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martes, 19 de noviembre de 2024

Los perros no son los únicos que ladran

Donald Trump insiste en sancionar a Corea del Norte...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 28/02/2018
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Donald Trump-Corea del Norte
Trump vuelve a la carga para anunciar el “mayor programa de sanciones sin precedentes” contra el “altanero régimen norcoreano”.

Ciertamente, en algunos momentos de la historia global, determinadas actitudes amenazantes podrían crear alarmas traumáticas y hasta hacer vacilar y trastocar voluntades. Pero parece un hecho recurrente que en Washington, y en la realidad política norteamericana, tan ligados ellos al fenómeno mediático y sobre todo con la administración de Donald Trump, el “figurado” y el sobredimensionamiento de la imagen se ha convertido en el arma cada vez más usada en aquello de hacer creer a los demás que todavía desde las orillas del Potomac se dicta y comanda el devenir del planeta.

Y lo empiezan a transmitir no pocos analistas cuando, por ejemplo, evalúan la fanfarria belicista de la Casa Blanca frente al programa atómico de Corea del Norte, que incluso llevó al magnate inmobiliario devenido presidente a espetar en plena Asamblea General de la ONU que daría fuego por los cuatro costados a esa nación asiática si no abandonaba sus planes de uso militar del átomo.

Lo cierto es que el tiempo ha pasado desde entonces y Pyongyang ya se cuenta entre los poseedores de una potencia bélica nuclear que no puede dejarse de tomar en cuenta, mientras del lado de los prepotentes la furia no hizo el menor efecto.

No obstante, ahora el presidente norteamericano vuelve a la carga para anunciar el “mayor programa de sanciones sin precedentes” contra el “altanero régimen norcoreano”, consistente en perseguir a aquellos que comercian con Pyongyang en materia energética y a las navieras internacionales que siguen manipulando mercancías para y desde aquel país.

Se trata, al decir de voceros oficiales gringos, de apretar las clavijas al máximo contra “el movimiento comercial ilícito que todavía apoya al régimen de Corea del Norte”.

Y como un clásico “guapo rubio y de tez rosada” de los peores filmes chatarra de Hollywood, el presidente se calzó la botas y Colt en mano enfatizó que de no dar resultado estas nuevas arremetidas económicas, su gobierno aplicará la denominada por él “fase dos” que, precisó, “será muy difícil y desafortunada para el mundo”. Y entonces, boca y ojos arrugados, y en suspenso… como para que temblemos todos ante su pose, y Corea del Norte se lance arrepentida a dejarse vapulear ante semejante “hombrada”.

Pero lo cierto es que detrás de las cortinas, lo que se quiere ocultar es que las tensiones en aquella península tienen su más alto por ciento de génesis en la división forzada de la nación Coreana y la agresiva presencia en el sur, por decenios, de miles de tropas estadounidenses armadas incluso con artefactos nucleares.

Y si alguien duda que es así, recuerde que semanas atrás, aún ardiendo los tizones de esta nueva controversia, todavía vigente, Corea del Norte y del Sur llegaron a un arreglo para llevar adelante las actuales Olimpiadas de Invierno de este 2018, permitieron la presencia de atletas del Norte en el Sur, la llegada a Seúl de una nada depreciable delegación oficial de Pyongyang, y abrieron la posibilidad de reanudar intercambios culturales y las visitas mutuas de ciudadanos de ambas partes.

Una muestra de que, cuando no están presentes los intereses egoístas de la mayor potencia capitalista, las dos Coreas son capaces de encontrar vías de entendimiento y relación civilizada. Entre otras cosas porque son un mismo pueblo, una misma cultura milenaria, un mismo paisaje; obligadas ahora por ajenos a partir la casa común en dos, colocar un muro áspero y erizado, y tragarse los fantasmas que manos foráneas dibujan sobre lo que en realidad es una gran familia capacitada para resolver sus problemas sin “consejeros” radicados a miles de kilómetros de distancia y con muy severos e indisolubles dislates en su propio patio.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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