante de los cargos en juego.
Para el presidente del CNE, Pedro Calzadilla, el pueblo venezolano, con su asistencia, brindó una lección de participación democrática, pues nadie fue obligado a acudir a los 446 centros habilitados con 1336 mesas en los 24 Estados del país.
Para ese momento hubo 3232 funcionarios tributando al proceso; antesala que facilitó poner a prueba las distintas fases del sistema automatizado de votación, así como la duración del recorrido por la herradura electoral y la transmisión de los datos, otras dos importantes etapas del proceso.
En declaración a los medios, Calzadilla comentó que la población “…se ha volcado de manera entusiasta y masiva a los puntos habilitados por el CNE para cumplir con esta jornada que entra en su fase final” y mostró su satisfacción por el extraordinario accionar democrático expuesto a los observadores internacionales invitados por el ente rector electoral. Opinó que la masividad a las urnas superó con creces las expectativas que se planteó el CNE. Buen augurio rumbo a la elección del próximo mes.
En esta ocasión, el balance del ejercicio participativo demostró el buen funcionamiento de los equipos y de los mecanismos establecidos. Fue, concluyó, un gran ensayo general”.
EL VENENO DE BORRELL
La presencia de una delegación de la UE en los comicios venezolanos forma parte de los acuerdos alcanzados hasta ahora en el diálogo que efectúan autoridades gubernamentales y representantes de las oposiciones, en aras de encontrar las mejores maneras para trabajar en paz en el desarrollo nacional.
La nota discordante la introdujo Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión, quien contradijo la letra de los pactos en México sobre la presencia de una misión de observadores europeos en las elecciones. En recientes declaraciones, consideradas injerencistas, afirmó que su objetivo el próximo noviembre sería acompañar a la oposición venezolana y su informe final “legitimará o deslegitimará” el evento participativo.
Es decir, que el diplomático europeo quiere venir a jugar en Venezuela el rol desempeñado por la Organización de Estados Americanos (OEA) en Bolivia en 2019, cuando de observadora pasó a ser el ente definitorio de la credibilidad de las elecciones donde ganó el presidente Evo Morales, tildando el proceso de fraudulento y dando pie al golpe de Estado cívico-militar en el país andino.
De acuerdo con Borrell, la delegación de la UE ya adoptó un rol para el cual no fue invitada, lo que evidencia la posible intromisión política en una nación soberana, en combinación con los gendarmes de la Casa Blanca y el apoyo militar de la vecina Colombia, autodeclarada enemiga de la Revolución Bolivariana y del presidente Maduro.
Son numerosas las voces de personalidades y organizaciones que en Venezuela rechazan las declaraciones de Borrell, las cuales envenenan el democrático ambiente de la nación suramericana, demostrado en el ensayo electoral.
Para analistas resultan fuera de contexto los criterios del dirigente europeo, alejados de los tiempos políticos venezolanos, lo que demuestra la futura parcialidad del grupo invitado y el eventual arbitraje de tintes colonialistas.
Es posible que Borrell solo esté creando condiciones para el fracaso del diálogo en México, pues es improbable que las autoridades venezolanas acepten su presencia cuando de manera anticipada tiene órdenes que cumplir para desfavorecer la transparencia comicial y fomentar la violencia.
La antidiplomacia del europeo quedó clara con sus decires perturbadores, cuando su función debía ser de conciliación y sin adoptar posiciones a favor de tendencias políticas.
El CNE y el gobierno venezolanos exigieron una rectificación al alto representante de la UE, cuyas pretensiones, según sus palabras, es utilizar a la misión de observadores en beneficio de una parcialidad política. La experiencia de Bolivia no volverá a repetirse en tierras de Venezuela.
Desde su sede en la llamada Casa Amarilla, la Cancillería ratificó que no aceptará “injerencia alguna en el proceso electoral de noviembre próximo, cuya legitimidad y legalidad no depende ni dependerá de ningún actor extranjero, sino estrictamente de la soberanía popular”.
También el líder del CNE estimó públicamente que Borrell violentó la soberanía e independencia de Venezuela y el espíritu del acuerdo firmado entre las partes para acompañar el desarrollo de los venideros comicios.
“Ningún país —dijo— autorizaría la presencia de una misión internacional, cuya autoridad expresa que vienen a apoyar una parcialidad política o que la legitimidad del proceso depende de los resultados del informe emitido por esa organización continental”.
Ante el no disimulado ataque a la democracia venezolana, también el titular del Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (Ceela), Nicanor Moscoso, estimó que las declaraciones del representante europeo poseen un matiz político, a diferencia de los objetivos de una observación técnica. En comentarios ofrecidos a Unión Radio, el presidente del Ceela opinó que Borrell cometió un error al manifestar que la UE venía a Venezuela a apoyar a la oposición, autootorgándose capacidad para irrespetar los resultados oficiales.
Ante los venenosos comentarios de Borrell, el vocero de la UE Peter Stano precisó, tratando de enmendar el desacierto, que “de ninguna manera la UE busca interferir en el proceso electoral venezolano, lo cual está en el centro de la misión y está incluido en el acuerdo administrativo con el CNE”.
La presencia de los europeos el próximo mes rompe un esquema planteado en el 2020, cuando el bloque descartó el envío de observadores a los comicios legislativos del 6 de diciembre pasado, con el argumento de la inexistencia de condiciones y garantías, además de tratar de imponer restricciones rechazadas por los dirigentes venezolanos.
Mientras, Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, aseguró que ante la violación del acuerdo firmado por Borrell con el CNE, en el que se suscribe de manera taxativa que debe respetarse la soberanía del pueblo, lo instó a no viajar a Caracas el próximo mes si continúa en esa posición.
Aunque el representante de la UE trató de crear un ambiente de conflicto, que de no ser por la firmeza de Maduro y su Ejecutivo podría desembocar en una situación similar a la preparada contra Morales en Bolivia, más de la mitad de los venezolanos ratificó su intención de asistir a las urnas el próximo mes, según la encuestadora Hinterlaces.
El pasado martes, el presidente de esa compañía, Óscar Schemel, confirmó que, en un sondeo de participación, el 52 % prevé entregar su voto. Schemel refirió que en distintas investigaciones de Hinterlaces, tres de cada cuatro personas ofrece una opinión desfavorable de la oposición, lo que le hace prever el triunfo de las fuerzas revolucionarias.
Desde ahora, y hasta que se cierre la campaña electoral, tanto los partidos progresistas como conservadores engrasan su maquinarias. Es fundamental para la política nacional lo que se juega en poco más de un mes.
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