No sorprendió que el coronel maliense Assimi Goita asumiera la presidencia del país, tras la más reciente sublevación castrense, la segunda en nueve meses, tercera en nueve años y cuarta desde la independencia en 1960.
Aunque asombra esa secuencia de golpes de Estado, el perpetrado el 24 de mayo encaja perfectamente en la dinámica de un país afectado por fragilidades cada vez más lacerantes como son su compleja situación socioeconómica y fallas en el liderazgo.
Ese día soldados inconformes con el nuevo gobierno anunciado por las autoridades, condujeron por la fuerza al presidente y al primer ministro al campamento militar de Kati, en las afueras de la capital, y donde el año pasado se diseñó el derribo del gobernante electo por segunda ocasión, Ibrahim Boubacar Keita.
Al mandatario defenestrado le sucedió una junta militar encabezada por coronel Goita, quien garantizó el paso a un proceso de transición para redefinir las directrices estratégicas nacionales, entre ellas tratar de mejorar la situación económica y reforzar la defensa contra el asalto del radicalismo confesional asociado con acciones terroristas.
La forzada renuncia del presidente fue una válvula de descompresión efectiva y el acercamiento de la junta militar —identificada como Comité Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) — a la oposición tradicional o no, aportó un interesante matiz en la rutina maliense en su relación con la sociedad civil.
Entonces el proyecto entró en una fase de cierta institucionalización con cambios en la estructura de mando: la cara más visible de la junta militar, el coronel Goita se convirtió en vicepresidente del gobierno interino encabezado por Bah Ndaw, un general retirado y a quien después se unió Moktar Ouane como primer ministro.
Ese triunvirato –que logró satisfacer demandas institucionales de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao)- funcionó hasta el pasado 24 de mayo cuando un grupo de soldados condujeron por la fuerza a Ndaw y a Ouane al campamento militar de Kati, en las afueras de Bamako...poco después los dos dimitieron de sus cargos.
Tal acción concretó el cuarto golpe de Estado desde la independencia de Mali en 1960 (1968, 2012, 2020 y 2021) y en este último caso el ejecutor, el coronel Goita, devino nuevo gobernante del período de tránsito político que deberá concluir con elecciones presidenciales en febrero del 2022, según los compromisos al respecto.
Sobre la asonada el hasta entonces vicepresidente declaró, a través de su portavoz, el comandante Baba Cisse, que "tras la renuncia del presidente y del primer ministro, los detenidos recuperarán su libertad", lo cual precisó se realizaría “gradualmente por obvias razones de seguridad" y se cumplió.
La remoción de los dos políticos ocurrió en presencia del mediador de la Cedeao para Malí, el expresidente nigeriano Goodluck Jonathan, informó el vocero e indicó que su jefe hizo todo lo posible para no llegar a esa situación y salvar de desvíos al proceso político.
En el nuevo contexto, la Corte Constitucional maliense validó a Assimi Goita, protagonista de la asonada triunfante como presidente de la República en reemplazo de Bah Ndaw y unos días después el nuevo mandatario designó como primer ministro al líder de la oposición, Choguel Kokala Maiga, un responsable del grupo de presión civil que sobresalió en agosto pasado en el derrocamiento de Boubacar Keita.
Kokala Maiga encabeza el Movimiento 5 de Junio-Agrupación de Fuerzas Patrióticas (M5-RFP), que impulsó al golpe de Estado de 2020 y ahora comandará un gabinete de 25 ministros, con el propósito medular de preparar las condiciones para el proceso electoral previsto para realizarse en ocho meses aproximadamente.
La hoja de ruta de la transición avanza en Mali, pese a los sorpresivos cambios en la estructura del poder por lo que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental excluyó al país de su membresía, pero curiosamente sin imponerle nuevas sanciones y lo cual con el tiempo el bloque subregional podría reconsiderar.
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