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viernes, 8 de noviembre de 2024

La paz a prueba

Los colombianos deciden en las urnas si sigue la guerra...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 02/10/2016
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La actitud de los votantes colombianos en el plebiscito para refrendar el Acuerdo Final de paz define este domingo si el país penetra en un nuevo escenario político o si continúa la guerra que por 52 años enfrentó a los sucesivos gobiernos con las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).

A esta consulta fueron convocados más de 35 millones de ciudadanos que deberán responder Sí o No a la única pregunta de la boleta situada en cerca de 11 000 puestos de votación y unas 100 000 mesas para el sufragio.

La historia de esta nación suramericana, donde murió Simón Bolívar, indica que una mayoría abrumadora deberá pronunciarse por el cese definitivo de las armas, luego de más de medio siglo de conflicto, con ocho millones de víctimas —entre ellos 220 000 muertos— una economía lastrada, y una enorme desigualdad de la renta, que polariza la sociedad entre un reducido grupo de ricos y millones de pobres, en especial en las sufridas áreas rurales.

Pero la definición solo vendrá con el conteo de los votos. Se espera que a las urnas asista la tercera parte de los convocados —en torno a los 10 millones— y de estos casi la mitad daría su aprobación, suficiente para dar por satisfactorio el plebiscito al que convocó el presidente Juan Manuel Santos.

Para llegar a este punto, gobierno y guerrillas firmaron el Acuerdo Final primero en La Habana, Cuba, el pasado 24 de agosto. Hace pocos días, el 26 de septiembre, se repitió la ceremonia en la caribeña Cartagena de Indias, ante decenas de personalidades de América Latina y el resto del mundo.

El entendimiento entre las partes carecería de sentido, al decir de Santos y del jefe de las FARC-EP, Comandante Timoleón Jiménez, si el pueblo no refrenda la paz y con ello da el visto bueno al inicio de una nueva etapa en la vida colombiana con la implementación de los acuerdos, tarea esta que debe tardar años, pero que debe iniciarse rápidamente.

Si gana el NO, afirmó el Jefe de Estado, las FARC-EP volverán a la selva, y retrocederemos seis años atrás, es decir, cuando comenzaron los primeros tanteos entre los oponentes, seguidos de cuatro años de negociaciones en La Habana, bajo la tutela como garantes de Cuba y Noruega, y Venezuela y Chile como acompañantes.

Lo que se espera, pero quizás no se concrete —o bien porque desconocen el documento que refrendarán de 297 páginas, o porque aún toman en cuenta las apreciaciones de algunos figurones de la política colombiana opuestos a la pacificación del país, ya que muchos se han enriquecido a costa del conflicto bélico— es que haya una notable abstención a los colegios electorales, donde estarán observadores de varios organismos internacionales.

Las élites colombianas trataron de impedir en las últimas semanas que la población manifieste su acuerdo con la paz, tal como indican las últimas encuestas, y aunque hoy no lo logren interferirán en la implementación de los Acuerdos, ya que son las que perderán privilegios cuando se pongan en práctica algunos ítems, como una reforma rural integral en la cual los campesinos y sus familias serán beneficiados.

Analistas coinciden en que los flagelos sociales que azotan Colombia, con una base estructural histórica —entre ellos la miseria en las zonas campesinas— están presentes y solo bajo un nuevo pensamiento unitario será posible un cambio transformador.

Aunque hay cierta convicción, quizás desmesurada, en el partido de gobierno y los opositores de izquierda de que el Sí tiene el triunfo garantizado —no hacerlo significaría un suicidio político y tendría una nefasta repercusión mundial en tiempos de guerra en el mundo— hay otros grupos menos optimistas que refieren la vulnerabilidad ciudadana ante los ataques de la derecha contra la paz, bajo la dirección del expresidente Álvaro Uribe.

Este personaje, considerado el jefe de los grupos paramilitares nacidos en Antioquia, cuando era el gobernador de ese Estado, viene incidiendo en la opinión pública con mentiras que refieren una futura Colombia con administraciones socialistas, o comunistas, poniendo de antemano un injusto freno a las pretensiones de los futuros exguerrilleros de insertarse en el entramado político nacional.

No hay que subestimar que Uribe enfrentó a la Revolución Bolivariana de Venezuela y a su líder Hugo Chávez Frías con las más oscuras maniobras. Gobernó dos períodos consecutivos (2002-2010) y dejó en su lugar a Santos, uno de sus hombres de confianza entonces, quien fuera su Ministro de Defensa, pero que después decidió dar un viraje hacia la paz y no la guerra, como deseaba su tutor político.

Junto al jefe del partido de extrema derecha Centro Democrático aparece con vehementes campañas, sobre todo en la parte andina del país, el ex procurador general Alejandro Ordóñez, quien puede ser el eventual candidato del expresidente para las presidenciales de 2018.

Para el analista Jesús Aníbal Suárez, “la parte andina es la que tiene más dudas, pues la tarea que ha hecho Uribe ha producido sus efectos. Ha logrado confundir a la gente al difundir masivamente datos falsos sobre el acuerdo”, dijo a la agencia noticiosa IPS.

“Todo el país de la periferia está dispuesto al Sí”, y predijo que la votación quedaría 60-40 por ciento favorable a la paz.

Si por el bien de Colombia, de América Latina, y por su ejemplo de confianza y diálogo, gana el Sí como se espera, se abrirá una nueva página que solo se mantendrá si, por ejemplo, se logra la desactivación de las bandas terroristas paramilitares y se garantiza la vida de los desmovilizados, también posibles victimas de fuerzas privadas integradas por capataces de grandes terratenientes.

La posibilidad del funcionamiento de la Comisión de la Verdad que debe erigirse en un reflejo de los asuntos vitales ocurridos en los últimos 52 años de guerra, permitirá el reconocimiento de la necesidad de transformaciones sociales, ya aceptadas como imprescindibles para un futuro próximo. Algo imposible antes de las negociaciones.

Algunos esgrimen en Colombia, para quitarle las esperanzas al pueblo, que solo el gobierno de Santos tiene el compromiso de cumplir los acuerdos. Es incierto. Pasarán muchos años y varias administraciones para que la sociedad sea el reflejo de la otra Colombia que se espera nazca y se fortaleza en el proceso de pacificación. Ello solo será posible con el compromiso de los futuros líderes gubernamentales.

La paz convenida, a la que se espera contribuya también la guerrilla Ejército de Liberación Nacional, en activo, con negociaciones parecidas a las de las FARC-EP, es solo el inicio de un complejo trecho del camino al que, se espera, los colombianos de buena voluntad contribuirán con su actitud y su quehacer diario.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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