Dicen analistas que si Donald Trump intentó sumar partidarios y popularidad al grito de “Estados Unidos primero” y el uso de métodos abiertamente punitivos, la nueva administración demócrata solo cambió el formato para, con la modificada consigna de “mantener la primacía global norteamericana”, promover la sumatoria de presiones, agresividad, y renovada búsqueda de serviles adeptos en los cuatro puntos cardinales… algo así como lograr fines iguales con receta ligeramente modificada.
Las mismas fuentes aseguran que en el fondo, es la opción por la fuerza que tradicionalmente ha caracterizado la política externa norteamericana, solo que – en su cegata combinación de prepotencia y angustia- los líderes gringos han perdido la perspectiva de una realidad global donde la Casa Blanca ya no tiene ni tendrá la última palabra, y donde se requieren por tanto objetividad, seriedad, limpieza, decencia y equilibrio como premisas de una real convivencia.
El caso ruso es típico. Así, Biden tilda de “asesino” a Vladímir Putin, el Pentágono empuja a la OTAN sobre las fronteras occidentales del gigante euroasiático a través de Ucrania, se fomentan farsas diplomáticas contra el Kremlin como la escenificada por medio de la República Checa, y se promueven sanciones crecientes contra Moscú.
Luego, cercano el cierre de este abril, y como si tal cosa, el jefe de la Oficina Oval se comunica telefónicamente con su “rival ruso” para acordar conversaciones bilaterales, dizque que para “relajar tensiones mutuas”, y obtener, lógicamente, de respuesta, que si bien su idea es acogida positivamente, materializarla “todo dependerá en mucho de cómo acabe la actual escalada de discordia entre ambos países.”
De hecho la dirigencia de Rusia ha sido clara en valorar públicamente que, a causa de “una defensa egoísta de sus intereses" derivada de "la caída de la autoridad de los Estados Unidos como presunto líder del mundo occidental", ambas potencias "han pasado de la rivalidad a la confrontación y, de hecho, han regresado a la época de la Guerra Fría".
Un reto hegemonista- alegan las fuentes rusas-que, sin dudas, una nación responsable no desearía, pero que no rechazará enfrentar en defensa de su soberanía, su independencia y un mundo más justo y equilibrado.
Y mientras la propuesta volaba de Washington a Moscú, seguían los preparativos en la frontera occidental rusa para los ejercicios militares otanistas Defender Europe 21, que ahora involucran además a Polonia, las ex repúblicas soviéticas bálticas y Albania, a donde están siendo enviados por barco hombres y pertrechos de la belicista Organización del Atlántico Norte.
Por demás, es abortado en Bielorrusia un atentado contra la vida del presidente local, Alexander Lukashenko, por sus posiciones favorables a Rusia, y desde Ucrania se solicita otro diálogo con Moscú para debatir la tirantez con las repúblicas separatistas del Donbás, propuesta que recibió la necesaria enmienda del Vladímir Putin, quien accedió a conversaciones en Moscú sobre las relaciones mutuas, en tanto Kiev debe procurar negociaciones bilaterales con los “rebeldes” por tratarse de un asunto netamente ucraniano.
Lo cierto es que nada marcha bien hasta hoy en un tema medular para el planeta, por tratarse de las dos mayores potencias nucleares y responsables por tanto de que la humanidad no colapse en una absurda y última guerra, que sería la última en la historia de nuestra especie…y todo porque algunos cortos de mente no admiten que ha llegado la hora de compartir y el fin de la vieja práctica de imponer y usurpar.
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