El próximo 6 de junio el pueblo peruano, básicamente antifujimorista, decidirá su nuevo presidente entre Keiko Fujimori, representante de la derecha fascista, y el casi desconocido candidato Pedro Castillo Terrones, de origen campesino, con un programa izquierdista atacado desde diversos flancos por quienes temen perder sus privilegios en un país reconocido por la corrupción de su clase política.
Lo que ocurrirá ese día es una incógnita, luego de lo sucedido en Ecuador cuando todas las encuestadoras daban como ganador al progresista Andrés Arauz y, sin embargo, ganó la primera magistratura el multimillonario banquero Guillermo Lasso, el designado de la oligarquía derechista local.
En Perú se presenta un panorama enmarañado, pues los electores deberán decidir entre un cambio estructural proclamado por Castillo, de 51 años, y una mujer que perdió los de 2011 con Ollanta Humala y, en 2016, con Pedro Pablo Kuczynski, expresidente que salió por corrupto. Su partido Fuerza Perú, dominante en el Congreso Nacional, derrumbó a dos mandatarios.
Para sorpresa de los conservadores dominantes, apareció en el primer lugar de la contienda un maestro rural y dirigente sindical que bajo la bandera de Perú Libre, un partido marxista, salió de la nada prácticamente para mediarse ahora en balotaje. Es exrrondero (miembro de las rondas campesinas, unas organizaciones comunales de defensa), profesor de enseñanza primaria desde 1995 —con un máster en Psicología Educativa—, y un importante líder magisterial, una lengua afilada, y una disposición personal a luchar por reestructurar una nación donde hay cinco mandatarios acusados de delincuentes, uno fugado de la justicia, y otro que prefirió el suicidio a la vergüenza pública.
EL IZQUIERDISMO CONTRA EL FASCISMO
Lo que se decidirá el primer domingo de junio, como precisa la situación nacional, con una población agotada por los desmanes oficiales, es si votarán por una política (que de ganar, dijo, sacará de la cárcel a su padre Alberto, encerrado por delitos de lesa humanidad y robo), o si respalda a este hombre que proclama la reconstrucción nacional y una nueva Carta Magna.
El paso de Alberto Fujimori entre 1990 y 2000 sigue dividiendo al país andino porque ven en ese descendiente de japoneses al político que sorteó la crisis económica en los años 80 y principios de los 90 en el pasado siglo, y la crisis interna generada por el conflicto armado entre el Estado y los grupos guerrilleros Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, con saldo de más de 69 000 víctimas.
Pero muchos rechazan la actitud dictatorial del exmandatario que disolvió el Congreso Nacional en 1992 con presencia militar en un conocido autogolpe. También disolvió el Poder Judicial.
El padre de la candidata salió huyendo de Perú tras la difusión de videos que divulgaron la extendida red de corrupción y presuntos sobornos de su régimen a políticos, empresas y medios de comunicación.
De retorno, y llevado a la justicia, en 2009 fue condenado a 25 años de prisión por varios delitos cometidos en su gestión, entre ellos violaciones a los derechos humanos.
Analistas políticos calculan que el antifujimorismo puede llegar a un 45-50 % del electorado, y como mínimo a un 30 % de los votantes, que rechazan el legado autoritario del ya anciano mandatario. Esos porcentajes agrupan a votantes muy diversos, tanto de izquierda como de centroderecha o de derecha, a limeños y provincianos, y tanto a “progresistas” como a peruanos un poco más conservadores.
Primera dama entre 1994 y 2009, ante la separación de sus padres, Keiko fue congresista de 2006 a 2011 con Fuerza Popular, que llevó a la renuncia de PPK, pero sobrevive como heredera política del fujimorismo.
Aunque ella rechaza las acusaciones, está siendo investigada por el supuesto lavado de activos de sobornos de la firma brasileña Odebrecht para financiar su campaña de 2011. La fiscalía general solicita 25 años de prisión para la autoritaria política.
Ahora Keiko se enfrenta a Castillo, quien ganó la primera vuelta y resultó la gran sorpresa de las elecciones del pasado 11 de abril, pues nadie imaginó que obtendría un 19 % de los votos, mientras ella alcanzó un 13 %.
No hay dudas de que esta postulada es una de las políticas más impopulares de Perú, pero —y en esto hay coincidencia entre politólogos— la derecha está trabajando para que culmine su campaña con más popularidad que Castillo, una piedra en el zapato de la oligarquía.
Este fin de semana, el derechista escritor Vargas Llosa, reputado antifujimorista y rival de Fujimori padre en las elecciones de 1990, dio un giro que pueden imitar muchos en el Perú: dijo que en la próxima segunda vuelta apoyará a la Fujimori, a la que definió como “el mal menor”.
