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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Malos tiempos

Por ahora Rusia y la OTAN pueden hablar, pero no se tragan...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 23/04/2016
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Tras dos años sin verse las caras, Moscú y los directivos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, se dieron cita conjunta días atrás en Bruselas.

No obstante, ni antes ni durante el encuentro ambas partes pudieron establecer un compromiso de entendimiento que no fuese el hecho formal de acudir a la convocatoria, esencialmente porque los socios europeos de la belicista entidad, comandada por Washington, resultan incapaces de dejar atrás su obsesivo apego a los planes hegemonistas globales del socio mayor, aún por encima de sus propios y más perentorios intereses regionales o nacionales.

Es, en pocas palabras, la lamentable concreción de los grandes temores que trascendentes líderes europeístas albergaron y proclamaron apenas unas pocas décadas atrás, en torno a que el Viejo Continente debía asumir sus propios caminos ante los riesgosos apremios de un aliado dispuesto a quemarle en un conflicto, incluso nuclear, con la entonces Unión Soviética, si eso le aseguraba su acariciado poderío omnímodo.

Sin embargo, es evidente que los dirigentes de la Europa de hoy no son dados a la objetividad, y mucho menos a la sutileza.

Sus trancados esquemas no pasan de ser enteramente complacientes con el “líder del Mundo Libre” a como dé lugar, ya sea desbaratando mediante las importadas exigencias neoliberales la economía de sus propias naciones y sus estándares públicos de vida, acompañándolo en sus aventuras expansionistas en Asia Central y Oriente Medio, o poniéndose a mal con un vecino tan influyente como Rusia, sencillamente porque para Washington es inadmisible que reaparezcan en el planeta estados que obstaculicen su libre albedrío.

Moscú lo sabe, y a pocas horas de la cita en Bruselas sus voceros indicaron, como lo confirmarían luego en tono arrogante los dirigentes otanistas, que las diferencias mutuas son grandes, que la desconfianza mutua es elevada, y que costará mucho tiempo y esfuerzo una posible reconstrucción de lazos constructivos, toda vez que la alianza no ofrece espacios positivos en los vínculos mutuos.

Europa Occidental, por ejemplo, es voz alta en el coro que tilda a Rusia de “ganar” espacios hacia el Oeste, cuando en realidad, desde la disolución de la Unión Soviética, la OTAN ha sido desusadamente activa en incorporar a sus filas a las naciones del desaparecido campo socialista europeo y a varias de las naciones que integraron la URSS, con lo que las fronteras imperiales avanzaron miles de kilómetros al Este, sobre la divisoria de la hoy Federación Rusa.

Junto a ello, tropas otanistas han sido dislocadas en los territorios “ganados”, en especial en los últimos tiempos, a la vez que se fraguó y ejecutó el golpe fascista en Ucrania, que hizo mucho más cercana la amenaza hegemonista contra el gigante euroasiático.

Gigante, y vale recalcarlo, que ha debido actuar con celeridad para asegurar sus espacios geopolíticos y su seguridad nacional, ya no solo con pasos como el acatar y materializar la voluntad de la población de Crimea de reincorporarse a Rusia tras la asonada ucraniana, sino además desplegando acciones políticos militares en frentes decisivos como Siria, o estableciendo alianzas estratégicas con China y con otras muchas naciones progresistas a lo largo y ancho del planeta.

Ello sin dejar por un minuto de asegurarse una moderna, poderosa y aceitada maquinaria bélica capaz de disuadir y aplastar, en caso necesario, toda intentona guerrerista en su contra, no importa el cuño agresor.

De manera que no ha sido Moscú el promotor de controversias y rostros adustos. Y es que al mismo tiempo que los voceros rusos daban sus impresiones sobre unos vínculos hoy sumamente ensombrecidos, no negaron en momento alguno la probabilidad de una normalización a largo plazo si el oponente rectifica sus pasos y se atiene a los principios que rigen una convivencia mundial objetivamente civilizada.

Como tampoco se mostraron proclives a desatar una irracional y costosa carrera armamentista, que no es lo mismo que estar siempre listos para plantar cara con solidez decisiva y definitoria a todo posible enemigo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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