El mando ruso, combinado con las tropas de la región autónoma del Donbas, anunciaron hace apenas horas el fin de las operaciones militares ofensivas en la estratégica ciudad portuaria de Mariupol, sobre las costas del Mar de Azov.
Toda la urbe del sureste ucraniano ha sido ocupada por las tropas rusas y las milicias separatistas, con lo que desaparece el bastión de los grupos neonazis que tanta nociva influencia y poder han acumulado en Ucrania con el abierto apoyo de Washington, sus obsecuentes socios de la OTAN, y las autoridades derechistas instaladas en Kiev.
De hecho, según los informes oficiales, y hasta que se escriben esas líneas, solo queda por definirse la suerte de unos dos mil fascistas, mercenarios extranjeros y oficiales de la OTAN atrapados en los veinticuatro kilómetros de laberintos cavados desde los tiempos soviéticos a treinta metros de profundidad bajo la planta mecánica de Azovstal, en las afueras de Mariupol, y totalmente cercada por los contingentes rusos e independentistas.
De hecho el Kremlin ha ordenado que, sencillamente, se establezca una vigilancia cerrada sobre el lugar, y que el tiempo se encargue de apretar el nudo a los sitiados hasta que depongan las armas. Todo luego de permanentes ofrecimientos a sus sitiadores para que se entreguen y se acojan al trato establecido por las convenciones internacionales para los prisioneros de guerra.
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Vale en este sentido indicar que el Kiev oficial les insta constantemente a “morir antes que rendirse”, y que desde Occidente siguen llegando pertrechos bélicos de forma incontrolada a Ucrania para “asegurar la resistencia prologada” contra el Kremlin, a la vez que el monstruo mediático hegemonista glorifica como “héroes” a los fascistas cercados, a los que incluso expertos de entidades euro occidentales habían definido tiempo atrás como un “peligro regional” por su acendrado fanatismo nazi.
Desde luego, hay algo más que se teme y no se dice, y es que una rendición en masa de los sitiados en Azovstal implicaría un golpe político muy serio para los que azuzan la guerra, ya que confirmaría la calaña genocida y brutal de los pretendidos “defensores” ucranianos, la presencia de militares de la OTAN entre ellos, y la existencia de instalaciones secretas para la experimentación de armas biológicas en cuya creación están implicados, desde Hunter Biden, hijo del presidente gringo Joe Biden, hasta el propio mandatario ucraniano, Volodymyr Zelensky.
Mapa fechado este 20 de abril sobre las zonas controladas por las fuerzas rusas y los milicianos del Donbas en el Este de Ucrania. (Tomada de france24)
Por demás, la toma de Mariupol consolida el control ruso-independista sobre gran parte del Este ucraniano (desde el Donbás hasta Crimea), le otorga mayor seguridad y apoyo a esta última estratégica península reincorporada a Rusia en 2014 por voluntad de su población, y favorece la defensa del Mar de Azov y del contiguo Mar Negro, donde Washington, la OTAN y Kiev se han entregado a repetidas provocaciones navales y aéreas por largo tiempo en su añeja conspiración contra Moscú.
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Para muchos analistas, la batalla de Mariupol constituye además un giro esencial en la operación militar rusa iniciada a fines de febrero, al poner en evidencia la eficacia de su doctrina táctico-estratégica, el poderío de su arsenal (considerado por muchos muy por encima del de Occidente), y lo que este golpe supone en la búsqueda de estabilidad y seguridad en la puerta Este de Eurasia.
Un acontecimiento militar que rememora además, para veteranos y estudiosos, las consecuencias positivas de 79 años atrás, cuando las fuerzas soviéticas cercaron y rindieron, entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943, a las tropas germano-fascistas en la asediada ciudad de Stalingrado, y apresaron al general Fiedrich Paulus junto a miles de sus soldados.
“Desde entonces, afirman historiadores, la Wehrmacht nunca recuperaría su capacidad ofensiva ni obtendría más victorias estratégicas en el Frente Oriental”, y la URSS iniciaría el giro de la guerra hasta la victoria total del 9 de mayo de 1945 con la toma de Berlín por el Ejército Rojo y la capitulación total de la Alemania.
Como para pensar que en ocasiones, y en las dimensiones y condiciones específicas de su tiempo y escenario, la historia suele retornar.
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