¿CÓMO PODRÍA GANAR CASTILLO?
Si Pedro Castillo gana la presidencia sobrevendría un giro de 160 grados en la vida socio-política y económica de los peruanos, una circunstancia que la oligarquía local, apoyada por Estados Unidos, no está dispuesta a permitir.
Vestido con la sencillez de un campesino, un sombrero de paja de ala ancha protegiendo su cabeza y un gigantesco lápiz en una mano, Castillo procede de Cajamarca, en la sierra norte de Perú, y ganó la primera vuelta en 16 de las 24 regiones de la nación —en tres con más del 50 % de los votos— con un programa de izquierda que suscita grandes inquietudes entre los capitales locales.
Sus propuestas comprenden, entre otras, la creación de una nueva Carta Magna redactada por una asamblea constituyente que brinde al Estado, dice, un papel activo como regulador del mercado.
También propone la nacionalización de sectores estratégicos tales como el minero, gasífero y petrolero. Aunque no está en contra de la actividad privada, indica que siempre debe traducirse en “beneficio de la mayoría de los peruanos”.
También plantea un aumento poderoso del presupuesto para la agricultura y la educación, ha criticado el actual sistema de Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) —proponiendo el fortalecimiento del Sistema Nacional de Pensiones— y aseguró que se deben reformular los tratados internacionales de Perú para dejar de ser un “país sometido” a Estados Unidos.
Pero, en contradicción con sus avanzadas ideas en otros campos, se mostró contrario al aborto y al matrimonio igualitario, así como al empleo de mano dura en el orden público para quizás suavizar el epíteto de comunista que ya le endilgaron en las redes sociales.
Según Eduardo Dargent, politólogo de la Pontificia Universidad Católica del Perú, “va a haber una mezcla de intenciones”, pero probablemente muchos terminen votando por Castillo, a pesar del supuesto riesgo autoritario.
“Hay muchos antifujimoristas de centro o centro derecha que nunca imaginaron que votarían por Keiko, pero que podrían hacerlo por miedo, sobre todo si Castillo no se desvincula de la izquierda radical”.
En este contexto sería muy importante que el aspirante de izquierda recibiera el apoyo de figuras como la ex candidata progresista Verónica Mendoza, quien sufrió los ataques más cruentos de la reacción, hasta que su discurso fue perdiendo atracción para los votantes porque cedió ante el acorralamiento de la derecha.
Verónica era entonces el enemigo y sus concesiones políticas e ideológicas le hicieron perder la credibilidad ante el electorado.
Los otros candidatos que no responden a los conservadores podrían integrar una gran alianza antifujimorista que, unida, sumaría un 44 % de votos. En ese grupo, de formarse, estarían Castillo, Verónica, Yonhy Lezcano y George Forsyth.
El cómo Castillo llegó a las puertas de la primera magistratura está en la ceguera derechista, que no vio el peligro, y a quien ni siquiera tomaron en cuenta. Él hizo una campaña “por la sombra”. Cuando le pidieron su opinión sobre la “dictadura de Venezuela”, lacónicamente dijo: “No”. Y al solicitarle los periodistas que se explicara mejor, comentó: “Tiene Parlamento y hay oposición”.
Una de las frases que acompaña la campaña presidencial de Castillo es: “¡Nunca más un pobre en un país rico!”. De ahí que su base principal de apoyo está en el pueblo rural y el mundo andino del interior del país, al contrario de Fujimori, favorecida en Lima, la capital, y los defensores del neoliberalismo.
En las últimas horas, el aspirante denunció la posibilidad de que durante la actual campaña se produzcan algunas acciones que incluyan el uso de artefactos explosivos, especialmente en Lima Metropolitana, y dijo ser objeto de una serie de amenazas contra su vida, pero que ello no lo amilana.
“No sembremos más temores, pero hay informaciones de que elementos terroristas quieren fomentar el miedo en Lima Metropolitana, con algunas bombas. Y eso es peligroso. Por nuestra parte no vamos a permitirlo, porque no venimos de esas mañas. Ya basta de amenazas. Es un acto de cobardía”.
Castillo aseguró que, pese a todos los ataques en su contra, continuará con su cruzada contra la corrupción y la búsqueda de mejores condiciones de vida para todos los peruanos. “No nos van a parar en esta campaña”, puntualizó tras indicar que “vamos a rescatar al país, empezando por una lucha frontal contra la corrupción en todos los rincones de la patria”.
A poco más de un mes de los comicios, el panorama político en la tierra de famosos artistas e intelectuales de talla mundial continúa turbio, pues no todos consideran creíble a las siempre tendenciosas encuestas que dan como próximo presidente a Castillo, quizás para dar una esperanza a los desposeídos y arrebatarle el triunfo después y situar en su lugar a una fascista.
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